Opinión
Ver día anteriorLunes 24 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Un mal fario de Aparicio
U

n toro de Juan Pedro Domecq de los llamados artistas, que se pelean las figuras y nunca llegan a los toreros modestos, a punto estuvo de mandar al otro mundo a un torero artista, si los hay. El burel de 530 kilos, jabonero, feo, lento, noblote o menso, arando con la cabeza el ruedo. Rápido lo vio Julio Aparicio al que el cuerpo le baila por bulerías y le remueve el espíritu como serpiente y en ocasiones, como este viernes pasado, lo deja entrar a tono con su circular palmeo. Un palmeo que se dejó ver en dos series de verónicas y una media que quedó en el declinar primaveral de la noche madrileña.

Un trajín afanoso de palmas y lamentos debe haber escuchado Julio en su interior al tomar la muleta y empezar a entonarse con Opíparo, que así se llamaba el toro y a sus oídos llegaban los eso es de los cabales. Lentamente aparecía el salero esencial que posee cargado de forma y color. Se confiaba el torero y un enérgico perfil en el rostro le delataba su origen gitano heredado de la madre.

El age recorría al torero y de pronto el burel le tiró una patada al pasar y lo tiró al ruedo; se revolvió y el pitón le llegó exactamente a la cara y el cuello, propinándole una cornada dramática que le atravesó la boca y de inmediato se llenó de sangre. La plaza de Las Ventas se quedó helada temiendo lo peor. Morante de la Puebla y El Cid, sus compañeros de cartel, tragaron paquete después de tan espeluznante herida y despacharon la corrida con decoro y el segundo, al final, un tanto relajado, se dio lujo de cortar una oreja al último de la tarde.

Afortunadamente los partes médicos, después de 72 horas de la cornada, hablan de que Julio está fuera de peligro y fue intervenido quirúrgicamente a posteriori por cirujanos maxilofaciales y se recupera en el hospital 12 de Octubre. Un mal fario persigue a este torero al que le cuesta trabajo tomar el ritmo a los toros y el día que tiene el escenario y el burel apropiados, una malhadada patada del burel lo derriba y con puntería está a punto de matarlo.