Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de mayo de 2010 Num: 795

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El más corazonado
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ

¿Qué sería de nosotros sin Miguel?
ÓSCAR DE PABLO

Las voces y el viento
LUIS GARCÍA MONTERO

Perito en lunas
LUIS MARÍA MARINA

Eterna sombra
MIGUEL HERNÁNDEZ

¿Quién lee a Miguel Hernández?
MARTÍN LÓPEZ-VEGA

Dos poemas

Miguel Hernández en sus tres heridas
FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA

Llegó con tres heridas...
MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat: Serrat Hernández
JOCHY HERRERA

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat: Serrat Hernández

Jochy Herrera

Miguel Hernández, poseedor de una “intuición lírica purísima y precoz, madurada después por el dolor y la muerte”, es el hombre que hace poesía sus vivencias, creando de tal forma un mundo transfigurado –como el de todo poeta verdadero–: universo donde las más ásperas, fuertes y extremadas realidades son en sí su obra. Estas ideas introductorias del libro La obra poética de Miguel Hernández, de la autoría de José Antonio Serrano Segura, son eco de lo dicho por Jaime Sabines, maestro del mundo exterior y del mundo íntimo del poeta: “La poesía es ya un destino.” Miguel Hernández, “poeta de la libertad”, “cabrero-poeta” de aquella España herida de los cuarenta, acaba de morir en marzo 28, sesenta y ocho años atrás. Este 2010 cumple además un siglo de haber nacido y su patria lo celebra en grande con decenas de eventos, charlas, publicaciones y un viaje donde los versos de su primera colección, Perito en lunas, llegarán a Selene a bordo de una cápsula espacial de la empresa estadunidense, Celestes, “a fin de cumplir el deseo del poeta”, según ha declarado la Fundación Miguel Hernández.

Más abajo, en el vulgar planeta Tierra, Joan Manuel Serrat, él, poeta de la música, acaba de entregarnos un Miguel Hernández Hijo de la luz y de la sombra en trece textos hernandinos repletos de teclas, violines, chelos, trompetas y, más que nada, de la privilegiada voz del catalán sesentón. La misma voz que hace cuatro décadas fue pionera en musicalizar los versos del vate alicantino muerto en las cárceles franquistas, creyendo en los hombres y esperando de ellos sin que se le apagara en ningún momento esa luz que trágicamente lo hizo morir con los ojos abiertos, en palabras de Vicente Aleixandre. “La razón de este trabajo es la intemporalidad de la poesía de Miguel Hernández, la vigencia de sus textos más allá del lugar y el tiempo en que vieron la luz; estos versos siguen tan sólidos y frescos como si hubieran sido escritos ayer y aquí. Quiero abrir las puertas a la gente para que profundice en su poesía, en un poeta que vivió con un rigor ejemplar, con una vida llena de dolor pero también de lucha”, ha declarado Joan Manuel.

En los albores de 1972 aparecía aquél disco icono Miguel Hernández, donde junto a Serrat muchos fuimos niños yunteros coreando “Para la libertad” en elegía a héroes y amigos idos. Hoy Serrat nos ha transportado al horizonte que Ramón Sijé predijo en el prólogo de Perito en lunas. Porque Hijo de la luz y de la sombra abarca justamente las tres fases de Miguel Hernández descritas por Sijé en 1933: la del afincado en la tierra, la del poema terruñero; la “literaria”, resonante de voces y reflejos –metáforas perseguidoras de Góngora–, y la tercera, la del perito con “musculatura marina de grumete” que ha encontrado esa poesía secreta, escondida y minoritaria, a juicio de Serrano Segura. Es de tal forma que en Hijo de la Luz y de la sombra somos testigos del artista-hombre sensible que parte de lo concreto, del hambre y la opresión: “Tened presente el hambre: recordad su pasado turbio de capataces que pagaban en plomo”; el que atraviesa por los horrores de la guerra para, firme de esperanzas, abrazar al amor: “Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo. Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo.”

Los versos incluidos en esta colección adquieren con la voz de Serrat una sobria tonalidad que no sólo es respetuosa del autor, porque, como ha indicado el intérprete –el cantautor le debe más al poeta–, sino también proveedora de un indiscutible frescor: el júbilo complacido del regreso, cuatro décadas después, al corazón de un amigo. A la cercanía de un hombre cuyo carácter el propio Serrat ha confesado desear tener. Ha sido Hijo de la Luz y de la sombra, a mi parecer, un abrazo entre ambos autores quienes, generaciones aparte, han transformado una horrenda historia en un reto a la alegría y a la luz de la memoria.

Como es usual, Joan Manuel se ha acompañado de un elenco de primera, bajo la dirección musical del destacado compositor y concertista Joan Albert Amargós, a cargo también de los teclados junto a Ricard Miralles: el guitarrista David Palau, el bajista Víctor Merlo y la percusión de Luis Dulzaides, entre otros. De igual forma se destaca la voz del cantaor catalán Miguel Poveda (recientemente incluido en la banda sonora del filme Los abrazos rotos) quien hace poderoso dúo en el poema “Dale que dale.”

El trabajo se acompaña además de un DVD, donde lo mejor de la cinematografía española contemporánea hace homenaje a Miguel Hernández a través de cortos inspirados en las canciones: Isabel Coixet, Jaime Chávarri, Sergio Cabrera, José Luis Garci y Pere Portabella entre otros, evocan el imaginario hernandino en el contexto visual, convirtiendo el disco en un verdadero documento histórico: espejo del hombre consecuente con su época, provocado por su entorno e ido a destiempo. Miguel Hernández dejó de escribir a los veintinueve años y murió tuberculoso dos años después de encarcelado por las garras del fascismo franquista. A pesar de una intensa y accidentada vida, su legado literario se enriqueció a partir de la sencillez de un humilde origen y en la fragua del compromiso político; sus sonetos son reflejo de los clásicos españoles (Luis de Góngora y Garcilaso de la Vega), y de dos grandes del siglo XX: Neruda y Aleixandre, con quienes exploró el trabajo periodístico y estableció una profunda amistad en el seno de la Guerra civil.

El propio Neruda, “con el color de la tinta verde en el que siempre escribía sus poemas”, nos dijo sobre Miguel Hernández que “recordar que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor [...] ¡nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”