Opinión
Ver día anteriorMartes 1º de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Por qué fracasa el antitabaquismo?
P

or ley, el Estado tutela la salud pública. De su responsabilidad se deriva más de una política pública para garantizar la seguridad frente a epidemias, enfermedades por adicción, mal alimentación, contaminación, hábitos y angustia.

Las causas que afectan a la sociedad han ido evolucionando con el tipo de desarrollo, así como las enfermedades.

El siglo XX para todo el mundo conoció de los grandes avances en la medicina y hoy las sociedades en general elevaron, gracias a la investigación, el promedio de vida. La humanidad le debe a la ciencia vivir más y con calidad de vida. Antes se envejecía después de los 40, hoy hasta los 50 podemos decir que se vive en la edad media, pues hay una tercera.

El descubrimiento de la penicilina, el uso de drogas y sustancias activas contra el cáncer, las formas anticonceptivas, la legalización del aborto, los trasplantes de órganos, la biogenética y muchas áreas influyeron en el comportamiento social, que a su vez tuvo que enfrentar el desarrollo de la diabetes, el VIH sida, de las drogas sintéticas altamente adictivas, de las mutaciones de virus.

En muchos países hubo revoluciones gastronómicas, como en Estados Unidos en los años 1950 y en muchos de los países subdesarrollados, donde la industrialización hizo que se adoptara el fast-food o comida fácil. Aquí en México, la adicción a los refrescos embotellados ha tenido un auge que ofrece calorías de baja calidad a millones traspasando las diferencias sociales.

Ejemplo particular de salud y contracultura es, sin duda, el consumo de tabaco, que por una parte ha sido una actividad productiva y de comercio desde el virreinato; causante especial de impuestos y ya en el siglo XX no hubo en cine, teatro, moda, donde el cigarro y el puro no estuvieran presentes.

De pronto en México, por una prisa inexplicable, contra un consumo fuertemente arraigado en todos los estratos sociales, se vio fácil entrar en la modernidad atacando por decreto el consumo de cigarros en todo espacio.

Esto ha coincidido con la etapa de finales del siglo XX y principios del XXI, en que los gobernantes han aprendido a ejercer su mandato administrando el miedo y el terror de los ciudadanos, brindándoles seguridad. Tutelar la salud e ilegalizar el consumo de sustancias ha sido un camino seguro de andar de los gobernantes, frente a los ciudadanos irresponsables con su salud.

Gracias a esa ilegalización, hoy la economía del crimen es exorbitante. Lo ilegal se convirtió en uno de los grandes negocios que influye no sólo en la salud, sino en la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación.

Cuando la experiencia en Estados Unidos, el país más grande consumidor de drogas ilegales, dice que hay que legalizar, como legalizaron la producción y consumo de alcohol, en vez de eso, los gobiernos ilegalizan algo que promovieron por décadas: el tabaco.

No se trata de fomentar el consumo del tabaco, ni siquiera de reducir su carga fiscal, siendo un consumo no necesario, sino de renunciar a hacer políticas públicas basadas en decretos que buscan disminuir el consumo mediante la represión.

Pese a todas las políticas federales y locales contra el tabaco, tres de cada 10 mexicanos fuman; 20 por ciento de los fumadores son adolescentes; el promedio de consumo de cigarrillos del mexicano son mil 500 al año promedio; una persona muere cada 10 minutos por tabaquismo.

No se trata de fomentar. Se requiere analizar con motivo del Día Mundial sin Tabaco que en el caso de México particularmente, la falta de políticas públicas consistentes, integrales, que generen condiciones en contra del consumo no existen, y los investigadores en estas disciplinas poco han ayudado con sus llamados a endurecer las acciones contra los fumadores.

El fracaso de esas políticas está claro y lo seguirá siendo, pues la adicción al tabaco u otras sustancias no se resuelve sólo informando sobre el daño que causan. ¿Cuántos ex fumadores no dejaron de fumar por un decreto, un alza o una prohibición? Dejar de fumar o beber en una sociedad como la nuestra, donde lo que socializa, muchas veces goza de mejor aceptación sobre el regaño. Los fumadores adultos, son tratados como niños para que fumen a escondidas, logrando algo paradójico: que se vuelve un atractivo, mayormente entre adolescentes.

Tanto investigadores, como legisladores, gobernantes y asociaciones no sólo de no consumidores, sino de consumidores deben hacer una verdadera política gradual, consistente, multilateral para fomentar la renuncia al uso del tabaco. Debe definirse el espacio público con derecho para todos y aceptando la decisión personal de cada quien: lugares públicos de asistencia obligatoria prohibidos, pero también sitios donde los fumadores puedan fumar con los mismos derechos, anunciando claramente que ese es un lugar de fumadores y otros prohibiéndolo en absoluto. Ya sabrá cada quien adónde entra y con quién, arriesgando la salud, como cuando se arriesga uno a encender el televisor.

Ya veríamos la respuesta y los resultados, apelando al fondo y no la forma.