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El historiador español publica Elegía criolla

La independencia es efecto de las guerras, no la causa, concluye Tomás Pérez Vejo
 
Periódico La Jornada
Domingo 13 de junio de 2010, p. a10

Entender las guerras de independencia en América Latina como una lucha entre buenos y malos puede resultar gratificante, pero está muy lejos de ser la verdad. Lo cierto es que se trató de procesos complejos, que nos han sido contados de manera romántica para fortalecer mitos de identidad nacional.

Tal es la conclusión a la que llega el politólogo e historiador español Tomás Pérez Vejo, quien a través del libro Elegía criolla (Tusquets Editores) busca hacer una reinterpretación crítica de las diversas luchas independentistas en Hispanoamérica.

Lo que descubrí fue aquello que las guerras no fueron, y a partir de ahí formulé una hipótesis sobre lo que sí fueron. En primer lugar, no se trató de luchas de liberación nacional, porque las naciones latinoamericanas en ese momento no existían. La independencia no fue la causa de las guerras, sino su consecuencia, explicó el autor en entrevista con La Jornada.

Asimismo, se ha repetido hasta la saciedad que fue un conflicto entre españoles peninsulares y criollos nacionalistas acompañados de indígenas, mestizos y negros, pero eso tampoco es verdad. Es una sorpresa descubrir que ambos ejércitos estaban formados casi exclusivamente por americanos de todos los grupos raciales, señaló Pérez Vejo.

Por último, la independencia no fue una simple guerra entre pobres y ricos –ya que hubo miembros de ambas clases en los dos bandos enfrentados–, ni tampoco un choque entre liberales y absolutistas, puesto que muchos insurgentes también eran partidarios de ideas conservadoras.

Sí fue una guerra civil generalizada que no acabó en 1820, sino que se prolongó hasta mediados del siglo XIX, y en el que se enfrentaron dos proyectos: el del antiguo régimen, basado en el poder de la Iglesia católica, y el del Estado moderno, que ya no gobernaba en nombre de Dios, sino en el de las naciones recién surgidas.

Después de ello, cada país tuvo que inventar una historia mítica que le sirviera a sus elites para consolidar la identidad nacional, mediante la cual se presentara al Estado como una especie de ente natural que siempre había estado ahí desde el inicio de los tiempos, aunque eso no fuera verdad.

Con estos antecedentes, consideró Pérez Vejo, es muy difícil sostener el discurso de la unidad latinoamericana, puesto que los intereses de los países de la región son muy diferentes entre sí, aunque tengan elementos culturales e históricos en común, entre ellos el idioma.

El sueño de construir una sola nación latinoamericana, de México a la Patagonia, ha recorrido el continente como un fantasma, pero la realidad es que hay muchos obstáculos para lograrlo, y uno muy significativo es que cada país ha construido ya identidades nacionales muy fuertes, lo cual es difícil de cambiar, advirtió.

Para el autor, en vez de seguir reproduciendo una posición victimista de la historia, es necesario analizar cuáles son las verdaderas causas de los fracasos de los países de la región, en vez de repetir que la culpa la tienen los demás, la colonización española o el imperialismo estadunidense, por ejemplo.

Las celebraciones por el bicentenario de la Independencia en México pueden resultar incluso legítimas, pero el deber de los historiadores, aclaró el autor, es tratar de entender qué fue lo ocurrido en aquella época.

Habría que poner a la historia al servicio de los ciudadanos y hacerla bastante más crítica. Es mejor entrar en conflictos poco gratificantes, que seguir creyendo en cuentos de buenos y malos. Nuestro trabajo no es juzgar, sino comprender.