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Omiten su nombre en información sobre el riesgo de esa obra: Ida Rodríguez Prampolini

Piden reconocer a Goeritz como autor de las Torres de Satélite

Sólo mencionan a Luis Barragán y no a Mathias, por su condición de extranjero, reclama

Cualquier historiador del arte puede ver que no son del jalisciense, quien quería una fuente

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La Torres de Satélite, monumental obra creada en 1957-1958, que está en peligro por la construcción del segundo piso en Periférico NorteFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Jueves 24 de junio de 2010, p. 8

Los arquitectos Luis Barragán y Mathias Goeritz (por orden alfabético) comparten la autoría de las Torres de Satélite, construidas entre 1957 y 1958. Sin embargo, en el manejo de la información sobre el riesgo que se cierne sobre esa obra monumental sólo se menciona al creador jalisciense y se omite el nombre del artista de origen alemán, expresa la historiadora Ida Rodríguez Prampolini, viuda de Goeritz, cuando las torres, como se sabe, son de Mathias.

Debido a la construcción de un segundo piso del Periférico Norte por el gobierno del estado de México, esa obra está en peligro.

Fue durante los Juegos Olímpicos de 1968 cuando Barragán reclamó la paternidad de las torres, asevera Rodríguez Prampolini.

Durante más de una década los créditos siempre fueron para Mario Pani, coordinador general del trazo de Ciudad Satélite; Barragán, arquitecto paisajista, y Goeritz, diseñador y creador de las torres.

Entre las actividades de la Olimpiada Cultural de ese año, Goeritz –en su calidad de director de la Ruta de la Amistad– convocó a un simposio internacional sobre escultura urbana. Entonces, prosigue Ida Rodríguez, “me llama Luis, quien era mi compadre, y me invita a cenar. ‘Pero me voy a Cuernavaca ahorita (allí vivía e impartía clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM)’, le dije: ‘No importa, te mando en el coche con el chofer, pero ven. Llego a casa de Luis y me dice: ‘mañana voy a repartir estos volantes, éste es en español, éste en francés y éste en inglés’. Eran unos tambaches así.

“¿De qué se trata?, pregunté. ‘Pues léelo.’ Me da el de español, donde dice que Mathias era un farsante, que se había apoderado de las Torres cuando éstas habían sido un diseño suyo. Le digo, ‘pero Luis, estás loco. ¿Cómo puedes decir esto? Tú no estabas en México cuando Mathias diseñó las Torres’.” El fraccionamiento de Ciudad Satélite era un proyecto del ex presidente Miguel Alemán Valdés y el banquero Luis Aguilar.

Maqueta a marchas forzadas

En cierto momento, al estar Barragán ausente de la ciudad de México, su secretaria comunicó a Goeritz que en cinco días Alemán y Aguilar irían a casa de Barragán a ver las ideas artísticas y paisajísticas de Satélite y le pidió que la maqueta de la entrada a la futura ciudad, específicamente encargada a Goeritz, debería estar terminada, escribió Rodríguez Prampolini en 1983.

Para hacer la maqueta, “Goeritz podía contar con los ayudantes de Barragán. Durante una agitada semana vivimos literalmente en casa de Barragán, Mathias y Mariana Gast –su primera esposa, quien después murió–, dos ayudantes y yo, que era como la hija de ambos, recortando torrecitas en cartulina y cartón según las instrucciones de Goeritz”.

Rodríguez Prampolini indica que Luis siempre ha sido un hombre de horizontalidad y Ma-thias de verticalidad. Cualquier historiador del arte puede ver que las torres no son de Luis, quien quería una enorme fuente porque había que demostrar que en Ciudad Satélite había mucha agua. Por su parte, Goeritz tenía obsesión por las torres.

Antes de ese fraccionamiento, Goeritz había montado una exposición en Nueva York, con torres. Al construirse El Eco, en 1953, que tiene la primera gran torre, lanzó su segundo manifiesto sobre la arquitectura emocional, mérito que también se le escatima.

Goeritz se casó con Ida Rodríguez y se fueron de luna de miel a San Giminiano, Pisa y Bolonia, ciudades italianas donde hay torres. De regalo de bodas, el artista obsequió a su esposa una casita en Temixco, Morelos, en la que construyó un cuarto de 7 por 7 metros, donde levantó unas torres.

El diseño original para Ciudad Satélite fue de siete torres, por ser un número cabalístico. “Recuerdo perfectamente –sigue doña Ida– que Alemán le dio unas palmadas en la espalda a Mathias y dijo a la veracruzana, ‘¡qué chingón eres, Mathias!, pero esto va a salir carísimo. Redúcelo a cinco’, y Goeritz dijo, ‘no, porque el siete es un número relevante en la historia’, pero el otro insistió. Ni modo, había que hacerle caso”.

Muchos años después, continúa la entrevistada, “cuando Luis (Barragán) estaba enfermo, en silla de ruedas, y Mathias tenía un cáncer muy avanzado, el arquitecto Ignacio Díaz Morales, quien había fundado la escuela de arquitectura de la Universidad de Guadalajara y contratado a Goeritz para venir a México, le habló para decirle ‘por qué no hacen las paces Luis y tú’. Ma-thias dijo: ‘pues sí’, entonces fueron con un notario público donde firmaron un acta –no la conozco– que dice que las torres son de los dos por igual”.

Rodríguez Prampolini atribuye esta tendencia de comerse el nombre de Goeritz a su condición de extranjero. (Nacido en Danzig, Alemania, se naturalizó mexicano en los años 70.) También señala: “Luis tenía una envidia loca del éxito de las torres, porque éstas realmente se convirtieron, como dice Catalina Corcuera –directora de la Casa Luis Barragán (La Jornada, 3/6/10)– en un símbolo nacional. Las obras más relevantes que se publicaron en esa época fueron la Biblioteca Central, de Juan O’Gorman, y las torres. Entonces, a Luis le entró una codicia desmesurada, no lo puedo entender de otra manera”.

Rodríguez Prampolini, premio Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía 2001, estuvo en la ciudad de México para ultimar los detalles de la publicación de los tres tomos del catálogo razonado del muralismo mexicano, alusivos a los años 20, 30 y 40 del siglo pasado, resultantes de un seminario auspiciado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, donde es investigadora.

Los volúmenes serán publicados por la UNAM, la Universidad Veracruzana, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Fondo de Cultura Económica.