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Bajo la Lupa

G-20: acéfalo e impotente

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Un manifestante pisotea un auto quemado, mientras (atrás) una patrulla policial arde, este sábado durante las protestas contra la reunión del G-20 en TorontoFoto Ap
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a dupla anglosajona de Estados Unidos (EU) y Gran Bretaña (GB) en la cuarta cumbre del G-20 todavía exhibe el control de las sedes (Washington, Londres, Pittsburg y Toronto) y la agenda, así como su capacidad de bloqueo a las propuestas creativas del BRIC (Brasil, Rusia, India y China).

El G-20, inventado con criterios reduccionistas economicistas por la dupla anglosajona de EU y GB, constituye en realidad un híbrido del caduco G-7 –a quien el propio Obama ungió las deshonras fúnebres– y del ascendente grupo cuatripartita de potencias emergentes, todavía muy laxo, BRIC.

El G-20 representaría más bien el núcleo duro de un G-11 que no se atreve a pronunciar su nombre, con otros nueve agregados culturales, como el mediocre México calderonista que apoya ciegamente las políticas financieristas de la dupla anglosajona que son veneno puro para nuestro país y el resto del mundo, como ha quedado asentado con las estériles medidas adoptadas en las pasadas tres cumbres que han tenido más sonoridad estruendosa que contenido en sus nueces publicitarias.

No se puede esperar demasiado de la cuarta cumbre del G-20, bajo control anglosajón, debido a que la crisis es estructural y no coyuntural cuando ninguno de los mandatarios de EU y GB se atreve a tomar las medidas terapéuticas apropiadas y prefieren en su lugar la descomposición del sistema financiero internacional con el fin de no pagar, en lo inmediato, altos costos políticos.

Son tiempos de la mediocridad política global (baste ver la pésima conducción de Calderón en México, quien anda feliz en su Titanic hundiéndose) –con sus justas excepciones, como en las latitudes del BRIC, aunque todavía muy timorato, y en otros países emergentes medianos como Turquía– y no de estadistas que entienden el zeitgeist, el espíritu de la época.

La dupla anglosajona evitará a toda costa que se lesionen sus intereses del manejo especulativo de los derivados financieros, en los que detentan el inmenso poder de su tecnología operativa mediante supercomputadoras de ensueño, y su control oligopólico (v. gr. las hilarantes cuan descalificadas calificadoras de crédito causales de varios cataclismos).

Tampoco China, como acaba de amenazar públicamente, aceptará que la revaluación forzada de su divisa, el yuan, se convierta en el propicio chivo expiatorio de la cuarta cumbre del G-20 en Toronto, que exhibe simultáneamente su acefalia y su impotencia frente a la segunda fase del tsunami financiero global causado por la banca israelí-anglosajona.

El centro de pensamiento financiero LEAP/E2020, en su publicación GEAB número 46 (15/6/10), expone la fase de dislocación geopolítica mundial que optó negar cómodamente el G-20.

La multicrisis se escenifica en torno de cuatro puntos de falla individual: 1. la deuda pública occidental; 2. la austeridad europea; 3. la inflación china, y 4. el decrecimiento de EU.

El centro europeo explica el significado de punto de falla individual (SPOF, por sus siglas en inglés: single point of failure): Punto de un sistema informático del que depende el resto del sistema y cuyo desperfecto ocasiona la parálisis completa del sistema; una de sus características es que no puede ser protegido.

A juicio de LEAP/E2020, los cuatro puntos de falla individual enunciados serán afectados por un choque mayúsculo en el segundo semestre de 2010 (es decir, a partir de julio en adelante) que provocarán una crisis sectorial, regional y/o global.

El centro europeo se mofa de que hace solamente un año, el G-20 pretendía establecer una nueva gobernación mundial y EU creía organizar un nuevo sistema dependiente de sus prioridades.

A principios de junio, los ministros de Finanzas de G-20 durante su desangelada y congelada reunión de Busan (Corea del Sur) no solamente no se pusieron de acuerdo sobre un impuesto bancario mundial (idea apadrinada por Washington, Londres y la zona euro), sino que, además, rechazaron la propuesta estadunidense de apoyar nuevos planes de estímulo.

El grave problema de EU es que en otoño, en vísperas de cruciales elecciones legislativas, vence su sobredosis de inyecciones de estimulación financiera para conservar su intratable adicción consumista a costa del resto del planeta.

LEAP/E2020 aduce que sin un endeudamiento público creciente, la economía de EU está condenada a una crisis mayor, ya que después de dos o tres décadas no produce más que deuda y no exporta más que deuda, por lo que nadie (sic) desea participar un juego global que dependa de las reglas estadunidenses.

¿Dónde quedó, pues, el nuevo órgano central de gobernación mundial propuesto hace un año por el G-20 cuando hoy cada uno de sus actores juega en forma egoísta e individual?

Sucede que los contextos de cada gran potencia son tan diferentes que no pueden existir respuestas comunes; más aún cuando EU ya no es capaz de imponer su liderazgo.

¿Cómo imponer un liderazgo global cuando ni siquiera existen líderes a escala minúscula de los países?

Insistimos: no se puede realizar el cambio a un nuevo paradigma por la decadente, cuando no putrefacta, vieja clase política del ancien régime neoliberal global, hoy totalmente caduco cuan inoperante.

Lo peor: la vieja clase política no entiende nada de la magia especulativa de los depredadores banqueros, quienes acabaron siendo unos vulgares brujos aprendices, lo que ha expuesto dramáticamente la acefalia mundial.

Más: ¿cómo se puede pretender a un liderazgo global cuando cunde la desglobalización?

Lo mejor, a nuestro humilde entender, sería convenir a grupos regionales que reflejen el incipiente nuevo orden multipolar regional. Si el mundo ingresó ya a la nueva fase de desglobalización, con el corolario de la regionalización (el BRIC en geoeconomía; el BIT –Brasil, Irán, Turquía– en geopolítica), ergo: los nuevos organismos del presente y el futuro del siglo XXI son necesaria e irrevocablemente regionales.

GB llega a la cuarta cumbre de Toronto con el nuevo gobierno de Cameron-Clegg que se está fracturando antes de empezar a cogobernar, mientras Obama acude todo mancillado por el vertido petrolero de las trasnacionales texanas y británicas que causaron la mayor catástrofe ambiental en el Golfo de México, lo cual en su conjunto exhibe la impotencia y la acefalia del G-20 en todos los rubros de la actividad humana.

Lo que los ciudadanos del mundo –mucho más preclaros que los supuestos conductores de masas y controladores de mercados– deben entender es que la salvación del planeta pasa por una nueva clase política, por emerger inevitablemente, que no haya sido infectada por el virus incurable de la unimundialista globalización neoliberal.