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Por dos días el crimen organizado hizo una tregua, forzado por los vientos y la abundante lluvia

Calderón ofrece a NL ayuda al límite, tras el paso de Álex

En su visita a Monterrey elude a afectados; los daños más graves los observa por aire

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El presidente Felipe Calderón Hinojosa, ayer en la tarde, durante un breve recorrido por las zonas afectadas por la tormenta Álex, en Monterrey, Nuevo LeónFoto Notimex
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Aspecto del río Santa Catarina, desbordado por el paso de ÁlexFoto Sanjuana Martínez
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Habitantes de Monterrey observan un tramo de carretera destruido por el huracánFoto Reuters
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Pobladores de los ejidos Marte R. Gómez, Las Conchas, La Soledad y Corpus Cristi, de Padilla, Tamaulipas, fueron llevados a refugios en la cabecera municipalFoto Pablo Martínez Borrego
Enviada y corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 3 de julio de 2010, p. 27

Monterrey, NL, 3 de julio. En su visita a esta ciudad colapsada tras el paso de la tormenta Álex el presidente Felipe Calderón no tuvo contacto con damnificados y los daños graves los observó desde el aire.

Para el mandatario las pérdidas humanas (siete) es verdaderamente minimizado aunque ofreció ayuda hasta el límite de sus posibilidades humanas, operativas, presupuestales y legales para superar esta contingencia.

Su estancia en Monterrey fue de poco más de dos horas, tiempo en el que ni las autoridades federales ni estatales pudieron cuantificar la magnitud de los daños. Colapsado, fue la palabra que repitió más el gobernador Rodrigo Medina para describir la situación de la entidad.

En tres ocasiones Calderón preguntó al político priísta si tenía un cálculo de las familias y viviendas afectadas y la respuesta de Medina fue: No tenemos un estimado cercano a lo que sea real, lo que podemos decir es que todos los municipios del área metropolitana tienen afectaciones, unos más, otros menos, sobre todo los ubicados en las márgenes de los ríos.

Ante la insistencia del Presidente, el mandatario local comentó que iban a esperar a que bajaran las aguas para dar cifras, quizá mañana. Sólo mencionó que desalojaron a 7 mil personas.

Fue similar la respuesta del secretario de Obras Públicas, Lombardo Guajardo, quien explicó que la infraestructura tuvo daños incalculables, pero tenemos algunos estimados que preferiría guardármelos y esperar a que bajen los niveles de escurrimiento.

Gira de última hora

La gira presidencial se programó de última hora y fue la primera relacionada con un desastre natural en que Calderón no conversa con las familias perjudicadas y sólo lo hizo con funcionarios. El mismo día en que el Instituto Federal Electoral prohibió mensajes gubernamentales en vísperas de la elección, el Presidente se fue al extremo de eludir a la gente.

Su itinerario incluyó un sobrevuelo en helicóptero que le permitió observar el desbordado río Santa Catarina; después estuvo unos minutos en la avenida Constitución, desgajada justo enfrente del Puente del Papa, como se conoce el lugar donde dio mensajes Juan Pablo II en sus dos visitas a Monterrey.

La situación anterior ocurrió, porque a lo largo de 45 kilómetros el río Santa Catarina destruyó los taludes e infraestructura de las avenidas Morones Prieto y Constitución, la columna vertebral de la ciudad, además de cuatro puentes y 60 vados.

Después, en el salón Soldadores del Parque Fundidora, el Presidente ofreció sus condolencias a las familias de las víctimas y felicitó a las autoridades de Nuevo León y de Tamaulipas, la otra entidad afectada, porque se evitó una tragedia mayor.

El parámetro para hacer esta afirmación fue que el promedio de precipitación pluvial fue superior a los 400 milímetros y llegó en una estación a 890 milímetros cuando el huracán Gilberto, de mayor categoría, fue de 300 milímetros y provocó 282 muertes en 1988.

Gobernación declara 21 municipios en emergencia

La Secretaría de Gobernación (SG) emitió una declaratoria de emergencia para 21 municipios de Nuevo León afectados por la depresión tropical Álex –que fue huracán hasta la noche del miércoles, cuando tocó tierra–, informó la coordinación general de Protección Civil de la dependencia.

Con esta medidas se activan los recursos del Fondo de Desastres Naturales y las autoridades de la entidad contarán con recursos para atender las necesidades alimentarias, de abrigo y de salud de la población afectada.

Los municipios con mayores daños son, entre otros, los metropolitanos de Monterrey, Guadalupe, San Nicolás de los Garza, San Pedro Garza García, Santa Catarina, General Escobedo y Apodaca, y los suburbanos García, Juárez, Cadereyta y Santiago. Fuera del área conurbada, según Protección Civil, los más afectados son Montemorelos, Terán, Allende y Linares, en la región citrícola.

Al encabezar una reunión de evaluación con su gabinete y alcaldes metropolitanos, el gobernador Rodrigo Medina de la Cruz dijo que mientras llegan los recursos federales, su gobierno iniciará la inmediata reconstrucción de la infraestructura dañada con mil 400 millones de pesos del Fondo Metropolitano, que estaban destinados para diversas obras.

Álex produjo en Nuevo León 8 mil damnificados, muchos de los cuales perdieron todo su patrimonio al ser arrastradas sus viviendas por las corrientes de ríos y arroyos. De las más de 6 mil 500 personas desalojadas; 600 permanecían ayer en albergues.

El fenómeno deja siete muertos, miles de damnificados y cuantiosas pérdidas materiales

Sanjuana Martínez Especial para La Jornada

Monterrey, NL, 2 de julio. El agua de Álex bufó durante 36 horas sobre la Sultana del Norte, el lugar preferido por los huracanes para morir arropados en sus imponentes montañas. Mortífera, brutal, fiera, y salvaje, el agua buscó y reclamó sus antiguos cauces en los renegados ríos secos que rodean la ciudad, usurpados por la voracidad inmobiliaria y el desatino gubernamental.

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En Saltillo, Coahuila, la lluvia originó deslaves e inundaciones en las zonas bajas de la ciudadFoto Notimex

El huracán, convertido en tormenta tropical, cobró la vida de siete personas, dejó decenas de damnificados y millonarias pérdidas. Pero por lo menos durante dos días, gracias a Álex, la ciudad vivió la paz que desde hace tres años había perdido: el crimen organizado hizo una tregua, forzado irónicamente por los vientos huracanados y la abundante lluvia.

Desde el miércoles por la noche la Sierra Madre Oriental recibió el embate del huracán. En sólo unas horas, el río Santa Catarina que circunda la ciudad creció como no lo hacía desde hace 22 años cuando el huracán Gilberto sembró en su lecho decenas de cadáveres.

El Santa Catarina ha sido testigo de históricos desbordamientos como el de 1909 y el huracán Beulah hace 41 años. Pero luego fue engullido por la ambición gubernamental que regenteó su lecho para construir infraestructura urbana: campos de futbol y golf; pistas de go karts y bicicletas, mercados populares, circos, patinaderos. El estado olvidó que no hay nada más traicionero que un río seco. Todo quedó reducido a escombros.

Durante la mañana del jueves, en su convulsionado paso, el agua del río, revuelta y color tierra, rugía y bufaba, anticipando a los ciudadanos lo que estaba por llegar. Las inundaciones no se hicieron esperar: decenas de pasos a desnivel quedaron paulatinamente anegados, carriles de autopistas y carreteras desaparecieron en los deslaves, y amplios sectores permanecían en penumbra y sin servicio de agua potable. El colapso de los servicios primarios sólo acababa de empezar y terminaría por privar a más de cien mil familias de ese servicio y los de luz y teléfono.

Calles y avenidas, auténticos ríos

La lluvia prodigiosa desbordó los arroyos secos del Topo Chico y San Agustín y llenó los paupérrimos ríos La Silla, Pesquería y Hualahuises. Niños y jóvenes que jamás habían visto agua por los cauces de estos áridos torrentes se mostraban sorprendidos ante el espectáculo fluvial.

La riada inundó rápidamente las colonias aledañas. El nivel del agua subió vertiginosamente y los equipos de rescate desalojaron exitosamente, en unas cuantas horas, a más de 7 mil personas. La corriente anegó con agua y escombros, en cuestión de horas, muchas casas cercanas a ríos y arroyos, y sus habitantes no tuvieron más remedio que subir a los techos. Desde allí pidieron ayuda, esperando toda la noche, hasta que el cúmulo de incidencias permitió el rescate de más de 60 mil personas.

La crecida convirtió calles y avenidas en auténticos ríos. Los coches varados fueron pronto arrastrados, sin que sus improvisados conductores pudieran hacer nada más que saltar y nadar hasta la orilla para salvar sus vidas o esperar la ayuda. Los valientes rescatistas trabajaron ininterrumpidamente por aire y tierra.

La recomendación que hicieron las autoridades un día antes fue muy clara: No salgan de sus casas, las clases se suspendieron y las actividades laborales serán reducidas en la medida de lo posible. La consecuencia fue inmediata: la fuerza productiva de Monterrey funcionó al 50 por ciento y ocasionó pérdidas millonarias.

La fiereza de las aguas del Santa Catarina no respetó ni a la Virgen de Guadalupe: ¡Que la rescaten!, gritaba una señora; pero la imagen de la patrona de México construida en acero y colocada hace unos años a un margen del río sobre la avenida Morones Prieto desapareció a pesar de sus 12 metros de altura y 10 toneladas de peso. Los puentes peatonales se esfumaron con el diluvio, sus estructuras se convirtieron en un amasijo de hierros atorados en el inmenso aluvión de piedras revolcadas a gran velocidad desde el majestuoso Cañón de la Huasteca.

Las corrientes de los apaciguados ríos y arroyos de Monterrey arrastraban coches, camiones, tráileres, muebles, pedazos de casas, personas… Una ambulancia de la Cruz Verde con dos paramédicos desapareció mientras se dirigía a realizar un rescate.

Para el viernes por la mañana el espectáculo era otro: derrumbes, deslaves, escombros, cierres de avenidas y carreteras. La gente salía de sus casas para buscar la foto de la devastación y la crecida de ríos. La lluvia había cesado pero la incomunicación predominaba. El caos se apoderó de la ciudad. Los principales accesos y vialidades quedaron bloqueados.

Las aberraciones urbanísticas construidas a golpe de corrupción quedaron al descubierto. La madre naturaleza fue vengativa. El agua buscó su camino y lo encontró a pesar de los muros de contención, edificios y casas habitación. Los aludes se llevaron carriles de la avenida Constitución y cientos de calles alrededor de la ciudad. Algunos barrios quedaron reducidos a escombros. Álex dejó miles de damnificados.

Finalmente después del pánico y la destrucción llegó la calma. El agua, el preciado y líquido se quedó en Monterrey. La precipitación pluvial dejó más de 600 milímetros de histórica captación. Un dato nada malo para el candente verano regiomontano que se avecina.