Estudiar en prisión:
entrevista con El Rayo

Sergio Aldama

"Cigarros Delicados, cigarros de a peso”, eso es lo primero que oyes cuando caminas por el llamado kilómetro en el Reclusorio Oriente.

“Somos muy pocos los que aquí estudiamos”, comenta Jacinto, conocido como El Rayo, mientras se sienta para platicar. “Nos olvidamos de todo aquí, nos sumergimos en los libros, en debates, estudiando; es una salida, y se la debo a la universidad”.

Algunos entran en el aula con libros en la mano, se saludan con una palmada en la espalda. Es día de recibir calificaciones y hay quienes presumen de haber obtenido un diez.

El Rayo es estudiante de octavo semestre de la carrera de Derecho en el Programa de Educación para Centros de Readaptación Social en el Distrito Federal (PESCER) de la UACM. “Yo estudio Derecho por las injusticias de nuestro sistema penal, claro que quiero que se castigue al delincuente, siempre y cuando se haga una investigación real. En nuestro país la justicia trabaja por medio de formatos1. Y añade, “créeme, es bien fácil dentro de la corrupción empinar a cualquier persona”.

Más de 50% de los estudiantes del PESCER en el Reclusorio Oriente son ex servidores públicos o personas que trabajaron para el Estado. El programa atiende a siete centros penitenciarios del D.F.; las carreras ofertadas son Derecho con 87 % de la matrícula estudiantil, Ciencia Política y Administración Urbana con 10% y finalmente Creación Literaria, con el 3 por ciento.

Aquí se distinguen los reclusos por la marca de sus tenis (única prenda que puede ser de cualquier color); la playera, la bermuda, el short o los pantalones, han de ser de color beige.

Jacinto fue comerciante allá por Tepito, taxista y, orgullosamente –dice él– universitario de la Facultad de Administración de la UNAM. “Gracias a Dios tuve unos padres maravillosos que siempre me trataron de alejar del barrio para que no me maleara, me dieron la posibilidad de estudiar; por estúpido no terminé mi carrera, y pues ahora estoy aquí. Cuando entré, me curé de mis vicios, era bien borracho –risas– ahora hago deporte, soy asesor de preparatoria, plancho y lavo mi ropa, hasta aprendí a guisar –risas– . Vivo en una estancia donde ninguno de mis compañeros se droga”.

Para titularse como licenciado en Derecho, El Rayo presentará una tesis sobre la reincidencia en los penales de nuestro país. Ha llegado a algunas conclusiones: “La ley nunca investiga, los policías siempre te llevan aunque no hayas cometido un delito, con el hecho de ser reincidente te plantan casos sin resolver que tienen en el baúl y vas para adentro; al fin que a ellos les pagan cinco mil pesos por cada delincuente que encuentren en la calle”.

De acuerdo con el artículo 18 constitucional: “El sistema penitenciario se organizará sobre la base del trabajo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción social del sentenciado procurando que no vuelva a delinquir. La realidad lo contradice, porque quien está en prisión por haber robado para tener qué comer, adentro sigue siendo el que no tiene para pagar la comida y debe hacer largas filas para conseguir el rancho y estar presente en sus cuatro pases de lista al día. Así le niegan la posibilidad de asistir a los cursos o talleres para la reinserción social. Aquí dentro, como afuera, la educación, el deporte y la salud siguen siendo privilegios para los que tienen un poco más, no para los más pobres”.

Y añade El Rayo, “yo pago a los custodios mis cuatro pases de lista del día para poder asistir a la escuela. Tengo unos ángeles grandotes que son mi familia, me apoyan moral y económicamente, aunque mi hermana nunca me vino a ver porque ahora ya soy de los malos”.

Aquí el tiempo sin dinero no sirve de nada, El Rayo gasta de treinta a cuarenta pesos diarios; afirma que “en este lugar todo lo que dice la Constitución es letra muerta. México vive en un estado de impunidad permanente, como dice uno de mis alumnos, ni son todos los que están, ni están todos los que son”.

Además de estudiante, El Rayo es profesor en el bachillerato del reclusorio. “Cuando doy mis clases todo el tiempo motivo a mis muchachos –algunos tienen más de 50 años– les digo que deben perseguir sus ideales hasta la muerte, porque el día que el sistema te hace perder la dignidad estás muerto en vida, una persona que se humilla, se poncha, como decimos aquí. Porque, aunque me golpearan y me torturaran hasta la muerte no dejaría de creer en mis ideales, por algo así, sí merecería estar en la cárcel”.

El ímpetu en las palabras de El Rayo hace pensar que te pueden encerrar, pero no pueden cancelar tus pensamientos, tu creatividad, tus deseos de que la justicia sea igual para todos.

Jacinto está a punto de terminar su carrera y le llena de orgullo egresar al mismo tiempo que su hijo mayor: “él es mi ídolo, estudia Ingeniería, allá afuera, en el Politécnico. Alguna vez me escribió una carta y creo fielmente en su escrito: la gente no es lo que aparenta, sino lo que piensa”.

Para el filósofo Fernando Savater “entre los baremos básicos que pueden señalarse para calibrar el desarrollo humanista de una sociedad está como primer término la educación y segundo su sistema penitenciario”. En nuestro país, tanto dentro como fuera se tiene que seguir luchando para sobrevivir, enfrentándose día a día a las desigualdades y la violación de los derechos humanos; aquí nada cambia, el acceso a la salud, a la educación, a una alimentación adecuada, dentro y fuera sigue siendo para los que más tienen.

Pregunto, ¿qué diría entonces Savater de nuestro nivel de desarrollo como sociedad?, ¿qué decimos nosotros?

Sergio Aldama es egresado de la licenciatura en Comunicación y Periodismo de la FES Aragón, UNAM

[email protected]


1 Según él, se trata de hojas impresas con los datos de identidad de delincuentes que no han sido capturados. Si alguien llega al reclusorio acusado de otra falta y presenta los rasgos físicos del “formato”, de inmediato le suman otros delitos que el presentado no ha cometido.

Regresar al inicio