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Ver día anteriorDomingo 4 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El modelo migratorio filipino
F

ilipinas es un exportador neto de mano de obra. El gobierno impulsa, promueve, coordina, controla y negocia la emigración de sus nacionales. De los 8 millones de migrantes filipinos, 3 son permanentes, 4 temporales y uno irregular. Este alto índice de migración legal le ha valido ser reconocido como modelo a escala mundial. Todos los años sale un millón de migrantes temporales a múltiples destinos, de manera legal, ordenada y regulada.

El gobierno controla a las agencias de reclutamiento y con los años ha podido establecer reglas y mejorar las condiciones para los migrantes. Esto se traduce en un mayor flujo de remesas para el país, que en la actualidad suman 18 mil millones de dólares. Las agencias reclutadoras operan en el marco regulatorio del Estado filipino y de acuerdo con los tratados bilaterales. Esta buena reputación de migración legal, ordenada y capacitada le ha permitido establecer múltiples acuerdos en este rubro con diversos países de la región: los países petroleros del golfo, la región circunvecina del este de Asia: Malasia, Singapur, Corea, Japón e incluso con varios países europeos.

Existe también un grupo importante de filipinos en Estados Unidos, dado que fue colonia por más de medio siglo y hay asentamientos importantes de migrantes en Los Ángeles, San Francisco y Florida. Sin embargo, Filipinas no tiene ningún acuerdo migratorio con Estados Unidos. En la actualidad hay una emigración de trabajadores calificados y hubo, hace ya un tiempo, una migración importante de enfermeras, pero el flujo migratorio actual es muy limitado. Los maestros a escala mundial para los acuerdos migratorios no han podido establecer ninguno con los estadunidenses. Ni siquiera por haber sido aliados durante la Segunda Guerra Mundial en el escenario bélico del Pacífico.

Otra característica de la migración filipina es su calificación de rango medio. Es famoso su programa de formación de enfermeras para abastecer al mercado mundial. Los programas educativos de enfermería están certificados a escala internacional y la experiencia ha demostrado que son muy competentes en su trabajo. Les ayuda, obviamente, que sepan hablar correctamente el inglés. Otro programa exitoso ha sido el de formación de personal calificado para buques mercantes, y son miles los filipinos que trabajan como tripulantes en la industria naviera mundial. Nuevamente, les ayuda la capacitación y el manejo del idioma.

Otro programa de capacitación de migrantes que llevan a cabo los filipinos es el de las empleadas domésticas. Tienen cursos cortos de 35 horas, donde les enseñan asuntos básicos de primeros auxilios, manejo de alimentos y atención de niños y personas discapacitadas. El programa, conocido como las súper nanis, ha sido exitoso porque ha sido complementado con una condicionante de salario mínimo de 400 dólares establecidos en los contratos. En el campo de la protección a su población migrante, los filipinos están dando los primeros pasos, pero lo están haciendo de manera diferente, poniendo condiciones a los contratistas y a los países con los que tienen acuerdos

Los tres programas de capacitación de migrantes son de rango medio, los tienen que pagar las personas interesadas y sólo de esta manera pueden enrolarse en el sistema migratorio. Luego tienen que pagar a las compañías reclutadoras que tienen los contratos. Hay todo un negocio en torno a la migración. En Arabia Saudita trabajan un millón de filipinos en muy diversas actividades: servicio doméstico, limpieza, hotelería, construcción, petróleo, etcétera. Las condiciones salariales son aceptables, pero las condiciones humanas y migratorias son deplorables. Hay un control muy estricto de la población migrante, se les confisca el pasaporte hasta que cumplan con su contrato, no hay ninguna posibilidad de establecerse de manera definitiva, ni de integrarse a la sociedad, menos aún de casarse o naturalizarse. La sociedad saudita obviamente depende de la mano de obra filipina. Y esto quedó perfectamente claro durante la Guerra del Golfo. Mientras los migrantes en Kuwait fueron utilizados como carne de cañón y muchos tuvieron que huir despavoridos, en Arabia Saudita se llegó a un acuerdo con el gobierno filipino, para que controlara a su población y no abandonaran sus puestos de trabajo. El pánico fue conjurado por los propios funcionarios del gobierno filipino, quienes informaron a su gente sobre el apoyo militar de Estados Unidos al gobierno saudita.

Filipinas lleva 35 años con una política expresa de exportación de mano de obra. Pasan los años y los gobiernos y la siguen aplicando y perfeccionando. Es una política, obviamente, popular, prácticamente no hay oposición. El país es pobre, sobrepoblado y con muy pocas alternativas laborales. La gente se quiere ir, quiere ganar en dólares y mandar dinero. El gobierno le ofrece la oportunidad y tiene el monopolio del control migratorio. Los acuerdos bilaterales le permiten canalizar la mano de obra de manera legal y ordenada. La condición de insularidad del país también es otro factor que cuenta, ya que es más fácil controlar las salidas. Nadie viaja al exterior sin un contrato o una visa.

Es un modelo exitoso de exportación de mano de obra, pero no es un modelo que genere desarrollo. En la agricultura trabaja 40 por ciento de la población activa. Obviamente, las familias de los migrantes viven mejor, pero los indicadores básicos del país en su conjunto son malos: la tasa global de fecundidad es de 3.5 hijos por mujer; el índice de desarrollo humano deja mucho que desear, es semejante al de El Salvador; el nivel de ingreso es de los más bajos de la región Asia Pacífico. La situación es tan mala que algunos médicos filipinos han optado por salir del país con permisos de trabajo de enfermeros.

En México no tenemos política migratoria. Sería imposible aplicar el modelo filipino porque Estados Unidos no negocia nada en materia migratoria. El resultado es el mismo, la gente se va. Pero lo hace en peores condiciones, de mojados, sin orden ni concierto.