Opinión
Ver día anteriorLunes 5 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Hechos, no palabras
E

l camino que llevó a L’Aquila, Italia, a personajes como el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y al de Francia, Nicolas Sarkozy, no ha sido fácil para nadie, como tampoco lo fue para los otros jefes de Estado y de gobierno que asistieron a esa reunión, unos por el G-8, otros por el G-20, o por su propio derecho derivado de sus altos puestos en los gobiernos que representaron.

De ambos encuentros han salido solamente documentos y discusiones, que tampoco integraran otro tramo de camino, de suyo el más áspero y difícil, que viene a México, a Cancún, y en esta ocasión se trata de obtener, no únicamente lo que sería considerado el Protocolo de Kyoto mejorado, sino que se trataría de un nuevo tratado en el que se regule la participación de los países más industrializados del planeta y que tengan también más posibilidades de ser los más poblados, ya que aquellos países que tienen recursos de petróleo y de gas en su territorio, son un polo de atracción para los que provienen de territorios que no lo poseen, para bien o para mal, pero, lisa y llanamente, no tienen combustibles fósiles en su subsuelo y, por tanto, son obligadamente importadores de éstos.

Algo pasa que los gobiernos que manejan petróleo y gas en alguna de sus formas tienen también mayores recursos de trabajo para crear fuentes de empleo, o por lo menos si no cuantivamente, sí de manera que los trabajadores de las compañías petroleras, estatales o de la iniciativa privada, ganan más, individualmente, y es así que deciden emigrar a países vecinos o cercanos y se produce así una corriente migratoria, que está resultando cada vez más problemática y generadora de dificultades.

El caso de México es muy difícil, por otras razones a los problemas que se generan y que ya se mencionan más arriba. Es bien sabido que de aquí, de México hacia el norte, nuestros compatriotas se van, o bien porque en su propia tierra no hay trabajo, o porque, si lo hay está muy mal pagado, y porque sus fuentes son precarias y frecuentemente tienen que andar de estado en estado buscando mantener una fuente de empleo que les permita vivir decorosamente, él mismo y su familia completa, que generalmente es muy numerosa, y los trabajos que hay son igualmente precarios, inestables y mal pagados, y para rematar ofrecen pocas oportunidades de aprender nuevos oficios o técnicas que les permitan ofrecer a sus hijos, algo que valga la pena; en su propia patria.

Lo que se trate próximamente en Cancún será de importancia capital para lograr crear suficientes plazas de trabajo que eviten la migración masiva hacia el norte, y que permitan también que del esfuerzo conjunto del sector oficial, con el de la iniciativa privada, tienen que surgir nuevas oportunidades que nos permitan arraigar a lo mejor de nuestra mano de obra en México mismo, y para arreglar nuestras leyes dentro de nuestro Poder Legislativo, y no esperar que la solución nos venga de fuera.

El otro aspecto, el que determina la velocidad con la que se podrá estabilizar el cambio climático en nuestro territorio, que es un ingrediente crítico que ya no se puede posponer. Quienes van a representar a México en la próxima cumbre de Cancún, no pueden soslayar lo que las publicaciones técnico-científicas nos dicen: que cada año de demora para lograr estabilizar el clima mundial cerca de dos grados centígrados, agregará 500 mil millones de dólares que llevará las necesidades de inversión hasta 10.5 trillones de dólares en el periodo 2010-2030, los representantes que asistan a la Climate Change Conference (conferencia para los cambios del clima de las Naciones Unidas) no deben perder de vista esto. El tiempo ha llegado para hacer de las necesidades más importantes acciones concretas y no nuevas promesas.