Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lendemain de Toronto
L

a búsqueda del antónimo de víspera en algunos diccionarios mostró que tal palabra no existe en castellano. Para expresar el concepto se necesitarían al menos dos vocablos: día siguiente, por ejemplo. Ante esta insuficiencia, me apoyo en el hermoso término francés con ese significado. Tras examinar, hace dos semanas, lo ocurrido en vísperas, dedico dos notas sucesivas a discutir lo que cabe esperar del lendemain de Toronto.

Se sucedieron, dentro de la misma provincia canadiense, dos reuniones de líderes políticos: la más esperada y discutida, la del Grupo de los Veinte (G-20), se desarrolló en la capital de Ontario el 27 y 28 de junio, entre medidas de seguridad que trastornaron el latir urbano de la metrópoli y los episodios de represión ya habituales. Huntsville, pequeña localidad no muy distante, había alojado los días inmediatos anteriores a la otra cumbre, la del Grupo de los Ocho (G-8). No dejaron de llamar la atención dos hechos: en esta ocasión la reunión del G-8 asumió un bajo perfil: se le mantuvo alejada de los reflectores, sin la abrumadora propaganda que, por lustros, ha solido rodear a este cónclave anual. Además, se decidió identificarla no con el topónimo de su sede, que es lo usual, sino acudir al nombre originario del río en cuya margen oriental se estableció la villa de Hunt. Destaco estas dos muestras de corrección política, inesperadas en el por lo general arrogante G-8. Por una parte, aunque el nombre de Huntsville no está conectado con la cacería –actividad que por fortuna ha caído en descrédito, sin por ello dejar de practicarse en varias naciones del G-8–, quizá los hacedores de imagen, temerosos en estos tiempos de culto al ambiente de la anfibología del apellido del fundador de la ciudad, prefirieron hablar de la cumbre de Muskoka. Por otra, al aludirse a sí mismo, en el portal de la cumbre, el grupo se proclama integrado por ocho de las naciones más industrializadas del mundo, sin volver a presentarse como las ocho, como hacía en el pasado. Esta modestia alcanza al texto mismo de la declaración del G-8, que lejos de autoatribuirse la reciente reactivación de la economía y las finanzas mundiales, la endosa, como en mayor medida corresponde, al trabajo del G-20. Si estas actitudes persisten, quizá lleguen a ser consideradas como las primeras muestras del espíritu de Huntsville, que insufló alguna prudencia en los habitualmente prepotentes ocho.

Quizá el factor que explica este recato fue que el G-8 se percató de la inconveniencia de aparecer dictando temas, enfoques y conclusiones al G-20. Se procedió, entonces, a una escrupulosa división de asuntos: la evolución y perspectiva de la crisis y las acciones para hacerles frente correspondería exclusivamente al G-20, designado hace nueve meses en Pittsburg locus primario de la cooperación internacional para el desarrollo. Así, salvo algunas referencias inocuas por su generalidad, la declaración de Muskoka no aborda la crisis y sus secuelas, tema central de la declaración de Toronto. Es difícilmente concebible, sin embargo, que en sus intercambios informales los líderes del G-8 se resistieran a abordar el debate central del momento: debe seguir dándose primacía a las políticas de estímulo al crecimiento para consolidar la reactivación de la economía y el empleo, o debe, más bien, acudirse desde ya a las políticas de consolidación fiscal, reducción del endeudamiento y abatimiento de los déficit públicos.

Naturalmente, no se llegó a una respuesta única. Varios países –liderados por Estados Unidos– se expresaron en favor de, ante la fragilidad de la recuperación y el riesgo de recaída, llevar adelante las acciones de estímulo, orientándolas sobre todo a fortalecer el empleo. El déficit de fuentes laborales debe preocupar más que el fiscal y debe darse prioridad a las políticas y acciones destinadas a superarlo, por la vía de estimular las actividades productivas creadoras de trabajos estables, bien remunerados. Sin embargo, la tesis de que la mejor manera de alcanzar la recuperación sostenible, con impacto positivo y duradero sobre el empleo, es proceder cuanto antes a la consolidación de la situación financiera, abatiendo déficit fiscales y niveles de deuda, liderada por Alemania y Francia, fue también vigorosamente expresada.

En la declaración de Muskoka se recoge una fórmula de transacción, más bien abstracta, con la que difícilmente alguien podía estar en desacuerdo, pero que no aporta pistas en términos de acciones de política: En momentos en que la recuperación echa raíces, enfrentamos una encrucijada crucial, en la que la esperanza y el optimismo incipientes deben conducir a construir, en todo el mundo, sociedades más seguras, equitativas, incluyentes y sustentables, que otorguen mayor prioridad a mejorar el bienestar de la población, evaluándolo con efectividad.

Mucho más específicamente, en la declaración de Toronto se señala: Es crucial fortalecer la recuperación. Para sostenerla, necesitamos continuar implementando las políticas de estímulo existentes, al tiempo que se crean condiciones para robustecer la demanda privada. Simultáneamente, como muestran acontecimientos recientes, destaca la importancia de la sostenibilidad de las finanzas públicas y la necesidad de poner en marcha planes que la garanticen y resulten creíbles, adecuadamente graduales y congruentes con el crecimiento; diferenciados y diseñados en función de las circunstancias nacionales. Las expresiones a las que se añadió énfasis han sido interpretadas como la admisión de que no cabe esperar nuevos grandes programas adicionales de estímulo económico y de que los ritmos y alcance de las acciones de consolidación fiscal y reducción de deuda serán decididos individualmente por los diferentes países.

No hubo acuerdo sobre cierto número de cuestiones, desde las relativas a regulación y tributación de los bancos hasta las que conciernen a la oportunidad y alcance de las reformas a los organismos financieros internacionales. Se discutirán, hacia finales de año –cuando será claro si la reactivación pudo consolidarse y mantenerse en segundo y tercer trimestres, lo que parece cada vez menos probable– en la siguiente cumbre del G-20, en Corea.