Opinión
Ver día anteriorViernes 9 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Penultimátum

Sinead O’Connor

C

uando el año pasado la cantante irlandesa Sinead O’Connor hizo un llamado público para pedir la renuncia del papa Benedicto XVI, muchos  la calificaron de sacrílega y enemiga de Cristo. Así la llamaron  también 18 años antes cuando, sin explicación de por medio, rompió una foto de Juan Pablo II en el programa de televisión Saturday night live. Pero esta vez su petición pública tenía un motivo: los muchos años durante los cuales el actual pontífice guardó silencio sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes irlandeses. Exijo la renuncia del Papa debido a su despreciable silencio sobre el tema y sus actos de no cooperación con la investigación de los delitos cometidos por el clero irlandés a lo largo de medio siglo, escribió la cantante en una carta que publicó el diario londinense The Independent. Añadía que los papas no tienen problema en manifestar sus opiniones cuando hemos querido anticoncepción o divorcio. Pero si se trata de las maldades cometidas por pedófilos vestidos de sacerdotes, guardan silencio. Es asqueroso, increíble, extraño e inaudito. Ahora representan nada más que la maldad.

Y es que el actual pontífice, cuando era prefecto de las Causas de la Fe, ignoró las peticiones y denuncias sobre los abusos que se cometían en colegios y seminarios de Irlanda, uno de los países más católicos del mundo. Supo perfectamente que  los obispos de ese país encubrían a curas pedófilos y ocultaban la dimensión de las atrocidades que se estaban cometiendo. Luego, como pontífice, tardó cuatro años en expresar su opinión, al conocerse los resultados de la investigación que el gobierno irlandés realizó sobre tales abusos.

Recientemente Sinead abundó sobre el tema en un texto dirigido a los católicos de Estados Unidos, en el que reafirma su catolicismo pero igual su indignación por lo ocurrido en su país y en el Vaticano. En ese texto revela cómo en 2001 el actual pontífice envió a los obispos una carta en la que les ordenaba, so pena de excomunión, guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales cometidos por el clero. Recuerda también que 40 años antes el Vaticano fijó en un documento la obligación de que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas, observaran el más estricto secreto y atenerse a un silencio eterno.

Sinead sabe de qué habla: hija de una madre maltratadora que la obligaba a robar en las tiendas, fue atrapada y condenada a pasar 18 meses en el Centro de formación An Grianán, una de las tristemente célebres lavanderías de las Magdalenas, manejadas por la Iglesia y en las que las internas eran tratadas como esclavas, sometidas a castigos y abusadas por sacerdotes. Una terrible película, Magdalene Sisters, dirigida en 2002 por Peter Mullan, cuenta esa historia.