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Estados Unidos y Rusia dan por concluido el incómodo incidente que duró 10 días

La Casa Blanca y el Kremlin intercambian espías en Viena

No explotar comercialmente el caso con exclusivas de prensa, libros, teatro o cine, el compromiso

En una pista del aeropuerto vienés, como en una película, se realiza en la noche el trueque de agentes

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Una caravana de vehículos con agentes rusos deportados de Estados Unidos se traslada del aeropuerto Domodiedovo hacia la capital de RusiaFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 10 de julio de 2010, p. 19

Moscú, 9 de julio. El intercambio de espías, anunciado anoche por Rusia y Estados Unidos, se consumó este viernes en territorio neutral, el aeropuerto de la ciudad de Viena, con lo cual el Kremlin y la Casa Blanca dieron por concluido el incómodo incidente que, durante 10 días, puso en entredicho la pretendida voluntad compartida de reiniciar la relación bilateral.

Por una de esas paradojas que nadie se explica –habida cuenta del compromiso suscrito por cada uno de los beneficiados con el trueque de no explotar comercialmente las circunstancias de este caso a través de vender exclusivas para prensa, libros, teatro o cine–, la escenografía del canje de espías pareció calcada de una película ambientada durante la época de la guerra fría.

Se quiso evitar convertir en un show el desenlace de este caso de espionaje tan delicado, y resultó todo lo contrario: a la hora acordada, dos aviones, un Yak-40 enviado por el gobierno ruso y un Boeing-767 fletado por Estados Unidos, se encontraron frente a frente, separados por una prudente distancia, en una pista alejada del aeropuerto de Viena.

En uno iban los 10 agentes del servicio de espionaje ruso, expulsados de Estados Unidos esta madrugada tras declararse culpables en Nueva York ante la corte federal de Manhattan.

En el otro avión, los cuatro rusos, condenados por vender secretos a Estados Unidos y Gran Bretaña e indultados anoche por el presidente Dimitri Medvediev.

Llegado el momento, de acuerdo con múltiples testimonios recogidos por las agencias noticiosas internacionales y nacionales, una camioneta negra realizó varios recorridos entre las aeronaves.

Más tarde, se confirmó que los 10 espías rusos llegaron a su destino, el aeropuerto Domodiedovo de Moscú, mientras el avión con los cuatro prisioneros, cuya liberación reclamó Estados Unidos a cambio, tomó rumbo a Washington, tras hacer escala en la base aérea británica de Brize Norton, condado de Oxfordshire, sin que se sepa si alguno de los pasajeros se quedó o no en Gran Bretaña.

Y aquí –conforme a esos mismos guiones de la guerra fría– puede afirmarse que el escándalo se terminó y los canjeados –salvo dos o tres excepciones de quienes difícilmente acepten renunciar a la notoriedad que adquirieron estos días– deberán asumir una vida tranquila, con bajo perfil, escasas apariciones públicas, si es que no en completo aislamiento, quizás hasta con nueva identidad falsa.

A partir de ahora, puertas adentro, la prioridad de los responsables del espionaje ruso será esclarecer de qué modo descubrió la FBI (Oficina Federal de Investigaciones) la red de espías, un rotundo fracaso en términos de dinero y tiempo gastados para forjar la falsa identidad de los agentes expulsados, sin hablar del nulo valor de la información que –dado su irrelevante nivel de infiltración– pudieran haber remitido a Moscú desde comienzos de los años 90 del siglo XX, cuando la mayoría de ellos se instaló en territorio de Estados Unidos.

Como suele suceder en casos como éste, durante años prevalecerá la duda de que la red se vino abajo por una traición de algún agente con identidad falsa aún no descubierto, y se supone que habrá más, o de alguno de los numerosos funcionarios de la estación del SVR (Servicio de Inteligencia Exterior) en Estados Unidos, que se desempeñan con cobertura diplomática en la embajada rusa en Washington, el consulado general en Nueva York y la delegación permanente en Naciones Unidas.

También se buscará a un eventual topo en la sede del SVR en Yásenievo, en las afueras de Moscú, y no debe descartarse que el misterio seguirá sin resolverse hasta que se produzca otra traición, esta vez en el otro bando, la FBI o la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de Estados Unidos.

Entretanto, puertas afuera, comienza también un periodo de recomposición de la relación bilateral entre Rusia y Estados Unidos. La cancillería rusa dio hoy el primer paso en ese sentido mediante un escueto comunicado que señaló que el SVR y la CIA realizaron el canje de espías por instrucciones de los dirigentes políticos de ambos países, basándose en consideraciones de carácter humanitario y en los principios de cooperación constructiva.

Este trueque –enfatiza la cancillería local– se llevó a cabo en el contexto del mejoramiento de las relaciones ruso-estadunidenses y de la nueva dinámica que adquirieron con los entendimientos alcanzados al máximo nivel entre Moscú y Washington para dar a la asociación bilateral un carácter estratégico.