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Bajo la lupa

Renacimiento geoeconómico de Turquía

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Turistas pasean cerca de la mezquita Azul, en Estambul, Turquía. El templo fue construido entre los años 1609 y 1616Foto Ap
L

a transformación vertiginosa del mundo a inicios del siglo XXI se refleja más diáfanamente a nivel de ciertos países emergentes (volátil definición neoliberal), que además, desde el punto de vista geopolítico, son considerados países pivote.

Tal es el caso de lo que hemos acuñado como BIT (Brasil, Irán y Turquía), que bien valdría la pena matizar, ya que Brasil tiende más a ostentarse como superpotencia regional –la mayor de Latinoamérica– con alcances globales (v. gr. el BRIC: Brasil, Rusia, India y China), mientras Turquía e Irán apenas comienzan a posicionarse como potencias más regionales que globales en el nuevo mapa del Medio Oriente (Radar geopolítico, Contralínea, 1/11/09).

En fechas recientes ha llamado la atención la bidireccionalidad del BIT –al que parecen agregarse Siria y Líbano, lo cual se expresa simbólicamente mediante la ausencia de visas para los viajeros de estos dos últimos países con destino a Turquía–, mediante las visitas singulares de los mandatarios de Irán, Turquía y Siria a Sudamérica, así como la reciprocidad del visionario presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva tanto al país persa como a la nación otomana.

Más allá de la piratería israelí en alta mar contra la flotilla de paz encabezada por Turquía, que trasportaba ayuda humanitaria a Gaza –la mayor cárcel viviente del mundo–, Bob Gates, secretario del Pentágono, criticó que el rechazo de la Unión Europea (UE) a recibir en su seno a Turquía le había obligado a voltearse al este (BBC News, 9/9/10). El aserto de Gates es muy discutible, pero refleja la profunda inquietud de Estados Unidos sobre la liberación geopolítica de Turquía.

Landon Thomas Jr. (LT), de The New York Times (5/7/10), aduce que Turquía afirma su poder económico al voltearse al este.

Desde el punto de vista geoeconómico, a juicio de LT, Turquía posee suficientes credenciales para calificar a su membresía del club de 27 países de la UE.

El problema, ahora, es si Turquía –miembro del G-20 y segundo país en la OTAN en número de efectivos– desea pertenecer todavía a la UE, que padece la peor crisis financiera desde su fundación y exhibe un patético crecimiento menor a uno por ciento este año, frente al renacimiento económico de Turquía, que reportó la semana pasada una asombrosa expansión de 11.4 por ciento al primer trimestre, sólo detrás de China.

Desde Estambul, LT comenta que “Turquía es una potencia (sic) económica que crece aceleradamente, con un núcleo de compañías internacionalmente competitivas y emprendedoras que han convertido al juvenil (sic) país en una encrucijada (Nota: hub, en inglés), abriendo suculentos mercados para sus exportaciones en Rusia y Medio Oriente, mientras atrae a cambio miles de millones de dólares de inversiones”.

Pareciera que LT cumple la misión de promotor neoyorquino para el ingreso de Turquía a la UE y se desvive por contrastar sus cifras de hace 10 años –déficit presupuestal de 16 por ciento del PIB e inflación de 72 por ciento– con las azorantes cifras actuales, ahora más cercanas a cumplir los criterios para la adopción del euro y en mejores condiciones que la mayoría de las economías en problemas de la zona cuando se ubica debajo del tope de la deuda gubernamental de 60 por ciento (se encuentra en 49 por ciento del PIB) y con un déficit presupuestal que se pudiera muy bien encontrar debajo del límite de 3 por ciento el año entrante. Todavía la reducción de la inflación, que corre en un 8 por ciento, permanece como uno de los objetivos principales a resolver.

LT describe a varios miembros de la exitosa clase empresarial turca, desde banqueros hasta emprendedores visionarios, que se ha acoplado al conservadurismo social mezclado de políticas económicas fiscales prudentes que implantó el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, del Partido Justicia y Desarrollo, que practica un Islam moderado, a ojos de los analistas occidentales.

Turquía exhibe florecientes mercados de consumo y exportación en medio de un dinamismo flexible, tanto social como económico, que le ha permitido expandir sus lazos comerciales con Israel, Rusia, Arabia Saudita, Irán y Siria, lo cual subraya ahora sus ambiciones de convertirse en el actor político dominante (¡súper sic!) en la región.

LT promueve exageradamente, a nuestro juicio, los previos lazos profundos con Israel, que han quedado sumamente deteriorados, a confesión misma de Debka (4/7/10), presunto portal del espionaje del Mossad.

Sin deseos de caer en un maniqueísmo simplista, ¿aceptarán Irán y Siria concurrir con los negocios de Israel en Turquía?

Dejemos de lado a Israel, que LT coloca en sus peculiares gustos en primer término –asunto de la mayor seguridad nacional, que el muy capaz premier turco Erdogan sabrá manejar–, para mejor ubicar el nuevo posicionamiento de Turquía como lo que es y deberá ser: puente civilizatorio entre Oriente y Europa (por extensión, a Estados Unidos).

Como se notó en la histórica Declaración de Teherán, los alcances del puente civilizatorio turco han alcanzado Sudamérica y el golfo Pérsico mediante el BIT.

Hasta junio las exportaciones turcas habían crecido 13 por ciento y su principal demanda proviene de su periferia inmediata, a la que se han sumado Irak, Irán y Rusia.

LT comenta que las rutas con mayor crecimiento acelerado de su aerolínea, Turkish Airlines, se encuentran en Libia y Rusia, este último su mayor socio comercial, con vuelos a siete ciudades.

Tampoco se puede subestimar el intenso intercambio con Alemania (la mayor potencia geoeconómica europea y segunda potencia exportadora mundial detrás de China), donde habita una amplia población de migrantes turcos.

Destaca que Turquía haya exportado este año mil 600 millones de dólares en mercancías a Irán y Siria (200 millones de dólares más que a Estados Unidos).

No todo es color de rosa, a juicio de LT, quien abulta la participación del gobierno de Azerbaiyán, que posee la mayor compañía petroquímica de Turquía, así como de Arabia Saudita, que ha sido un importante inversionista en el creciente sector financiero islámico (sic) del país. ¿Qué habrá querido decir LT por “banca islámica?

No faltan los nostálgicos entreguistas, quienes actúan como Casandras de la nueva expansión de Turquía al Este, como Ferda Yildiz, empresario muy bien seleccionado por LT, quien advierte sobre los supuestos excesos de la política exterior turca, cuyo renacimiento podría darse a expensas de la duradera inclinación a mirar a Occidente por innovación e inspiración.

Ni Yildiz ni LT se percatan de que el ascenso irresistible de Turquía (por extensión, el BIT) se debe a la decadencia irremisible de Estados Unidos y la UE.

Cuando los empresarios –usualmente ígnaros en asuntos geoestratégicos– se inmiscuyen en asuntos ajenos a su (de)formación, comienzan los serios problemas de los países (lo cual ilustra la decrepitud del México neoliberal).

De tanto centrarse en el rubro mercantilista, a LT se le escapa lo primordial: la conversión de Turquía, también sedienta en hidrocarburos, en la relevante encrucijada energética de Rusia, Irán, Azerbaiyán y Asia Central para sus exportaciones gaseras a la dependiente UE. Y esto rebasa el reduccionista enfoque mercantilista de LT y sus seleccionados empresarios, atados al pasado decadente de Occidente.