Opinión
Ver día anteriorMiércoles 14 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La música del cosmos: escuchando a nuestro universo
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George Smoot, en su oficina
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Modelo geocéntrico de Ptolomeo
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l pasado 6 de julio la sala Nezahualcóyotl, en Ciudad Universitaria, bellísimo espacio hogar de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, se vistió de gala para recibir a un extraordinario hombre de ciencia: el doctor George F. Smoot, premio Nobel de Física 2006, quien impartió una conferencia. Físico y astrónomo estadunidense, nació en 1945. Es especialista en cosmología, ciencia que se dedica al estudio del origen y la evolución del universo.

George F. Smoot visitó México para participar en la más importante reunión internacional sobre relatividad y gravitación, GR19, organizada este año por físicos de nuestro país. El especialista estadunidense recibió el máximo galardón científico por su papel central en la comprensión de la radiación de fondo de microondas que permea la totalidad del espacio y que es una especie de antiquísimo eco de la gran explosión o big bang que marcó el colosal nacimiento de nuestro universo hace 13 mil 700 millones de años.

Este eco primordial no es, desde luego, un registro sonoro, sino radiación del mismo tipo que la luz visible, pero en forma de microondas, invisibles para nuestros ojos pero que pueden detectarse con instrumentos especiales.

Smoot promovió el lanzamiento del satélite Cobe en 1992, especialmente diseñado para registrar con muy alta resolución esa radiación. Así descubrió que lo que en un principio parecía ser un fulgor homogéneo, sin rasgos particulares, tiene en realidad una estructura fina, con zonas ligeramente más calientes o ligeramente más frías que el promedio.

Estas fluctuaciones primigenias son las que dieron lugar a las galaxias, algunas de las cuales (como la de Andrómeda) podemos observar a simple vista en las noches sin luna. Mediante sus telescopios, sin embargo, los astrónomos han descubierto más de cien billones de ellas en el firmamento, cada una conformada a su vez por millones o billones de estrellas, planetas, gas y polvo interestelar (amén de materia oscura, cuya composición aún no conocemos y que representa la mayor parte de la materia que constituye nuestro universo).

El nacimiento y evolución de estas estructuras y del universo mismo es una historia apasionante que los astrónomos y cosmólogos han logrado desentrañar, utilizando una combinación fundamental en la ciencia: la observación cada vez más detallada, que es motivada y retroalimentada por la elaboración de teorías físicas, basadas en el lenguaje matemático. Éstas, a su vez, surgen para explicar las observaciones y hacer nuevas predicciones, completando así el círculo virtuoso. En este caso, las ideas de Albert Einstein (1879-1955) han sido determinantes. Las consecuencias de esas investigaciones son asombrosas. La narración de esta crónica de nuestro universo resulta tan excitante, o más, que cualquiera de nuestras mejores obras literarias.

Smoot cuenta ésta, nuestra historia, con profundo conocimiento, sumado al talento y gracia para divulgar muy poco comunes, por desgracia, entre los científicos. Su charla fue un verdadero concierto, lleno de imágenes y simulaciones por computadora, con lo que logró mostrar el estado actual del arte, en el conocimiento que la humanidad ha alcanzado sobre la estructura del universo en el que vivimos. La sala Nezahualcóyotl de la UNAM, por primera vez en su brillante historia colmada de memorables actos artísticos, abrió sus puertas a este otro tipo de concierto, auténtico recital científico, con el cosmos como gran orquesta.

Esta interpretación musical de la ciencia podría ser solamente una interesante analogía, pero Smoot y otros científicos intentan llevar este símil mucho más lejos. Los físicos han empezado a traducir muchas de sus observaciones científicas en señales audibles. Ya Ptolomeo (100-170 AC) concebía la armonía de los cielos como la música de las esferas, unificando su modelo geocéntrico del universo con la teoría matemática de la música. Pero, ¿cómo y para qué se lleva a cabo esta transcripción? En algunos casos, la relación resulta bastante clara y directa. Por ejemplo, podemos escuchar los cambios de sonido que se producen al hervir agua en una tetera. El análisis detallado de las señales producidas por las burbujas proporciona claves sobre los procesos físicos que ocurren, en este caso la transición de la fase líquida a la gaseosa.

Un ejemplo más interesante y espectacular es el de los procesos acústicos que se producen en el sol. Cuidadosas observaciones mediante satélites han logrado medir vibraciones sonoras en la atmósfera solar, que han resultado ser de gran utilidad para comprender los fenómenos magnéticos que ocurren en la superficie de nuestra estrella, como se ha reportado recientemente en www.sciencedaily.com/releases/2010/06/100621101420.htm. Estas vibraciones superficiales del plasma pueden también, de hecho, traducirse en una bella y alucinante “música solar, un fragmento de la cual podemos escuchar en www.youtube.com/watch?v=ZbIffp40U8w.

Este ejemplo ha entusiasmado a otros científicos, incluyendo a George Smoot, que se disponen a traducir diversas imágenes del universo en señales audibles, quizá susceptibles de brindar nueva información sobre la enorme variedad de fenómenos observados por los astrónomos. Esta música del cosmos es, sin duda, una extraordinaria manifestación de arte y ciencia: www.sciencedaily.com/releases/2010/01/100129164526.htm.

La crónica del origen e historia del universo podría llegar a convertirse en un monumental espectáculo de luz y sonido. Después de todo, Ptolomeo parece haber tenido razón, al menos en cuanto a su visión musical del firmamento. Espero, en un futuro cercano, asistir a la sala Nezahualcóyotl a escuchar un concierto dedicado al nacimiento, la evolución y las sutiles armonías de nuestro universo.

*Investigador en física nuclear, director del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM