Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Gómez Mont: de tonto útil a tonto inútil

Como siempre, lealtad antes que eficiencia

Gabinetazo y reciclaje; falta uno por correr

M

ás cambios en el fracasado gabinetazo calderonista, como si este simple mecanismo resolviera el problema sexenal de fondo (que no es otro que el mismísimo Felipe Calderón) y en automático corrigiera errores, excesos y resbalones. Con el nuevo movimiento en Bucareli, el jefe de partido que despacha en la residencia oficial iguala el récord de Ernesto Zedillo en lo que se refiere a remplazos en Gobernación, aunque al michoacano le restan dos años (versión oficial), de tal suerte que fácilmente pueda llevarse la medalla de oro en eso de no tener la mínima idea de cómo negociar con otras fuerzas políticas. La buena noticia de todo esto es que el porro zalamero Javier Lozano Alarcón no logró instalarse en Bucareli (la mala, desde luego, que se mantiene como secretario del desempleo).

Cuarto secretario calderonista de Gobernación al hilo en 43 meses y medio de estancia en Los Pinos: el primero, Francisco Ramírez Acuña, un violador de los derechos humanos, ex gobernador de Jalisco, cuya única virtud fue destapar la candidatura del Felipillo (que a éste le costó el hueso en la Secretaría de Energía) y que ahora despacha en San Lázaro; se mantuvo en el puesto 13 meses y medio. El segundo, Juan Camilo Mouriño, el amigo íntimo del inquilino de Los Pinos, un júnior sin ningún tipo de experiencia en las artes de la política, pero ducho en las de hacer negocios a costillas del erario, que murió en accidente de aviación (versión oficial) y ameritó –por instrucciones de su jefe y compañero– funeral de Estado; el hueso le duró nueve meses y tres semanas. El tercero, Fernando Gómez Mont Urueta, abogado corporativo, socio de Diego Fernández de Cevallos, que de tonto útil terminó como tonto inútil; el gusto le duró algo así como veinte meses. Y el más reciente, que no necesariamente el último del calderonato, José Francisco Blake Mora.

En los recientes cinco gobiernos (como alguien les llama), el único secretario de Gobernación que se mantuvo en el puesto todo el sexenio fue Manuel Bartlett Díaz, con Miguel de la Madrid en Los Pinos. A partir de allí ha sido más fácil salir que mantenerse en la oficina principal de Bucareli. Carlos Salinas de Gortari consumió tres titulares del ramo (Fernando Gutiérrez Barrios, Patrocinio González Garrido y Jorge Carpizo); cuatro Ernesto Zedillo (Esteban Moctezuma, quien hoy regala bicicletas en nombre de Ricardo Salinas Pliego; Emilio Chuayffet, hoy en San Lázaro, Francisco Labastida Ochoa –se mantiene como senador de la República– y Diódoro Carrasco, ex gobernador priísta, ex diputado panista); dos Vicente Fox (Santiago Creel, el señor de los permisos, y monseñor Carlos Abascal Carranza, a quien el Altísimo ya se lo llevó), y cuatro Felipe Calderón (Francisco Ramírez Acuña, ahora diputado; Juan Camilo Mouriño, héroe de la patria por decreto calderonista; Fernando Gómez Mont, que regresa a las andadas privadas, y, a partir de ayer, José Francisco Blake Mora, ex secretario general de Gobierno de Baja California, sin mayor experiencia en el gobierno federal, y cuya mayor virtud, en boca de Felipe Calderón, no es otra que haber sido compañero de bancada).

Amigos, compadres, íntimos, cada uno renunciado en su momento. En los últimos treinta años en manos de ellos, y por instrucciones del inquilino de Los Pinos en turno, ha estado el manejo de la política institucional y las a todas luces fallidas negociaciones con los grupos de poder, y a pesar de su denodada entrega no han podido destrozar totalmente al país, aunque hay que reconocer que poco les falta. Renuncian, pues, a Fernando Gómez Mont, quien apenas ayer aseguraba que alguien quería adelantarle la salida, por mucho que estoy feliz, creo en Dios y punto. Cierto: punto final le dieron. Y las primeras palabras del flamante inquilino de Bucareli, José Francisco Blake Mora, no se dedicaron a analizar la circunstancia mexicana, sino para expresar su lealtad a su ex compañero de bancada.

A paseo mandó Felipe Calderón a una de sus leales, Patricia Flores Elizondo, la coordinadora de la Oficina de la Presidencia, que hacía y deshacía a gusto y capricho, el personaje que supuestamente daba seguimiento a las instrucciones y programas del inquilino de Los Pinos, siempre y cuando existieran. Y para ocupar su plaza regresa el inefable Gerardo Ruiz Mateos, quien ya había calentado el mismo sillón antes que Patricia, el mismo que según su jefe y amigo (porque es de los leales, aunque no dé una) hizo un gran trabajo en la Secretaría de Economía. Hay que reconocerle visión al michoacano, porque es el único que vio ese gran trabajo, porque el país se mantiene carente de una política industrial medianamente coherente. Sin duda es una buena noticia para el hábil Gerardo –no para el país–, porque ya no tendrá que hacer el viaje de la Secretaría de Economía a Los Pinos para chocar el vaso con su amigo. Allí mismo, en la residencia oficial, sin mayor movimiento, podrá hacerlo. Y para llenar el vacío en Economía llega Bruno Ferrari García de Alba, a quien le dieron ese invento calderonista llamado Promexico, un oneroso elefante blanco creado a costillas del Banco Nacional de Comercio Exterior, al que desmantelaron de la forma más ruin.

Lo mejor del caso es que a cada uno de los removidos (léase renunciados) del gabinetazo, Felipe Calderón dedicó un panegírico (enorme capacidad de hacer bien las cosas, entrega y pasión, gran servicio a la nación, lealtad a grado de sumisión, innegable eficiencia, grandes aportaciones a la patria, inteligencia, visión de Estado, vocación de servicio y tantas otras palabrejas), y a pesar de ello simple y sencillamente los corrió.

En el ceremonial de ayer por la tarde sólo faltó correr al mero responsable del caos que vive el país, es decir, a quien ayer anunció los nuevos nombramientos. Entonces, no se sorprendan si el estado de cosas tiende a empeorar, toda vez que la pieza que por el bien de la República urge remover es Felipe Calderón. Su banda de zalameros es lo de menos.

Las rebanadas del pastel:

Lo que es saber negociar y estar dispuesto a encontrar equilibrios y alternativas, como en el caso de Roberto González Barrera: el gobierno venezolano declinó ejecutar la anunciada expropiación de la empresa Monaca, la unidad local del consorcio mexicano Grupo Maseca, y ahora estudia crear una empresa mixta con la mayor productora de harina de maíz y tortillas del mundo. Otros empresarios mordieron el polvo con Hugo Chávez, como los casos de Carlos Slim y Lorenzo Zambrano.