Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Instantes sin lenguaje
E

l enigma de lo desconocido entre la vida y la muerte se dio cita nuevamente este año en las carreras de los encierros que se lidiarían por la tarde en el coso torero durante las fiestas de San Fermín, que se llevaron a cabo en Pamplona, España. El propósito del enigma por vivir y morir y por venir. Más exactamente al producir ese espacio invisible donde brillan los significados del destino. Ese jugarse la vida y buscar la muerte sólo por un impulso, al corretear por las calles pamplonicas a toros con cinco años de las ganaderías más famosas por su fiereza: Miura, Dolores Aguirre, Cebada Gago, Fuente Ymbro, Victoriano del Río, Jandilla… Sólo por el placer de esquivar las cornadas de un toro a cuerno limpio. Ese juego con los descomunales pitones de los toros lidiados, para no gritar el dolor en el vacío. Al confrontar ese jugar al toro en la línea del tiempo. En ese punto preciso del tiempo donde puede surgir la muerte. Si no que se lo pregunten a Sebastián Castella y El Juli, quienes fueron juguete de los toros y de milagro salieron ilesos.

Ese esperar las acometidas de los encierros y correr en zigzag, sorteando además de las embestidas de los bureles, la torpeza de turistas que se lanzan a la misma faena que los corredores experimentados. El tiempo de ese lance sin pensar, un hoyo del pensamiento, un instante sin lenguaje, en que el corredor torero se abisma, se va en un hoyo y transmite a los que lo contemplan todas las sensaciones vividas, aún a los que la contemplan por la tv. Ese torear en que el lenguaje deja su lugar al cuerpo para que hable por él. Lumbre del sol mañanero que aparece arriba de los corrales de Santo Domingo, después del célebre chupinazo. En lo que tiene de único el brotar de lo inesperado. La creación de un lance para satisfacción de su realizador.

Ese correr por delante de las fieras enfurecidas que sólo se puede decir al proyectar fuera de sí todo el exceso que nos habita. Cada lance en ese trance insta al toreador a la parte de muerte que oculta. Es decir, hay muerte en todo deseo, el toreo o el amor. En ese correr detrás de la amada(o) en que parte de la magia del lance amoroso esperado, se halla la muerte. Esa emoción que fusiona el deseo y la muerte y en algunas ocasiones tiene como fruto la belleza.