Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Para quién se gobierna?
E

s oportuno analizar las circunstancias por las cuales el huracán Álex causó tantos daños en los estados del noreste del país. Sobre el tema, surgen varias interrogantes e inquietudes; la más importante es acerca de la posibilidad de haber aminorado los daños, mediante prevención y medidas oportunas.

En el caso de Monterrey y su área conurbada es ineludible recordar el huracán Gilberto, que hace unos 20 años causó tantos o más destrozos y muertes que el reciente Álex. El precedente induce a pensar que debió preverse la repetición del fenómeno natural, las grandes precipitaciones pluviales son periódicas y las inundaciones, si no tan severas como las causadas por Gilberto y Álex, son por lo menos anuales. Cada época de lluvias y tormentas hay desbordamientos de ríos y arroyos, graves daños materiales y no son raras las pérdidas de vidas humanas.

El cañón de la Huasteca es un verdadero caño estrecho, paralelo a dos sierras muy altas, ramales de la Sierra Madre Oriental, por el que naturalmente corre el agua que baja de las partes altas y en él encuentra su cauce. Cuando llueve mucho en la ciudad, que carece de drenaje pluvial y también llueve mucho en las montañas circunvecinas y aun en las lejanas lindando con el cañón, es un hecho fatal la inundación.

Con la experiencia del Gilberto, se construyó la presa Rompe Picos, denominada así porque su finalidad es romper las avenidas turbulentas y broncas que llegan a la ciudad por el cañón mencionado y ha servido de algo; pero voces autorizadas, desde hace tiempo, señalaron su insuficiencia y la necesidad de construir cuando menos dos presas más.

No se hizo así. Gobiernos frívolos y gobernantes ocupados en negocios propios y contratos productivos para empresas amigas y familiares, prefirieron gastar en obras de relumbrón y no se ocuparon de prevenir el desastre posible.

Es por ello importante pensar en el tema de fondo, ¿para quién han gobernado los regímenes de los pasados 25 años? Lo han hecho para una minoría y para un sistema en el que el mercado es el valor social más relevante y que las empresas y el dinero son las prioridades de la política. Para decirlo en forma simple, los gobiernos, desde Miguel de la Madrid hasta Felipe Calderón, han olvidado los conceptos de bien común y se ocupan de proteger a un sector social claramente identificado. Gobiernan no para todos, sino para los empresarios, de esto se deriva que 10 por ciento de la población tenga cerca de 50 por ciento de la riqueza del país.

Si los gobernantes se ocuparan de todos y no del beneficio de unos pocos privilegiados, si aplicaran el principio de que el interés común debe prevalecer sobre los bienes particulares o sectoriales, otro gallo nos cantara.

En lugar de un paseo, el de Santa Lucía, que absorbió una buena parte del presupuesto de Nuevo León, en vez de estar pensando en donar a una poderosa empresa privada terrenos de un bosque urbano para un estadio de futbol, gran negocio sin duda, se debieron llevar a cabo las obras encaminadas a prevenir el daño anunciado. Uno de los principios de Peter es que si algo malo puede pasar, pasa.

El criterio ético de la política, de que el bien común está por encima de los bienes de grupos o de personas individuales, reconoce que hay conflictos naturales de intereses en la vida social, pero que la autoridad al resolverlos está obligada a buscar el equilibrio y la justicia y en último caso, a inclinarse por el bien de la mayoría y no por el de los pocos.

El principio fue desarrollado a mediados del siglo XX por pensadores socialcristianos, como Delos y Maritain; en México, el PAN se apropió de él y mientras fue oposición lo usó como argumento contra los gobiernos facciosos, pero al llegar al poder, ni Fox, que tuvo un apoyo mayoritario, ni Calderón, que fue electo mediante trucos, recordaron la fórmula del bien colectivo superior a los individuales y han gobernado al igual que sus predecesores en beneficio de unos cuantos.

Urge un gobierno que surja del pueblo y gobierne para el pueblo, que por el bien de todos se atienda primero lo que es común y que se hagan propicias las circunstancias sociales, para permitir a todos los integrantes de la colectividad, sin privilegios, desarrollarse, vivir en paz y ser felices.