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Ver día anteriorLunes 19 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vías para controlar los gases de efecto invernadero
C

ontinuar como vamos en cuanto a política de los energéticos, sin hacer ningún cambio sustantivo, significaría continuar aumentando la dependencia, en todo el mundo de los energéticos fósiles, aclarando que estamos hablando de políticas gubernamentales con consecuencias alarmantes, para el cambio climático y para la seguridad energética, –encabeza así uno de los párrafos más importantes del libro The world energy outlook, o sea, el panorama mundial de la energía, que imprime anualmente la Agencia Internacional de Energía–, y como coincidimos en las tesis que maneja a este respecto, usaremos las partes más importantes para dar al lector algunos puntos de vista diferentes, por lo menos en el enfoque general.

En este caso, la estructura de este artículo es una síntesis del que se presenta hoy mismo en el Colegio de Ingenieros, en la función que nos corresponde de coordinador de la Comisión de Energía. El escenario de referencia, un aumento constante y rápido de las emisiones de CO2 que es el más peligroso de los gases que sostienen las emisiones que se producen en la combustión de los energéticos fósiles y en la generación de energía eléctrica, y con una evaluación sobre lo que estas emanaciones serían hacia los años 2030 y 2050. El aumento que estas emanaciones tóxicas, que ha tenido hasta hoy de 20.9 gigatones en 1990, a 28.8 en 2007; emisiones que se proyectan para alcanzar 34.5 gigatones en 2020, y 40.2 MT en 2030, sobre todo el periodo considerado para estudio de las emanaciones, lo cual equivale a una tasa de crecimiento de 1.5 por ciento por año en todo el periodo, siendo un poco menores durante 2020, en el que las emisiones globales serán de 1.9 por ciento, o 50 por ciento más bajas que las calculadas por el libro citado para el escenario de referencia de 2008. Datos preliminares dejan ver que las emisiones globales de CO2 pueden haber declinado en 2009, posiblemente 3 por ciento, aunque se puede asumir que irán incrementándose a partir de 2010.

El aumento en las emanaciones tóxicas no es, pues, un juguete científico ni alguna situación de dimensiones planetarias que pudiera ignorarse, y es de esperarse que en la próxima reunión de Cancún se produzca un documento que comprometa, sobre todo a las grandes potencias, que son las más industrializadas y que producen una mayor cantidad de emanaciones tóxicas que las que tenemos un desarrollo industrial que pudiera considerarse incipiente, en términos relativos.

Pero luego habría que preguntarse también sobre el efecto que tuvo en el planeta debido a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y todas las que se mantienen durante años y también generaciones en las que padres e hijos se encontraban en los campos de batalla, como fue el caso de la guerra de Vietnam y como parece que será el del conflicto en Medio Oriente y los que pudieran considerarse sus orígenes, como fue el caso de la invasión de Irak y la de Afganistán, así como el alto grado de peligro de la situación con Irán, países que tienen en su subsuelo las mayores cantidades de petróleo y gas. Solamente en Irak hay 100 mil millones de reservas probadas de petróleo. No se puede soslayar tampoco la peligrosa situación que hay entre la Federación Rusa y Chechenia, como hay que observar lo que sucede entre las dos Coreas. En el fondo de estos conflictos siempre hay presente la disputa por un combustible nuclear, o por otros tipos de combustibles generadores de potencia, para la industria, la que produce vehículos o maquinaria para usos pacíficos y también la industria que se mantiene fabricando armas de todas clases, incluyendo la investigación científica destinada a la hegemonía para la guerra y la superioridad en el espacio interestelar, que no sabemos todavía con certeza con qué finalidades se lleva adelante tan afanosamente.

Por otra parte, no se sabe en el orden público, aunque debiera haber información disponible, entre lo que puede considerarse un nivel sustentable de CO2, a largo plazo, procedente de las emisiones industriales, sobre todo las del sector energético y no hay por ello un consenso universal sobre las necesidades elementales que se derivan de una política, seriamente planeada para establecer un límite aceptable para el calentamiento de la Tierra que no debería aumentarse más allá de 2 por ciento y que está surgiendo ya en la conciencia de todos.

Para limitar a 50 por ciento la probabilidad de un aumento en el calentamiento de la Tierra por los gases de efecto invernadero se requiere de un consenso universal que esté consciente de que esto es absolutamente necesario a corto plazo. Estamos hablando de que se debe evitar la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, que deberían ser estabilizados en un nivel de 450 partes por millón (ppm). Lo cual solamente podría lograrse mediante una política radical y efectiva, en todos los países. En el escenario 450 ppm, relacionado con la energía, este escenario de emisiones llegarán a su máximo en 2020, con 30.9 gigatones. Todo ello justamente un poco antes de 2020 y declinaría hasta 26.4 en 2030.

Estas reducciones en el calor de la atmósfera, y en el peligro potencial que encierra serían posibles solamente, según el panorama mundial de la energía, de que se establecieran mercados de carbón racional, en todo el mundo, de acuerdos sectoriales y de políticas nacionales, así como medidas precisamente para las circunstancias que reunieran a sectores específicos, empresariales y si no se lograra que participaran todas las naciones, por lo menos que lo hicieran algunas que se agruparan para conseguir este objetivo tan difícil de lograr, pero tan necesario para todos. Se afirma entre los científicos que es el único camino para mitigar los efectos tan nocivos, que haría posible que lograran hacer una realidad estas reducciones complejas y difíciles este grave problema universal, pero hay que tratar de comprenderlo. Nos va en ello la supervivencia de la humanidad.