Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

How do you Like my Landscape?

Ideado como un encuentro de reflexión, formación e intercambio entre iguales alrededor de la reconsideración del teatro y sus vínculos con otras disciplinas artísticas, el Encuentro Internacional de Escena Contemporánea Transversales llega a su cabalística edición decimotercera en las condiciones en que, por desgracia, la mayoría de los proyectos culturales de cualquier envergadura en este país suelen trabajar actualmente: incertidumbre, estrechez, ahogo institucional, oscurantismo en el cumplimiento de compromisos presupuestales… Y, como también es costumbre –una costumbre feliz, desde luego– en este tipo de iniciativas, la experiencia y los resultados que ha arrojado confirman su pertinencia, especialmente cuando se trata de un encuentro que, como el que hoy motiva estas líneas, persigue abrir vínculos entre la comunidad teatral mexicana, tan aficionada a la endogamia, y sus pares venidos de otras latitudes.

Como parte de la programación de este año –que, como de un tiempo a la fecha, reparte su oferta entre la capital y la ciudad de Pachuca–, los artistas belgas Manah Depauw y Bernard Van Eeghem, a través de la compañía Margarita Productions, han compartido con los espectadores capitalinos y pachuqueños uno de sus trabajos más representativos, que cuenta ya con un recorrido dilatado por distintos escenarios europeos. How do you Like my Landscape? (literalmente: ¿Qué te parece mi paisaje?) se ha presentado entonces en un salón del Centro Cultural del Ferrocarril de Pachuca y en el Teatro del Galeón chilango, sembrando entre los convidados más de una inquietud y reflexión respecto a su poética y sentido.

Congruentes con la tradición de teatro en maquetas y con juguetes que se ha gestado desde hace un tiempo en ciertos países centroeuropeos –y en los Países Bajos en particular–, Depauw y Van Eeghem trasladan a una mesa su muy particular versión de ciertos episodios bíblicos, casi todos relacionados con pasajes apocalípticos y del Génesis, y proponen, mediante su recorrido, una relatoría que inserta al cuerpo como eje de una relación epistemológica entre el hombre y su entorno natural a través de los siglos. A partir de este presupuesto se traza una versión compactada de la humanidad como agente de cambio e incidencia, casi siempre nociva –algo que los acontecimientos recientes en materia de ecocidio confirmaría, por si alguna falta hiciera–, en el medio ambiente. Desde luego, la propuesta no se limita únicamente a esta suerte de denuncia muchas veces hecha; antes que eso, manifiesta y explora, en su poética, este nexo contradictorio y casi siempre desafortunado, al tiempo que pone luces sobre el sitio que ocupan actualmente las nociones de cuerpo y corporalidad en las sociedades contemporáneas.

Lejos de objetivar este análisis desde una perspectiva solemne, How do you Like my Landscape? construye su relato con las armas de un humor negro y casi siempre irónico, y articula mediante ello un tratamiento que admite la crítica al consumismo voraz y a la destrucción como secuelas y efectos mancomunados del antropocentrismo más irreflexivo. El cuerpo del ser humano, en particular en el que ha de encarnarlo metafóricamente en escena –que es el de Van Eeghem–, irrumpe e interviene el paisaje conformado en la maqueta que ocupa la mesa y que en sí misma es el único espacio de la escena, convirtiéndola de esa manera en un microcosmos en el sentido más llano pero también más profundo del término: el lugar simbólico y metafórico en el que se proyecta una traslación a escala del universo de la ficción. El cuerpo de Van Eeghem, relleno, imperfecto y alejado diametralmente de cualquier belleza canónica, se inserta en la maqueta y atraviesa el relato para descomprimirlo, darle dimensiones terrenas y desacralizarlo no únicamente en el plano estético, sino poético y expresivo.

Estas virtudes y estímulos pueden verse afectados por la irregularidad de los elementos del correlato: un video no del todo afortunado, una iluminación contraproducente, una selección musical, de Erik Satie, poco particular, y por ciertos gags algo trillados. Pero pese a ello, la obra funciona como un indicador de las posibilidades del teatro de maquetas y juguetes, y de las tensiones entre cuerpo y objetos, terrenos casi vírgenes en la extensa pero uniforme geografía de nuestro teatro.