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Reporte Económico

Panorama mundial de las drogas (segunda y última)

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ace un lustro la UNODC calculó el valor del mercado mundial de drogas ilícitas en 322 mil millones de dólares para 2004; hoy podríamos estimar que dicho mercado representa un valor de cuando menos 350 mil millones.

El mercado mundial de la cocaína sí cuenta con una estimación para 2008 de 88 mil millones de dólares (Gráfico 7), del cual Norteamérica consumió 43.2%, Europa Occidental 38.6 y Oceanía 6.8, tres zonas de alto ingreso que consumieron el 89% de la cocaína disponible.

La cifra del mercado norteamericano de cocaína (37 mil 700 millones de dólares) se integra por un consumo de 35 mil millones en Estados Unidos, de 2 mil 400 millones en Canadá y de 300 millones en México.

De los 35 mil millones vendidos en Estados Unidos la mayor parte se queda en ese país (Gráfico 8). Una estructura distributiva bastante similar se da en los mercados de las drogas opiáceas (opio, morfina y heroína), y de la cannabis (mariguana y hachís).

El mercado europeo de la cocaína, por su parte, prácticamente duplicó su valor en dólares constantes de 2008 entre 2002 (13 mil 800 millones) y 2008 (33 mil 800 millones). En este mercado, el mayor consumo se da en: Reino Unido, 23%; España, 21, e Italia, 19%.

La UNODC estima que el consumo mundial de anfetaminas llegó en 2008 a 363 toneladas (promedio entre 149 y 577), y el de éxtasis a 92.5 toneladas (prom. entre 53 y 132 tons). Conclusiones y opinión

1) Las cifras disponibles (muchas poco precisas) indican que el mundo consume hoy tanta o más droga que hace una década, y que si bien participan personas de todas las edades, muchos son jóvenes.

2) El comercio de drogas es un negocio trasnacional de enorme magnitud, cuyo carácter ilícito ha creado una maquinaria con inmenso poder de corrupción, elusión, amedrentamiento y violencia, para la cual trabajan millones de personas al margen de la ley en todo el mundo (cerca de 500 mil en México). Miles de pequeños eslabones de esta cadena (y muy pocos grandes) llenan las cárceles en todo el planeta.

3) Hay diferencias notables entre las estrategias de las naciones: los países ricos consumidores administran directa o indirectamente sus mercados ilícitos de droga; su combate siempre es dosificado y prácticamente no toca a los jerarcas mientras se mantenga el control, los equilibrios, la tranquilidad colectiva... y el negocio. En otra dimensión están los países atrasados que, como el nuestro, no entienden el juego, caen en la red de presiones y convierten al narcotráfico en una tragedia griega.

4) La situación de México resulta en especial compleja por tres razones: a) es vecino del mayor consumidor de droga del mundo (14.2% de su población, Gráfico 9); b) ha sido por siglos productor de drogas (que nuestros ancestros y muchas etnias sí sabían y saben usar con fines medicinales, anestésicos, místico-religiosos o festivos), y c) en fechas recientes lo han convertido también en país de tránsito.

5) Aun quedándose en Estados Unidos la mayor parte de las ganancias que ahí genera el narcotráfico, la derrama hacia México es de tal magnitud (unos 25 mil millones de dólares anuales) que por más que se criminalice y combata tal actividad ésta no desaparecerá. Aún mermando a los grupos mexicanos, otros ocuparán su lugar. Todos los grandes mercados de cualquier especie, y en este caso de drogas, serán inevitablemente abastecidos legal o ilegalmente, en forma abierta o clandestina, civilizadamente o a sangre y fuego. Esto no es una suposición, es un hecho que no podemos soslayar si queremos arribar a una solución.

6) Para Estados Unidos, México es una pieza más de sus políticas, lo que en el caso de las drogas significa usarnos como país de contención, de amortiguamiento, infantería para pelear por ellos una batalla que no nos corresponde, nos rebasa y nos está destruyendo.

7) Los costos que México está pagando por esta batalla en gran parte ajena son ya inaceptables bajo todos los ángulos: en sangre, en dinero, en deterioro social y económico, en desgaste institucional, en animadversión a las fuerzas armadas...

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En este contexto, sugerimos:

1) Tomar la opinión de la ONU de que el narcotráfico es un reto global y requiere una respuesta similar, e impulsar un acuerdo mundial sobre las adicciones y el comercio de las drogas.

2) Con Estados Unidos, entrar a un nuevo plano de negociación (idealmente con los países andinos) para que ahora que finalmente ha reconocido que el asunto es de corresponsabilidad, esto no quede en palabras y ayudas, sino que se avance (como lo están haciendo en California) hacia mercados controlados de ciertas drogas, como la mariguana —de la que México es el principal productor y Estados Unidos el principal consumidor, y la cual nos exige erradicar, siendo él mismo ya (2008) el tercer productor mundial, después de Paraguay y antes de Canadá (Gráfico 10)— o el hachís, y tal vez la cocaína y algunas drogas sintéticas no dañinas. Cambios que pasen el actual tráfico ilegal a un comercio legal, regulado, ordenado, con normas de calidad, y fiscalizado (pagando impuestos).

3) Este abordaje internacional del problema, sin embargo, no fructificará pronto. Los países consumidores, en su mayoría, no parecen tener urgencia en cambiar las actuales reglas del juego, pero nosotros sí, y mucha, por lo que aun sabiendo que el margen de acción unilateral es limitado, en México urge redefinir la estrategia interna para salir de la trampa y evitar que el asunto de las drogas nos lleve a un caos inmanejable.

4) Hacia el interior, deberíamos, de inicio, distinguir con claridad que el narcotráfico es una actividad ilegal ciertamente, según la legislación vigente, pero que no es o ha sido necesariamente criminal o agresivo para con la sociedad; el narcocomercio es un negocio y como tal necesita la aceptación o la tolerancia ciudadana, no le conviene el repudio, el temor o el rechazo. En otras palabras, es una actividad potencialmente ordenable.

Caso distinto es el de otras facetas criminales (asesinato, secuestro, extorsión...) abiertamente hostiles a la sociedad, inaceptables y, por supuesto, perseguibles con tolerancia cero. El error que debemos evitar es no distinguir entre ambos tipos de criminalidad, aun cuando a veces éstos se entrecrucen.

Tampoco es conveniente poner a todas las drogas en un mismo plano, particularmente en la información que, con objetividad, deben recibir los jóvenes.

5) Es preciso transitar en lo posible del actual mercado ilegal de las drogas a un mercado legal administrado, controlado y regulado (como el que existe para las drogas de patente). Hacia allá va el mundo y hacia allá debemos ir, aunque con extrema premura en nuestro caso. Experiencias como las de Holanda y otros países deben ser aprovechadas con el objetivo de evitar que el consumo de drogas, de suyo nocivo, genere además una poderosa estructura criminal.

6) El consumo de drogas no es por lo demás un problema de legalidad o ilegalidad; es un asunto de cultura, de información, de madurez y de libre albedrío. La inmensa mayoría del género humano no consume drogas no por falta de acceso a ellas o por falta de ganas; las drogas están ahí y algunas han estado por siglos. No lo hacemos porque no queremos, porque sabemos sus efectos y la facilidad con que el placer se convierte en pesadilla; porque sabemos que la palabra adicción no es vacua y que depender de una jeringa es el infierno; y porque sabemos que la vida, la fiesta, las sensaciones y el sexo se pueden potenciar efímeramente con drogas, pero después el gozo natural resulta insuficiente... y eso le fastidia la existencia a cualquiera.

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