Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El destino manifiesto de la siniestra
E

n México no hace falta el pulpo Paul para adivinar el nuevo desastre que nos prepara la partidocracia y sus aspirantes presidenciales: crear conflictos, crisis y división, como obra repetible y predecible.

Los que hoy se nombran candidatos y fuerzas de izquierda han lanzado como reto y condición la unidad en torno a un solo candidato, pero todos invariablemente trabajan para el rompimiento. Los que desde el sectarismo convocan a la organización, desorganizan y dividen.

Esta unidad es falsa en esencia, porque primero se plantean el candidato antes que el programa o el concepto que ofrezca una salida real a la crisis nacional. Nuevamente la búsqueda del poder desde el carisma personal, por encima de la ética; desde el rompimiento y la acusación, pero sin propuesta. Buscando la democracia desde el viejo presidencialismo autoritario y ramplón, haciendo del performance el eje central de la política.

Lo que se presenta como proyecto es una justificación para dividir y establecer la regla de imponerse como candidato, aplicando groseramente la jurisprudencia de que primero en tiempo, primero en derecho. ¿Qué hacen los otros aspirantes? Velar armas, no para la unidad, sino para el deslinde. La nómina de la izquierda está en vías no sólo de dividirse, sino despedazarse.

Hay que recordar que mientras unos hablan de buscar la unidad, otros de organización. Se dice que en 2006 faltó organización, pues es una manera de responsabilizar a otros como causantes de la derrota eludiendo la propia. La autocrítica es acusación a otros para dejar el sectarismo, la soberbia, la conducción autoritaria y testaruda, no sólo intactos, sino preparados para repetirse. Responsabilizar a la falta de organización como la causa principal de la derrota de 2006 es un viejo ardid organizativista, que propone el que desea reservarse la política como coto exclusivo para imponer.

De la misma manera, los que proponen la unidad como base de la estrategia entregan a las encuestas lo que no logran establecer bajo principios de programas, identidad propia y compromisos claros. En 2006 nunca hubo ninguna disposición a debatir el programa, argumentando que lo primero era ganar el poder y luego hacer. Los puntos lanzados en el Zócalo no eran para pensar, ni incorporar, sino para acatar saludando a mano alzada. Nunca hubo en el PRD o los partidos de la coalición la más mínima intención de poner a debate el contenido de aquellas ocurrencias.

¿Cómo lograr la unidad bajo el mismo método? Por lo que se percibe, de nuevo ya está todo pensado, lo cual demuestra que no habrá ni unidad, ni organización para cumplir y el proyecto alternativo es sólo pretexto o requisito formal, pues no surge de un proceso articulado, sino ideas sueltas.

Es fácil demostrar esto, pues el comportamiento ya es el mismo de 2006 y, por tanto, la vía del convencimiento es otra vez el insulto; sólo hay un candidato y el que tenga dudas es de derecha.

Es claro que quienes dirigen hoy el PRD trabajan por el aliancismo que dejó la experiencia de este julio de 2010 y que bajo este esquema se preparan para las elecciones del 2011 en el estado de México, Guerrero y Michoacán ¿Qué hará el lopezobradorismo frente a esas elecciones? ¿Qué hará con esos partidos a los que les pide su registro y sus prerrogativas?

El acto del domingo no sólo fue de Andrés Manuel López Obrador para Andrés Manuel López Obrador, sino para ayudar y justificar el rompimiento de Marcelo Ebrard y su grupo con la vieja alianza lopezobradorista y volver al redil de donde salieron. Una manera magistral de regresar a la oligarquía el DF, expulsando al heredero y al que controla el lado oscuro de su propia fuerza.

Ya los agoreros del lopezobradorismo declararon en sus crónicas que el gobierno de la ciudad es parte de los enemigos, reinaugurado con el maniqueísmo crónico este primer error que no tendrá autocrítica: nacer dividiendo sus propias fuerzas y estigmatizando a sus propios aliados que ellos mismos fortalecieron. Desde el domingo 25 de julio, Marcelo Ebrard, Navarrete y De la Fuente ya son parte del enemigo, y se exige su cabeza en la plaza. Si eso sucede al inicio, ¿podemos imaginarnos el tamaño de los insultos e intolerancias dentro de un año?

Si 2006 fue, sin duda, una tragedia, surgida de una cadena de errores, hoy todo indica que la repetición de la historia se presentará como farsa y por ello el fondo religioso no nace abriendo un proceso democrático, sino dividiendo e imponiéndose como candidato único y declarándose desde ya, nuevo presidente; pues a él no lo elige el voto, sino un destino inventado, para fabricar derrotas y no para abrir opciones ni organizar fuerzas. ¿Qué mejor servicio a la oligarquía que esas?

No se necesita para nada al pulpo Paul y adivinar el destino manifiesto de la siniestra reinventada, que nos recuerda el poema de Bertolt Brecht de cuando se los llevaron a todos, de a uno en uno y nadie hizo nada…