Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dulcinea torera en espera... espera
D

e aquello que Dulcinea nunca pudo decir...

Es bueno iniciar todo texto con una pregunta. ¿Todo texto? Más valdría decir, una vida. ¿No es la vida una pregunta? Mas, ¿cuál fue la pregunta de Dulcinea? ¿Qué enigma se esconde detrás de ella? Parece que ella misma se erigió en pregunta, en incógnita, en la pregunta no contestada de Don Quijote. Pero, ¿fue ese el destino que ella escogió, ser tan sólo una fantasía, una Antígona en la Mancha?

Mas Dulcinea trascendió al tiempo y al espacio, buscando nuevas leyes para dejar de ser tan sólo una quimera, una ilusión, una pasión impronunciable, midiendo su tiempo en relojes de arena, escapando de la certera saeta que le hería el alma, condenada a ser tan sólo eso: una quimera.

Exiliada de su cuerpo y de su alma, juega un mítico papel, paradoja de la esencia de la mujer española: ahogar entre encajes virginales pasiones terrenales. Plegarias, rezos, nazarenos, penitencias y oscuras catedrales han sido la cruel y despiadada sepultura de la voluptuosidad y el deseo.

Heridas milenarias infringidas a un alma y un cuerpo que no escogieron ese triste destino. Murallas y claustros donde sus alas se entumecieron voces milenarias que claman justicia, dolor y silencio enraizado en los muros, fantasías y sueños que nunca vieron la luz.

Dulcinea demanda, condena, se vuelve síntoma de Don Quijote, y espera tan sólo espera, esa mirada, esa palabra liberadora de las cadenas de la exclusión y de la inexistencia.

Ansía la huida, la reclama con desesperación, no se resigna a ser condenada a lo impronunciado. Reclama una mirada donde pueda mirarse mujer, mujer de carne y hueso, de cálida entraña y caricia suave, de nocturnas pasiones y humedades al alba, amante encendida y no virgen de ornacina.

Sí, Dulcinea ama pero no se resigna al silencio.