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Analiza juez ecuatoriano pedir la extradición del próximo presidente por ataque en Sucumbíos

Juan Manuel Santos asume hoy el legado explosivo de Álvaro Uribe

Toma posesión del gobierno de Colombia con promesa de unidad nacional y una oposición mínima

Cuenta con amplio capital político: más de 9 millones de votos y 80% de las bancadas del Congreso

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Un policía colombiano registra a un motociclista en uno de los puestos de control de las afueras de Bogotá, pocas horas antes del cambio de poderes en el país sudamericanoFoto Ap
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Periódico La Jornada
Sábado 7 de agosto de 2010, p. 19

Bogotá, 6 de agosto. Con una promesa de unidad nacional y una oposición formal mínima y fragmentada, Juan Manuel Santos Calderón asumirá este sábado las riendas del gobierno de Colombia en la Plaza Simón Bolívar. Con un capital político de más de 9 millones de votos y el control de 80 por ciento de las bancadas del Congreso, parecería que le espera una fiesta.

Pero una segunda mirada permite ver que Santos –a punto de cumplir 56 años, ha sido ministro de Defensa, de Comercio y de Hacienda en tres gobiernos distintos– hereda de Álvaro Uribe un legado explosivo. Por un lado, Colombia es la escena de la mayor crisis humanitaria en América Latina, aunque de ello se hable poco.

Por otro, en el frente internacional el nuevo presidente arriba a la Casa de Nariño con varios frentes abiertos. Uno es el conflicto con Venezuela. Otro, más complicado aún, el de Ecuador, le llega tan de cerca que será el único mandatario que se recuerde que comienza su gestión con la amenaza de ser extraditado a un país vecino para responder por la acusación de una agresión armada extraterritorial.

En Quito, a pocas horas de aquí, la Suprema Corte espera que de un momento a otro un juez local de la fronteriza provincia de Sucumbíos le envíe un pedido de extradición para juzgar a Santos por el bombardeo de la Angostura donde murieron una veintena de personas, entre ellas un alto jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Raúl Reyes, y cuatro estudiantes mexicanos que estaban esa noche de visita en el campamento guerrillero.

En el escenario venezolano se asoma un viso de distensión con la asistencia, anunciada a última hora, del canciller Nicolás Maduro a la ceremonia de transmisión de mando. Apenas días después de que de nuevo sonaran los acostumbrados tambores de guerra entre los países gobernados por los rijosos Uribe y Hugo Chávez, se perfilan gestos de conciliación.

En la prensa ya nadie menciona al odiado enemigo de Caracas y las señoras de la zona norte capitalina han dejado de asaltar los supermercados en compras de pánico ante la temida conflagración bélica con los chavistas.

Por el contrario, el canciller saliente uribista, Jaime Bermúdez, reconoció hoy, en entrevista con El Espectador, que en la reciente cumbre de la Unasur la diplomacia colombiana –de suyo controvertida– vivió uno de sus mayores aprietos. Y es que nadie les compró, ni a Uribe ni a Chávez, la nueva causus belli (causa para declaración de guerra) que pretendieron colocar en el centro del debate.

En el frente ecuatoriano, se anuncian dos reuniones bilaterales en Bogotá –una este sábado y otra el domingo– entre Santos y el presidente Rafael Correa. Entre los dos países, severamente distanciados desde marzo de 2008, hay materia para negociar una distensión. En la invasión a Sucumbíos, bajo órdenes directas de Santos, el ejército colombiano capturó las famosísimas computadoras de Reyes, cuyos controvertidos contenidos, que no fueron certificados como confiables por la Interpol, han dado material para perseguir judicialmente a cerca de 500 querellas del Estado colombiano contra diversos personajes, entre ellos decenas de funcionarios del gobierno de Correa, indígenas mapuches, políticos y periodistas colombianos y de varios países latinoamericanos, y, también, contra la mexicana Lucía Morett, sobreviviente del bombardeo a Sucumbíos, y un catedrático de la UNAM, de nacionalidad colombiana y capturado en México, Miguel Ángel Beltrán.

Ayer, uno tras otro, empezaron a desfilar por la base aérea de Catam hacia sus hospedajes oficiales los mandatarios que asisten a la toma de posesión, entre ellos Luiz Inacio Lula da Silva, que según las infidencias de Chávez trae una misión secreta (distender la relación colombo-venezolana, evidentemente); también el mexicano Felipe Calderón, que despide a uno de sus grandes aliados sudamericanos, Uribe, y nada menos y nada más que Porfirio Lobo, el mandatario que surgió de un golpe de Estado el año pasado en Honduras. Con este viaje, Lobo logra por primera vez ser invitado oficialmente como jefe de Estado. Es, a final de cuentas, la marca de la diplomacia del único país de América Latina que siempre respaldó a George W. Bush en su invasión a Irak.