Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de agosto de 2010 Num: 805

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Donceles y el tiempo
LEANDRO ARELLANO

Soneto
RICARDO YÁÑEZ

El arpa enlaza el cielo a la tierra
EDUARDO MOSCHES

¿Quién es Bolívar Echeverría?
STEFAN GANDLER

Occidente, modernidad y capitalismo
CARLOS OLIVA MENDOZA entrevista con BOLÍVAR ECHEVERRÍA

Una calle para Monsi
JESÚS PUENTE LEYVA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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LOS EXTREMOS DEL LENGUAJE

ANUAR JALIFE


Cratilismo. De la pesadilla mimética en literatura y discurso,
Andreas Kurz,
Ediciones de Educación y Cultura,
México, 2010.

Al pensar en escribir sobre este libro de Andreas Kurz me resulta tentadora la idea de glosar o prolongar sus tesis, pues abordan el problema eternamente polémico de la mímesis; en este caso doblemente atractiva, pues se presenta desbordada, fuera de sí y llevada al extremo metafísico del cratilismo. Sin embargo, las reflexiones ya han sido escritas –mejor de lo que este reseñista podría hacerlo– y valdría más la pena atender a la seductora confección que han cobrado en el ensayo.

Partiendo del diálogo platónico Cratilo o del lenguaje, Kurz examina una cara de la historia de estas dos concepciones antagónicas del lenguaje, representadas en el diálogo por los personajes de Hermógenes, quien piensa que las palabras son producto de la arbitrariedad y la convención, y Cratilo, quien cree que entre las palabras y sus referentes existe una relación imitativa. Discusión que, al parecer, se prolongó aquella noche en Atenas durante siglos, hasta llegar a nuestros días y a la cual nuestro autor se suma con este ensayo.

Kurz abre el libro con la necesidad aséptica –como el cirujano que esteriliza sus instrumentos antes de la incisión– de examinar su propio discurso. Así, en el Preámbulo comienza por establecer las fronteras de su espacio de enunciación, el ensayo, debatiéndose entre las definiciones de teóricos y escritores, que oscilan entre el encasillamiento obtuso y la apertura ilimitada. En medio del corro, Kurz no resiste la tentación de ir a la pesquisa del centauro e internarse en el laberinto de los géneros, del cual logra salir gracias a Montaigne, el padre insuperable, con un par de definiciones provisionales que, sin embargo, señalan los puntos para la confección de su discurso: “Quizá sea esto el ensayo: el flujo libre de la conciencia, la técnica de Joyce que, a cada instante, inventa y deshace el lenguaje, inventa y deshace al personaje, inventa y deshace al mundo.”

La idea de ensayo de Kurz parece ser la del viajero alrededor de la alcoba, caminando en círculos sin llegar a ninguna parte, pero que después de su jornada inmóvil se descubre distinto. Gracias a ello, el discurso de Cratilismo es capaz de moverse entre autores y textos que conforman una lista “aleatoria y, hasta cierto grado, arbitraria”, la cual, no obstante, parece estar hilvanada por las ideas bajtinianas de la polifonía y el carnaval. Y es que Kurz se mueve entre la tradición del viejo y el nuevo mundo, entre los canónicos y los raros, entre los discursos eminentemente literarios y los fronterizos, entre la escritura académica y los juegos del lenguaje.

Se trata de una intención lúdica de la escritura que no por ello desconoce sus límites; esto es, de una escritura de cierto ánimo cratílico que aún se preocupa por descubrir algo a través del lenguaje, contra las nociones de arbitrariedad absolutas que hacen posible, por ejemplo, que “se hable de Brittney Spears como ‘artista’ del pop”, pero que también legitiman a una crítica literaria “anquilosada en la contemplación del propio ombligo” y sostenida sobre un signo encerrado en sí mismo, incapaz de nombrar otra cosa que no sea él.

En contraparte, Kurz apuesta por la necesidad escéptica del mito en la literatura como piedra de toque discursiva. Aunque esto no garantice, de ningún modo, que en las calles de Cratilia los desencantos sean menores. ¿Por qué? Porque el pensamiento cratílico es necesariamente melancólico. Porque Cratilo, en su tránsito por nuestra historia, ha sido el artista saturnino, el monje asediado, el romántico hundido en los países del sueño y la poesía, el que desea siempre lo inalcanzable y el que vive con la convicción de que este mundo es metáfora de otro, metáfora que a veces se disipa y comulga con la “realidad”, como cuando nuestros labios dibujan una o para pronunciar la o, o cuando en un poema descubrimos que “hay perfumes [...] dulces como los oboes”. Cratilo quisiera derrumbar los puentes de la metáfora y encontrarse con esa palabra anterior a Babel que fue el sueño de místicos y románticos, pero que también es el anhelo de los científicos contemporáneos y que todos creemos poseer cuando niños... ése es quizá el motivo de la gran fascinación por el mundo de Cratilo: la idea del regreso a la Edad Dorada, que no es otra sino la del regreso a la infancia, a nuestra infancia y a la del Hombre.

El ensayo de Kurz tiene la capacidad de mostrar esa nostalgia del cratilismo y el vértigo y la frustración en las que suele desenvolverse. Hay que recordar que se trata de la pesadilla mimética; es decir, de un sueño que se corrompe, un anhelo tan fascinante como imposible, una promesa que se deshace en la punta de la lengua. Así lo deja ver el variado catálogo de pesadillas que van desde las experiencias con el ajenjo del joven modernista mexicano Bernardo Couto Castillo y la teoría de la clase ociosa de Thorstein Veblen, una canción de Cri-Cri y un poema de Rimbaud, el monólogo de un Goethe maledicente y el caso Schreber. Para esto Kurz mismo sumerge su escritura en el mal sueño, siendo el ensayo la balsa que le permite navegar por esas aguas oscuras que atraviesa disfrazado, no con la máscara que oculta sino con la que deja hablar, la personal. En unas páginas será el filólogo, el traductor, el académico; en otras, las más radicales, será Goethe encolerizado, Rimbaud, furioso y lascivo, el psiquiatra Flesching humillado por el loco impuro. Se trata de esta escritura proteica que se permite ensayar distintos yos, es otra vez el mundo invertido del carnaval para el que Kurz nos obsequia una invitación y un antifaz; en Showdown, el último apartado del libro, escribe: “Aumenta la tensión en el público. Todos han llegado. Cratilo, por supuesto, ocupa el lugar de honor. A su lado están Sócrates y Hermógenes. Platón se esconde tras ellos, no quiere dar la cara. […] Novalis, como niño pequeño, molesta a su compañero Hamann con la pregunta cien veces repetida de ‘¿Cuándo comienza, cuándo comienza?’ Goethe le da un golpe con su bastón, pero el niño Novalis no se calla. Rimbaud pregunta al Conde de la Cortina si quiere acompañarlo al baño, tiene que masturbarse antes del comienzo de la función”


LA MEDICINA YAQUI

PORFIRIO MIGUEL HERNÁNDEZ CABRERA


El cuerpo flor. Etnografía de una noción yoeme,
María Eugenia Olavarría, Cristina Aguilar y Erica Merino,
UAM-Iztapalapa/Miguel Ángel Porrúa Editores,
México, 2009.

El estudio antropológico de las etnias que conforman la diversidad cultural de nuestro país no siempre deriva en el conocimiento de la riqueza del universo simbólico de las culturas tradicionales.

Sin embargo, este es precisamente el aporte de El cuerpo flor. Etnografía de una noción yoeme, de Olavarría, Aguilar y Merino, libro que tuvo como finalidad dar cuenta de las representaciones yaquis acerca del cuerpo humano, así como sobre las prácticas relacionadas con los procesos de salud y enfermedad, temas que han sido poco abordados por los especialistas en este grupo étnico.

Apegadas a la tarea de la antropología, las autoras se reconocen como “reconstructoras de un saber” colectivo y, mediante una vasta y meticulosa etnografía en diversos pueblos yaquis del estado de Sonora –en la que llevaron a cabo conversaciones, entrevistas y observaciones directas y participantes de la vida cotidiana y ritual–, recuperan las experiencias de curanderos y curanderas yoemem (personas indígenas).

El contenido del volumen abarca las concepciones yaquis sobre el cuerpo físico y las diferencias sexual y de género; la trascendencia del alma y su relación con el cuerpo; las características del ciclo de vida con base en el sexo de la persona; la noción de Don y su función en el curandero(a) tradicional; las prácticas y creencias vinculadas a la brujería y la relación entre las concepciones nativas sobre el cuerpo yoeme y las nociones del sistema de salud alopático. El libro se complementa con un elenco de personas entrevistadas y un glosario de términos en castellano para yoris (personas blancas o mestizas).

El trabajo da cuenta de la espiritualidad y la belleza de las tradiciones, costumbres y creencias del pueblo yaqui, teniendo como punto de partida el cuerpo y su vínculo con las plantas, los animales y los antepasados. En estas representaciones, la mitología cristiana y la cultura náhuatl juegan un papel muy importante, dando como resultado un sincretismo muy parecido al de la Iglesia del Espiritualismo Trinitario Mariano.

Desde una perspectiva epistemológica occidental, dicha cosmología sería colocada en el ámbito del conocimiento mágico-religioso, si no es que en el de la charlatanería. No obstante, el valor del estudio de Olavarría, Aguilar y Merino es rescatar y compendiar para las ciencias sociales el conocimiento tradicional yaqui, las nociones de salud y enfermedad de los curanderos(as) locales y los procedimientos que llevan a cabo para curar “los males”, como un saber en sí mismo. Como consecuencia de esto, las autoras no pueden evitar denunciar el avasallamiento del sistema médico de salud y su influencia en el cambio cultural de las nociones y prácticas yoemem.

En épocas de globalización –en las que el cuerpo es tratado como objeto y mercancía– la recuperación antropológica de la memoria histórica del saber y de la poética de un pueblo en peligro de extinción –como el yaqui– es una tarea que también, desafortunadamente, casi cobra dimensiones arqueológicas.


LOS ENTRESIJOS DEL PLACER

CELIA ÁLVAREZ


Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927,
Alba González Reyes,
Universidad Veracruzana,
México, 2010.

En la capital mexicana, durante los últimos años del siglo XIX, el placer se convirtió en una pieza significativa para la industria gráfica: grabados, litografías, tarjetas postales ilustradas y fotolitografías de índole erótica aparecieron hacia 1897, acaparando la atención del público masculino. No obstante, la emergencia del desnudo femenino erótico no trajo consigo una visión ética, responsable ni equitativa respecto al cuerpo de la mujer; al contrario, se reafirmó una tajante concepción moral: quien se desnudaba frente a una cámara o posaba ante los artistas se ubicaba dentro de la tipología de la prostituta, fémina estigmatizada y pecadora que era el vivo ejemplo de lo que no debían hacer aquellas que se consideraban “decentes”.

Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927 es el resultado de una investigación realizada por Alba González Reyes que se convirtió en libro, publicado por la Universidad Veracruzana como parte de la serie Historia y Sociedad, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales. Construido desde el eje de la historia cultural, la cultura visual y los estudios de género, el volumen muestra cómo se fueron entrelazando las imágenes gráficas de desnudo a un estereotipo de figura femenina trasgresora, en una época en que la mujer permanecía encasillada en el ideal decimonónico de ángel del hogar.

Es un libro que toca la interdisciplinaridad, con un tema que está siendo estudiado, pero del que aún resta mucho por decir, de modo que resulta una veta fructífera para los estudios culturales, ya sea desde la antropología, la historia, la literatura, las artes, la educación e incluso el derecho o la medicina. Según su autora, hacen falta estudios respecto a la industria de la imprenta y las imágenes eróticas, sobre los códigos que se elaboraron para controlar este tipo de imágenes consideradas sicalípticas, en relación a las políticas jurídicas y comerciales; conocer las creaciones y miradas femeninas en torno al cuerpo desnudo masculino en esa etapa y analizar las primeras películas porno que llegaron a México hacia finales del siglo XIX: hay cortometrajes en la Filmoteca de la UNAM esperando ser rescatados para su estudio.

En suma, el volumen invita a conocer una historia que implica, además de la presentación de imágenes gráficas, un toque a las fibras íntimas de la sexualidad, el placer y las políticas ejercidas sobre un cuerpo y un género; constituye una provocación a observar y criticar los modos de ver de aquellos que ejercían esa mirada, e incita a conocer cómo controlaban los cuerpos para que el lector se percate de esas formas sutiles, pero al mismo tiempo legitimadas y represivas, de vigilancia sobre el placer que se incardinan en la piel, en el sentimiento y el pensamiento. La obra es, pues, una invitación a pensar cuánto han cambiado esas políticas y mentalidades en torno al cuerpo desnudo femenino, y cuán responsables somos con nuestro propio cuerpo y nuestro placer.



Las paradojas de la transición. Agonía de un sistema político sin autocrítica,
Guillermo Fabela Qiñones,
Miguel Ángel Porrúa,
México, 2008.

Es un análisis sobre las causas y efectos de una realidad social y política tan dramática como la que vive México al comenzar el siglo XXI, caracterizada por una absoluta ausencia de compromiso de la clase política con el país, interesada sólo en consolidar sus intereses partidistas, situación que ha conducido a la sociedad nacional a un callejón sin salida muy peligroso. Se toca el paralelismo histórico entre el vasconcelismo, movimiento político-electoral que marcó a una generación y demostró la inviabilidad de una conducción democrática del Estado mexicano, con el proceso electoral del año 2006, que desembocó en una crisis del sistema y heridas en el tejido social que aún están abiertas.