Economía
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El complejo asunto de las especulaciones
 
Periódico La Jornada
Jueves 12 de agosto de 2010, p. 23

Francfort, 11 de agosto. Los especuladores hacen subir los precios del trigo hasta límites impagables, desatan crisis alimentarias y disturbios sociales. Este es el temor que circula en estos días, teniendo en cuenta que en las bolsas se comercia con gran cantidad de derivados de materias primas. Pero los efectos de los mercados financieros en los precios reales son complejos, y a largo plazo las especulaciones podrían incluso hacer bajar los precios de los alimentos.

Lo mismo da que se trate de trigo, jugo de naranja o petróleo: ahora los mercados de materias primas son globales. Los precios los fijan sobre todo la oferta y la demanda y, como acaba de ocurrir, la sequía en Rusia puede disparar los precios del trigo.

Pero, ¿qué ocurre cuando en Chicago, Londres o Asia se comercia con materias primas? Normalmente se trata de operaciones a plazo. Es decir, se promete comprar a futuro mercancías a precios ya fijados. Normalmente se critica a los especuladores por elevar los precios, dice el experto León Leschus, del Instituto de Economía Mundial de Hamburgo. Pero con esa especulación también se da a los productores de trigo o a los extractores de petróleo la posibilidad de asegurarse ante eventuales fluctuaciones.

En un escenario ideal, también las petroleras podrían protegerse así de repentinas caídas de las cotizaciones. De hecho, las inversiones millonarias en nuevas prospecciones sólo merecen la pena si el precio del crudo se mantiene a un determinado nivel durante algunos años, por lo que la venta a futuro puede asegurar a los productores.

Pero la demanda de seguridad frente a los precios al alza no es siempre tan alta como la de seguridad frente a los precios a la baja. Y es ahí cuando entran en juego los especuladores, arriesgándose a comprar a la baja productos que en realidad no quieren tener, para venderlos en el futuro a un precio mayor.

El origen de esas operaciones a plazo se remonta a varios siglos. Sobre todo los agricultores intentaban asegurarse con la venta temprana de sus cereales ante posibles caídas de los precios, mientras los consumidores apenas pueden protegerse contra el encarecimiento, como ya describió en su momento John Maynard Keynes (1883-1949).

Según la teoría keynesiana estos negocios especulativos no elevan los precios de las materias primas agrícolas a largo plazo, sino que más bien los bajan, ya que la oferta no se limita artificialmente.

Sin embargo, sí pueden tener efectos indirectos: en primer lugar, un granjero se ve impulsado a aumentar su producción si ve garantizado con anticipación el precio de venta de sus productos, porque de esta forma puede calcular mejor los costos. Al aumentar la oferta, los precios bajan.

En segundo término, si se espera un aumento de los precios, es posible que haya un acaparamiento de bienes, que por tanto quedan temporalmente fuera del mercado. Un buen ejemplo de ello son los fondos de riesgo que compran buques petroleros enteros y los mantienen en el puerto a la espera de que suban los precios, o bien los granjeros que guardan sus granos más tiempo del habitual. Esta oferta reducida puede elevar los precios, pero sólo mientras los almacenes sigan llenos. Al final los productos llegan al mercado y los precios vuelven a bajar.

Las más polémicas son las consecuencias que se producen cuando la especulación al alza o a la baja alcanza dimensiones que multiplican por mucho el volumen real de los productos. Entonces los precios a futuro pueden dejar de regirse por el valor real y estar determinados por efectos psicológicos, en vez de por la oferta y la demanda.