Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Jornada de Poesía
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Bemol Sostenido
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LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
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Hugo Gutiérrez Vega

TEATRO Y SHOW BUSINESS

Para Guillermina Álvarez

Cada vez que voy a Nueva York y hago mis planes teatrales, pienso en un excelente ensayo de Arthur Miller. Entre otras lamentaciones por la derrota del teatro a manos del brutal show business, el autor de La muerte de un viajante deploraba que la actividad teatral hubiera perdido su aureola mágica al caer en las manos de mercachifles que, como decía Lope de Vega, hablan al vulgo en necio para que no se haga necesario el esfuerzo del pensamiento. Tiene razón Miller al quejarse ante la comercialización sin freno de la vida teatral; sin embargo, hay algunos ejemplos de show business que tienen una calidad artística indiscutible (estoy seguro de que Miller gustaba de los musicales de Cole Porter y de otros miembros de esa brillante generación ya convertida en un mito del arte escénico). Uno de esos ejemplos es la comedia musical Promises, Promises que nace y renace todos los días en el escenario del Broadway Theatre. Los nombres que respaldan al director y coreógrafo Rob Ashford son apabullantes: la comedia musical se basa en la película de Billy Wilder, The Apartment; el libreto es de Neil Simon, la música de Burt Bacharach, las letras de Hal David y el reparto incluye a Sean Hayes, el actor de cine y de televisión que, con esta obra, hace su debut en Broadway. Tal vez el único error sea la inclusión de Kristin Chenoweth que no está a la altura de un papel (el de Fran Kubelik) que en El apartamento convirtió en un hito actoral la genial Shirley MacLaine.

“I never fall in love again” nos dice el maestro Bacharach en una de las últimas canciones de la comedia. Así lo afirma el inquilino del apartamento que se ha convertido en un motel de los ejecutivos de la empresa en donde trabaja (estos préstamos de espacio para aventuras sexuales lo ayudaban a obtener ascensos y algunas prebendas en su poco brillante carrera). No cumple su palabra y se enamora nuevamente y de una manera definitiva.

Tal es la fuerza de su amor que lo ayuda a recuperar su dignidad, a renunciar a su trabajo y a dejar a los juguetones ejecutivos con un palmo de narices. En estas actitudes morales está presente el genio de Wilder enriquecido por ese maestro del diálogo que es Neil Simon.

Lejos del estruendo de Broadway (en el off Broadway de la tradición teatral), la actriz Helen Hunt se juega la aventura de rememorar la obra de Thornton Wilder, Our Town. Todos recodamos (me refiero a mis compañeros de la cuarta edad) la película que Sam Wood realizó en 1940 siguiendo las pautas marcadas por el mismo Wilder. En esta obra fundamental del teatro estadunidense, se revisan los aspectos esenciales del american dream y se hace el elogio (pensemos en “Que despierte el leñador”, de Neruda) de las buenas personas de los pequeños pueblos que nada tienen que ver con los deseos imperiales y que sufren las guerras y los conflictos provocados por los dueños de la riqueza del país. Helen Hunt, actriz de gran talento, se convierte en el eje de una puesta en escena que revive los valores sencillos y cotidianos de las comunidades de las gentes buenas y solidarias.

El Tony del año pasado lo ganó un musical notable, Fela, dirigido y coreografeado por Bill T. Jones. El director y Jim Lewis son los autores de esta pieza que es un canto de honor y de libertad dedicado a la madre África, personificada, en este caso, en el compositor Fela Anikulapo-Kuti, autor de la música e inspirador de esta reivindicación de la cultura de un continente humillado y explotado por los poderes coloniales. Por encima del mensaje político brilla la belleza de los temas musicales y la energía sublime de los bailarines africanos. Un gran rescate cultural nos propone Fela y, al mismo tiempo, nos obliga gozosamente a bailar (en mi caso, con gracia elefantina) con el hermoso conjunto de actores, cantantes y bailarines.

Tiene razón Miller, pero son muchas las excepciones que reivindican a varios ejemplos del show business neoyorquino (por cierto que los mercachifles nos mandan la basura de sus basuras dizque teatrales e imponen a sus socios mexicanos la obligación de no crear, sino simplemente repetir los guiones con los ojos cerrados y la cabeza gacha).

Billy Wilder, Thornton Wilder, Simon, Bacharach, Hunt, todo el conjunto de Fela... algo bueno sucede en la Gran Manzana y en su vida teatral.

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