Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desarrollo, desarme y seguridad
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ace ya casi tres décadas, en su sesión general dedicada al desarme, la viceministra sueca Inga Thorsson planteó una importante relación inversa entre el de-sarme, la paz y la seguridad interna de un país, así como el desarrollo, que la asamblea general de Naciones Unidas convalidó para todos los países allí representados. La relación entre desarrollo y seguridad constituye una relación asociativa.

Esto se debe a que el armamentismo captura inmensos capitales que son sustraídos de la economía diseñada para el desarrollo y configurada mediante planes nacionales, regionales, estatales y municipales, todos concebidos para el crecimiento y para favorecer y apoyar la actividad en el campo, en la agricultura, y en las zonas más urbanizadas y comunicadas a través de redes hechas para el comercio interior, así como para las salidas portuarias, carreteras, aéreas o destinadas a los centros de consumo nacionales, internos, que propician el intercambio nacional o la compra y venta en mercados internos, que fortalecen la economía nacional y abastecen de artículos de primera necesidad al propio pueblo mexicano.

La no participación en la economía de los capitales que se dedican al contrabando o a la narcoactividad, es decir, a la siembra en las mejores tierras de enervantes, así como al secuestro de los campesinos agricultores en tierras que de haberse mejorado la productividad, canalizado recursos económicos y técnicos, así como los medios para la distribución en los mercados nacionales e internacionales, incluso cumpliendo con los compromisos internacionales por medio de los tratados ya firmados, y revisados para la mejor conveniencia de las partes. Todo ello sustrae del sector verdaderamente productivo, los capitales y los recursos, debilitando la producción para el consumo interno, y obligando la importación de bienes, que podrían producirse aquí, en el campo mexicano, canalizando hacía allá los recursos económicos tan grandes que ahora se canalizan hacia la producción de mariguana de exportación o para consumo interno.

Estos mercados narcos compiten entre sí y se distribuyen a manera de que les produzcan las más grandes utilidades. Esta competencia no se lleva a cabo en salones de té, sino en los caminos rurales y en zonas camufladas, de tal manera que obligan a la contraparte, es decir, a las policías y autoridades a dotarse de los mejores elementos, pero no pueden hacer campañas exitosas para acabar con los narcotraficantes y sus víctimas, una de las cuales son los campesinos más pobres, quienes entre sembrar maíz, frijol o productos de primera necesidad y comerciables en los mercados nacionales, esto termina por distorsionar todo el sistema de seguridad, incluso de quienes ya están comprometidos a sembrar mariguana, y que quisieran dejar esta relación para volver a los cultivos tradicionales, mejorados y con apoyo gubernamental, pero que no pueden hacerlo porque prácticamente están secuestrados por los narcos y han perdido su libertad.

El llamado Informe Thorsson –que se presentó en la sesión convocada por el secretario general de las Naciones Unidas y que se apoyó en 40 informes parciales– trata de la relación perversa entre desarme y desarrollo que se establece entre quienes participan en una economía sana, que es la base del desarrollo nacional y de la capacidad para competir en los mercados internacionales, y el poderío económico de enormes dimensiones, que les permite manejar armas sumamente modernas que frecuentemente superan a las de nuestro propio Ejército, tanto como a las policías especializadas que debieran tener la fuerza para combatir a los narcos, lo que no siempre sucede, como es público y notorio, pues se ven en desventaja de armamento y de elementos para la localización y la destrucción de los plantíos, así como para acabar de una vez por todas con estas organizaciones que envilecen a nuestra sociedad y que generan miedo e inseguridad internacional.

El estudio de Inga Thorsson amplía el enfoque de la seguridad nacional e incorpora una serie de amenazas que van mucho más allá de las puramente militares. Dice Thorson:

“La seguridad nacional no constituye un objetivo en sí, su propósito final debe ser asegurar la independencia y la soberanía del Estado nacional, la libertad de sus ciudadanos: libertad y medios para desarrollarse económica, social, y culturalmente, es decir, la definición exacta de lo que llamamos ‘desarrollo’, en el mundo actual, esto nunca podrá lograrlo ningún Estado a costa de los demás, en un mundo independiente, sólo a través de la seguridad global internacional será posible la meta última de libertad, de seguridad de los estados, tales amenazas de seguridad de los estados bienestar y dignidad humana para los pueblos de todo el mundo.”

El estudio de referencia, que no es precisamente nuevo, pero que toca con precisión los puntos más delicados de nuestra realidad social y política, y si no que lo digan quienes están a favor de la libre venta y cultivo de las drogas, como la mariguana, sigue diciendo:

“Actualmente existen una serie de amenazas no militares cada vez más intensas, las que agravan los problemas de seguridad de los estados, tales amenazas no militares pueden ennumerarse de la siguiente manera: amplias e importantes reducciones en las perspectivas de crecimiento económico; tensiones ecológicas, escasez de recursos de manera muy notable en el sector energético; escasez de ciertas materias primas no renovables.

Las tensiones y apremios de hoy pueden transformarse en las tensiones y conflictos del mañana, agravados por el aumento de la población y por el avance tecnológico en campos afines: la peligrosa polarización de la riqueza y la pobreza moral y políticamente inaceptable.