Sociedad y Justicia
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“Pretensión absurda, acabar con narcocorridos

Existirán mientras haya tráfico de drogas; forman parte de la violenta cotidianeidad: investigadora

 
Periódico La Jornada
Martes 17 de agosto de 2010, p. 36

La narcocultura se impone en sus más diversas formas: literatura, arte, religión y, por supuesto, música, concretamente los narcocorridos, auténticas historias de vida, poder, crimen y dinero que informan e inciden en el imaginario colectivo.

Convertidos en una subcultura, los narcocorridos forman parte de la violenta cotidianidad que actualmente padece el país, con 28 mil muertos en lo que va del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa.

Con el asesinato de cantantes de este género, el más reciente, Sergio Vega, El Shaka, y la investigación de nexos entre el narco y algunas grupos musicales, ha surgido la controversia sobre la censura o prohibir la difusión de los narcocorridos con base en iniciativas de ley que pretenden desaparecer estas canciones derivadas del corrido mexicano.

¿Eliminándolos se acaba con el problema? Anajilda Mondaca Cota, profesora de la Universidad de Occidente, de Culiacán, piensa que no. Más aún, está convencida de que los narcocorridos son un medio de información colectiva, mucho más eficaz que la prensa, sometida en algunos casos a la censura o la autocensura.

En entrevista con La Jornada, Mondaca Cota, quien en los años recientes ha estudiado este fenómeno como cultura e información, publicó el libro Las mujeres también pueden: género y narcocorrido, y afirma que prohibirlos es un propósito vano que no dará los resultados deseados.

“Es algo inútil; tendrían que acabar con el narcotráfico para lograr que terminen los narcocorridos”, dice la investigadora. “Finalmente, existen como consecuencia del tráfico de drogas. No podemos pensar en prohibirlos. Es un argumento sin cordura creer que oyendo narcocorridos te conviertes en narcotraficante. Es una visión demasiado corta que tienen algunos diputados y políticos.”

La fracción legislativa del PAN en la Cámara de Diputados presentó hace unos meses una iniciativa de ley para sancionar hasta con tres años de cárcel a quienes hagan apología del delito, mediante la difusión de narcocorridos.

Mondaca Cota considera absurda está pretensión, porque el narcocorrido ya forma parte del imaginario colectivo mexicano y además cumple una función social: En ellos se encuentra mucha más informa- ción que en la prensa. Conoces mucho más de la vida del narcotráfico y sus personajes que lo que cuentan los medios de comunicación. Gracias a éstos podemos saber mucho más de la vida de los capos y de lo que pasa en el mundo del narcotráfico, que lo que dicen en tal o cual medio.

Jóvenes seducidos

A pesar de los asesinatos de cantantes de narcocorridos, los jóvenes mexicanos asocian la vida de los narcotraficantes con poder, dinero y mujeres, afirma la investigadora, quien ha trabajado con tres tipos de imaginarios ligados a los narcocorridos: éxito, poder e ilegalidad.

“El capo está ligado fuertemente con el éxito frente a los jóvenes –añade–; hay que reconocerlo, ellos asocian a los narcotraficantes con dinero, lujos, buena vida y mujeres, no con la muerte.”

En años recientes, a consecuencia de la rivalidad entre los cárteles, han asesinado a cantantes de este género musical como Valentín Elizalde, Sergio Gómez, Zayda Peña Arjona, Jorge Antonio Sepúlveda Armenta y a los dos hijos del cantante Joan Sebastian, Trigo y José Manuel Figueroa. También han quedado en entredicho los nexos de los capos del narcotráfico y grupos como los Tucanes de Tijuana o el cantante Ramón Ayala.

Los narcotraficantes suelen solicitar que se compongan canciones sobre sus agitadas vidas a cambio de jugosos pagos; de esta manera los intérpretes se van relacionando con el entorno del tráfico de drogas, viviendo en el filo de la navaja.

Los narcocorridos enaltecen así la vida de los capos. En la mayoría de los casos los convierten en ídolos y figuras épicas, con aura de héroes, capaces de luchar contra las fuerzas de seguridad y salvar la vida una y otra vez. Generalmente los describen bien vestidos, con camionetonas, armas, mujeres y viviendo en lujosas mansiones.

“Los jóvenes admiran la inteligencia de los narcos –comenta Mondaca Cota–. Cuando yo les pregunto cómo se visualizan cuando se gradúen, ellos no se ven como narcos o al menos prefieren no decírmelo, pero sí aspiran a tener dinero y lujos. Los capos, para ellos, son más inteligentes que los gobernantes y la policía.”

En Sinaloa la narcocultura empieza a ser advertida por los jóvenes en los antros y en la vida nocturna: “Está en la calle, en la música, en el uso de la ropa de marca. Los jóvenes identifican con mucha claridad quién es el verdadero narquillo y quién es el wanabí, el que pretende imitar al narco sin serlo”.

El narcojunior o el buchón se identifican por el uso de camionetonas lujosas y por estar acompañado de las llamadas plebitas o buchonas; esta última es la amante o esposa de un narcotraficante u operador. En un principio la imagen era de cabello rubio pintado. Ahora lo traen negro y planchado con ropa entallada al cuerpo, muy llamativa. Una característica peculiar es el uso de uñas postizas y pedrería.

Se puede identificar a los narcojuniors por la vestimenta de mal gusto. Los buchones eran aquellos personajes serranos que bajaban con camisas deslumbrosas tipo Versace, pero con guarache piteado, un calzado cruzado bordado con hilo de colores, y con joyas llamativas, generalmente de oro.

Comenta que el imaginario del poder está asociado con dinero y control: Hay una clara evidencia con respecto a la ilegalidad. Los jóvenes tienen muy claro que todo se maneja con la corrupción y principalmente con la connivencia entre gobierno, policía, Ejército y los capos de la droga. Para ellos ilegalidad es sinónimo de corrupción.

Los jóvenes mexicanos ven cómo la policía no detiene a los narcos que viven cerca de sus colonias: “Más de uno conoce narcos, y señalan por ejemplo que en el barrio hay casas de seguridad o saben dónde viven. Todo mundo sabe que viven allí, menos la policía o el Ejército”.

El interés de los jóvenes por la narcocultura se incrementa con la vida nocturna. Son testigos de cómo los narquillos violan la ley de manera ostentosa y no les pasa nada: “Ven cómo los capos disfrutan de una impunidad insultante, grosera. Los coches son importantes. Juegan carreras frente a la atenta mirada del Ejército y la policía. Son jóvenes que ponen la música a todo volumen, generalmente narcocorridos. Lo hacen con toda impunidad. Saltan el camellón, se ponen a platicar en doble, triple fila, obstruyendo las calles. Hay una parafernalia exhi- bida del narcotráfico y eso influye definitivamente”.

Mujeres empoderadas

Uno de los elementos más llamativos en la cultura del narcocorrido es la inclusión de la mujer en un papel preponderante del que anteriormente no gozaba. “Lo que encuentro ahora es un empoderamiento de la mujer que va ganando terreno y en consecuencia es cada vez más valorada y considerada como personaje central dentro del espectro del tráfico de drogas. Tal vez no tanto en cuanto a las formas de operar, aunque hay evidencia de que se encuentran mujeres sicarias en los cárteles de la droga.”

Los narcocorridos dan cuenta de una visión de la mujer dentro del narcotráfico totalmente distinta al modelo tradicional: “Ella ya no es la simple compañera, la amante de adorno, sino aparece como un personaje central, como negociadora, operadora, yo diría casi como la materia gris de los capos del narco. Aparece como asesora o consejera”.

Mondaca Cota recuerda que uno de sus estudiantes entrevistó a 17 mujeres narcotraficantes para un estudio y encontró su participación activa en el negocio de enervantes de manera muy distinta a la de los hombres. Ellas se dicen más inteligentes porque no le entran a la droga ni matan, dicen: Nosotras no somos pendejas, nosotras no matamos, mejor mandamos matar. Así nos conservamos y nos mantenemos en el negocio.

La mujer en el narcocorrido aparece como operadora, pero sin olvidar su papel de esposa y madre: Ellas no consumen, han tenido el cuidado de proteger más a la familia, de mantener y cuidar a los hijos. Obviamente permanecen en el anonimato. No le hacen frente a la violencia; su lema es: Que se maten entre ellos o los mandamos matar. El papel de la mujer en el narcotráfico es más formal del que muchos pudieran esperar.