21 de agosto de 2010     Número 35

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Rolando Duarte y Teresa Coello

Guatemala

Milpas en la encrucijada

Rolando Duarte y Teresa Coello

La Franja Transversal del Norte (FTN), corredor planeado e iniciado por el gobierno militar de Lucas García en la primera mitad de los 80s, atraviesa Guatemala desde el Caribe hasta Chiapas y se ha convertido en un activo para las inversiones en plantas de generación de energía, aprovechando los torrentes de sus numerosos ríos; en un eslabón globalizador de Centroamérica con el Norte, y en una zona de especulación con aquellas tierras mayas de gran diversidad natural. Ahí la milpa, sus creadores y mantenedores enfrentan la encrucijada del tiempo neoliberal cuando apenas se empieza a trazar la ruta de escape de una vida semifeudal en las haciendas cafetaleras.

A fines de los 80s las comunidades kekchies y pocomchies presenciaron algo impensable hasta entonces: los terratenientes empezaron a perder y abandonar sus fincas tras la baja del precio internacional del café, la escasa demanda del mercado doméstico y la quiebra económica. Las familias habían vivido de sus milpas expandidas en las montañas dentro del perímetro de alguna hacienda, trabajando como esclavos, pagando con sus vidas el derecho de existir. Así fue desde los orígenes del cultivo durante el liberalismo de fines del siglo XIX hasta hace menos de 20 años.

Entonces el abandono del patrón por fin hizo florecer el sueño de una tierra libre y propia. Para quienes conocían la tierra como la palma de sus manos y la habían hecho producir, significaba contar con las montañas y ríos que dan sentido a los mitos y son escenario de los ritos. Sobre todo era la oportunidad de ser dueños, de estar en comunión con la tierra en el trabajo produciendo para sí mismos. Las milpas se veían engalanadas con nuevos cultivos intercalados a los consentidos maíz, frijol, cucurbitáceas y chiles. Se incorporaron cítricos mediterráneos y raíces caribeñas y africanas.

Aprovechando el éxodo de los finqueros alemanes, ingleses y criollos, los antiguos mozos, colonos o campesinos acasillados se valieron de distintos medios para convertir el sueño en la otra realidad. Los Acuerdos de Paz de 1996 modificaron el marco institucional y les abrieron la posibilidad de adquirir sus tierras por medio de un fondo de tierras. Como se sabe, ahora esta salida a la demanda agraria no llegó siquiera a ser una reforma, es insuficiente; no es integral, e ignora las necesidades crediticias, de tecnología, producción y mercado.

Otra salida fueron las medidas de hecho, las tomas de fincas abandonadas, unas pocas fueron exitosas, otras fueron desalojadas y los campesinos se refugiaron en las poblaciones aledañas.

La milpa ha cumplido la función de reserva estratégica para la sobrevivencia cultural y social. En épocas de las haciendas en su modalidad de tumba y quema, o swadish, la milpa cumplió, vigorosa sin necesidad de fertilización química o pesticidas. Más allá de servirle a sus cultivadores, los terrenos ya limpios y preparados abrieron el campo para la plantación del monocultivo cafetalero con sus árboles de sombra.

Los trabajadores estaban autorizados a dedicarle a sus milpas los días de descanso (en ocasiones sólo contaban con el domingo) y dos semanas al año, no más. Cada familia debía cultivar aproximadamente una manzana para cubrir sus necesidades y por lo general estaba retirada de sus hogares. Tanto la mano de obra como la utilización de la tierra eran intensivas; se involucraba a toda la familia, y algunas tareas, como la siembra y la preparación de la tierra, se hacían en forma compartida con otras familias.

Cuando las haciendas fueron tomadas legítimamente o de hecho, los cultivos de café no se encontraban en condiciones de producción, estaban enmontados, las plantas envejecidas y sin mantenimiento. La milpa sirvió de sostén a la recuperación del café por periodos de tres años o más. Para los desplazados que no tuvieron éxito en su gestión, las pequeñas parcelas de milpa les han permitido sostenerse mientras encuentran la ruta a sus montañas y bosques.

La milpa y la lucha. No siempre la milpa se interpreta como campo de resistencia y lucha. Para la visión científica conservadora de la segunda mitad del siglo pasado, la milpa es un multicultivo con plantas nativas que hicieron posible que campesinos pudieran vivir en condiciones paupérrimas en sus parcelas y bajar a cosechar, limpiar y sembrar en las grandes fincas. El valor era de contención del sistema minifundio–latifundio. El Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá (INCAP) encabezó esta postura . Afirmaba que la milpa permitía a los campesinos cumplir con los requerimientos nutricionales: carbohidratos con el maíz, proteínas con el frijol, vitaminas con los güicoyes y chiles y minerales con la cal utilizada para tortear, y con sólo eso ser capaces de muy alto rendimiento físico.

Otras instituciones sustentaron el modelo con generación y transferencia de tecnología, así como con créditos. Su objetivo no era que los pequeños y medianos agricultores pasaran a estados superiores de desarrollo, sino impedir su desaparición y así darle sustento a la estructura agraria dominada por la hacienda agro exportadora. En los 90s estas instituciones dejaron de existir o cayeron en la inoperancia y en paralelo sucumbió la idea sublime de la comunidad campesina autocontenida y endógama de postal. Es la época del neoliberalismo, que se caracteriza en nuestro caso por la producción de hortalizas donde antes había milpa, mayor degradación ambiental, migración trasnacional y especulación por la tierra.

La milpa entre las cadenas productivas. Al haber sido doblegado el modelo del desarrollo rural comunitario por uno neoliberal basado en la producción para los mercados urbanos y la expulsión de mano de obra del campo, muchas instituciones le ponen atención a las cadenas productivas en las unidades de mediano a gran tamaño trabajadas y administradas por los antiguos mozos. En el Polochic se justifica en la acumulación de conocimientos y técnicas, la infraestructura construida por los antiguos hacendados y los mercados internacionales. A la milpa se le deja a su propia suerte, como un vestigio del pasado tenderá a desaparecer.

¿Estamos diciéndole adiós a este multicultivo nacido en Mesoamérica y mantenedor de generaciones? Los nuevos modelos de desarrollo impulsados desde agencias internacionales y asumidos por los gobiernos apuestan hacia allá. El escenario es de fortalecimiento de empresas agrarias en monocultivo con mercados especializados, injustos o justos; mitigación de riesgos, y hambrunas con hortalizas y rebaños caseros, mientras crece la demanda de maíz y frijol de importación.

La milpa creció cuando fue adoptada como propia por los campesinos ladinos del oriente y su principal producto, el maíz, se convirtió en parte del santoral guatemalteco al que contribuyó Miguel Ángel Asturias en Hombres de maíz, algunas organizaciones importantes han dado por llamar a Guatemala Iximuleu (tierra de maíz). Sin embargo en el Polochic, última frontera en el modelo globalizador de desarrollo, la milpa está siendo empujada a su más mínima expresión. Como resultado se está simplificando en la variedad y calidad de cultivos que la componen. De los tres o cuatro tipos de maíz (amarillo, blanco, negro) sólo perdura el blanco, y sus hermanas, el frijol y las verduras, han sido sacadas de casa por los herbicidas.

¿Resistirá la milpa y sus cultivadores frente al nuevo esquema de desarrollo globalizado? ¿Resurgirá con nuevas expresiones multicolores como la soñaron los campesinos al tomar las tierras? La boca del Polochic está a punto de morderse la cola y la historia tomará un nuevo giro.

Antropólogos

Guatemala

Impulsan ley de desarrollo rural

Lourdes Edith Rudiño

Unidas, organizaciones civiles y campesinas de Guatemala están buscando por todas las vías –la movilización social, el cabildeo en el Congreso y con alcaldes municipales y la negociación en mesas de diálogo– que se apruebe ya la inicia�� va de ley de desarrollo rural integral, la cual ha estado en proceso de discusión y cambios desde hace diez años.

Marco Granados Ortiz y Dalila Vásquez, miembros de la Campaña Vamos al Grano –la cual integra 20 organizaciones campesinas de los 22 departamentos de Guatemala– explicaron en entrevista que la sociedad rural del país, compuesta por ocho millones de personas, de un total de población de 13 millones, siente una gran urgencia por que se apruebe la ley. “Queremos que sea antes de que termine este gobierno, en enero de 2012. Las elecciones presidenciales son en noviembre de 2011; consideramos que éste es un momento crucial y hemos estado cabildeando con los diputados representantes de los 22 departamentos y con los partidos políticos”.

Las organizaciones –entre ellas las integradas a Vamos al Grano, las de la Agencia de Desarrollo Rural Integral (ADRI) y las de la Campaña Guatemala Sin Hambre– expresan un ultimátum. “Hemos decidido que si nos ponen un alto, si no se hace algo de verdad en la Cámara que impulse la ley, vamos a hacer una movilización grande para ejercer presión. Cada organización convocará a sus bases y haremos un solo frente”.

La desesperación es porque los campesinos están prácticamente abandonados. “Después de la fi rma de los Acuerdos de Paz, en el gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000), se desmanteló el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Guatemala, y lo poco que queda está al servicio de los finqueros, de los terratenientes (...) estamos pidiendo que por lo menos el tres por ciento del presupuesto asignado a este ministerio se oriente a los pequeños productores”, comentó Granados, coordinador de Proyectos de la Asociación de Desarrollo Agrícola y Microempresarial.

Las necesidades básicas de los campesinos –apoyo gubernamental en asistencia técnica, acceso al crédito y espacios para la comercialización– son elementos claves en la ley.

La legislación considera también asuntos estructurales, como regulaciones sobre el uso del agua agrícola y la redistribución de la tierra, pues “hay mucho minifundio y la mayor parte de la tierra está en poder de unos cuantos”, Además la ley establece lineamientos sobre educación, salud, cultura y otros factores orientados a que la gente del campo tenga una vida digna.

Dalila Vásquez, miembro de la Alianza de Mujeres Rurales, dijo que el gobierno federal de Guatemala tiene una mesa de diálogo donde se discute la iniciativa de ley. En ese foro, el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CASIF), que agrupa a los empresarios se ha opuesto a la legislación; rechaza que se toquen los temas de tierra y agua.

“Pero ni siquiera es la tierra de ellos, sino la que pertenece al Estado la que estamos pidiendo que se dé a los campesinos. (Los empresarios) no quieren porque saben que si los campesinos tenemos acceso a mejor educación, mejor salud y a recursos para trabajar, ellos se van a quedar sin trabajadores para sus propias fincas, sin mano de obra barata, y van a tener que compartir el recurso agua. Además, la ley dice que hay que tomar en cuenta las decisiones de las comunidades, de las poblaciones indígenas para todo lo que se quiera hacer; a ellos esto no les parece eso porque están también invirtiendo en la explotación minera. La ley les pondría entonces un alto a eso. No están de acuerdo porque estamos tocando sus principales intereses”, dijo Dalila.

Explicaron que si bien en Guatemala la izquierda está fragmentada y no hay un partido político que abandere la causa campesina, las organizaciones que impulsan la ley suman más de cien y cuando los campesinos unidos se han movilizado, “prácticamente se paraliza el país”. Y esto es importante, pues “el movimiento de la sociedad civil ha ido creciendo”.

Precisaron que el presidente Álvaro Colom aprobó la política de desarrollo rural desde que asumió el poder, pero esto de nada sirve porque falta el presupuesto que la sustente y sólo se logrará con la ley aprobada.