Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de agosto de 2010 Num: 807

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Vamos a matarnos
ALEJANDRO ACEVEDO

Visiones de Teotihuacan
ESTHER ANDRADI

Vicente Leñero y la pasión por la forma
ANDRÉS VELA

Propaganda vs. publicidad
LUIS ENRIQUE FLORES

La novel narrativa argentina
JUAN MANUEL GARCÍA

La fuerza de lo visual
LAURA GARCÍA entrevista con MARGARITA GARCÍA ROBAYO

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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con Margarita García Robayo

La fuerza de lo visual

Laura García

Margarita García Robayo es periodista, pero se estrenó hace poco en las lides literarias. Su talento ha quedado grabado en dos interesantes proyectos: el blog Sudaquia: historias de América Latina, y la columna La ciudad de la furia, en el diario Crítica, de Argentina. En Sudaquia, Margarita entregó a sus lectores crónicas breves y muy sabrosas sobre esta región que en el mundo se conoce como América Latina, en tono políticamente correcto, pero a cuyos habitantes se les suele llamar “sudacas” en tono despectivo. Margarita se apropió de la palabra “sudaca” y la transformó en “sudaquia” para identificarnos desde su particular punto de vista. En 2009 publicó su primer libro, Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza, una colección de cuentos que están conectados entre sí por detalles mínimos. Nueve historias protagonizadas por nueve mujeres que comparten principalmente su soledad y frustración, pero cuyas voces no son, para nada, voces de derrota. Muy por el contrario, las protagonistas de este libro tienen mucha gracia, como la tiene Margarita.

–De Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza ¿cuál de esas nueve historias te costó más escribir?

–No sé, creo que la que más me costó fue “Diana.” Tuvo varios vínculos posibles con el resto de personajes. Es raro, porque yo diría que la historia más cercana es “Miriam”, por tratarse de una madre demandante como la de muchos, y Miriam es la madre de Diana, lo cual me pondría en una situación de cercanía mayor con Diana, pero yo no sé si es tan así, y sin embargo me costó, no escribirla, sino verla más dentro del abanico de personajes que quería crear.

–Entonces tu relato más cercano, por lo que veo, es “Miriam.”

–Me parece que sí, en realidad todas tienen un poco no de mí sino de alguna circunstancia personal que me hizo escribirlas, pero está claro que en “Miriam” hay un componente más de cercanía no sólo por el tema madre-hija, sino porque creo que de alguna manera es el personaje más irremediable. Su recurso es una hija que la desprecia, pero que también es víctima. De todas maneras yo pensé este libro más como un mapa de sugerencias en el que cada personaje tenía un abordaje distinto al gran tema que engloba las historias que viene siendo, a grandes rasgos, la soledad, la incomprensión, cierta frustración.

–Hace un tiempo leí en una entrevista en la que afirmas que el Nobel se lo deberían dar a los guionistas de las series estadunidenses. ¿Cuál crees que será la influencia a futuro de estas series en quienes escriben ahora?

–Sí, yo creo que en los últimos años las buenas series se han constituido en el mayor aporte al relato contemporáneo. La narrativa contemporánea le debe muchísimo a estas series. La estructura narrativa se transformó gracias a ellas, absolutamente; el peso de la estética en la literatura más reciente, la importancia de los giros argumentales… Somos una generación atravesada por lo visual, y para mí eso está muy presente en la literatura contemporánea, al menos la que a mi más me interesa, porque creo que da cuenta de su época y no se desentiende, no en el sentido histórico, pero sí estético, y eso al menos a mí me interesa más. De hecho, te diría que han superado al guión cinematográfico más convencional. Creo que si pudiéramos hacer una analogía con la literatura diría que las películas son a los cuentos lo que las series a las novelas.

–¿Qué lees ahora?

–Ahora estoy leyendo a un tipo maravilloso: Rohinton Mistry, una novela que se titula Un perfecto equilibrio: tristísima y hermosa y sensible. Sucede en India y es desgarradora y últimamente acá descubrí un libro maravilloso, Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, argentino. Hace poco leí La vida privada de los árboles. Descubrí que si uno pudiera elegir cómo escribir, yo elegiría escribir como Zambra; lo que pasa es que uno no elige.

–En Sudaquia, uno puede encontrar, coleccionados, todos los estereotipos de Latinoamérica. ¿Cuál es el estereotipo más odioso o intolerable asociado a esta Sudaquia?

–Ahí podría decirte dos cosas. Uno, que el estereotipo (que en realidad no es un estereotipo porque salta a la vista donde una va) más triste es el de que esta es una región sumamente desigual. La brecha asquerosa que hay entre la gente rica y pobre en América Latina es caricaturesca. Eso por un lado, digamos, el lado triste y serio, y que si bien funciona como un estereotipo hacia afuera, es una realidad tremenda. Pero por otro lado, menos como región, sino como comunidad o individuos, me molesta especialmente el estereotipo del oportunista: emigrar, entre otras cosas, se toma de esa manera; uno se va de su país porque quiere buscar “mejores oportunidades” en otro lado, e incluso dentro de Sudaquia misma eso se lee así, no sólo para quien te recibe (para quien siempre vas a ser un tipo de afuera que vino a quitarnos un poquito de lo que nos corresponde), sino para quienes se quedan. Hay gente que no te perdona que te fuiste, gente de tu país, amigos. Hay un rollo tremendo con emigrar. Desde el punto de vista humano mi experiencia es que el emigrado, por bien que le vaya, siempre va a vivir en esa especie de raro limbo. En vez de hacerse de dos lugares, en vez de uno, se excluye de ambos. Yo me adapto muy fácilmente, pero adaptarse no es igual que pertenecer. También creo que uno como extranjero puede aprovecharse de su condición y sobrevivir en esas márgenes exóticas con cierta gracia, sin que sea un peso, pero sin duda siempre habrá un grupo de gente (cercana incluso) que lo mirará con malos ojos y volverán al estereotipo del que te hablaba, el de ser oportunistas, aprovechados, venirse de su país al país ajeno. A ver, ¿a qué?

–¿Tienes algún otro libro en camino?

–Sí, terminé una novela que espero que salga antes de fin de año. También saldrá una compilación de mis columnitas en La ciudad de la furia. Es una selección que me costó mucho trabajo hacer porque había muchas y tocó acortar.