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Norogachi, inspiración para la escultora, hoy es de los sicarios

El narco quebró la armonía en la Tarahumara: Alice Micheli
 
Periódico La Jornada
Jueves 26 de agosto de 2010, p. 14

En la sierra Tarahumara algo se quebró. Una tierra que alguna vez estuvo llena de espiritualidad cedió terreno a la descomposición social que viene con el narcotráfico. Donde antes reinaba el sentido del absoluto, ahora domina la muerte, el cinismo, el dinero.

La escultora italiana Alice Micheli no oculta su enojo contra las injusticias cotidianas que nadie puede detener.

En entrevista con La Jornada hace el recuento de agravios contra los pueblos indígenas, los que atestiguó, y analiza con tristeza cómo su fuente de inspiración artística entró en una espiral de decadencia sin solución.

De las islas griegas a la sierra de Chihuahua; del mar Mediterráneo al cielo infinito de la Tarahumara, el camino de Alice ha estado marcado por estos sitios que han influenciado su labor creativa.

Luego de trabajar por varios años en la isla griega de Naxos, decidió viajar a México, al poblado chihuahuense de Norogachi, siguiendo el rastro del poeta francés Antonin Artaud, quien estuvo en esas tierras en los años 30 del siglo pasado.

Él decía que éste era el lugar más fuerte del mundo y comparto esa opinión. No hubiera podido hacer mi trabajo si no iba seguido allí, donde me quedaba un mes con Balbina Torres, una curandera que tenía la sabiduría de las plantas, rememora.

De 1991 a 2001 volvió cada año a ese mundo cargado de espiritualidad que inspiraba su trabajo artístico. Allá hay un sentido del absoluto que te da fuerza. Es como alimentarse de algo que no pertenece a la realidad, ni a la tierra ni al cielo.

Por causas familiares se ausentó cinco años. A su regreso, en 2007, encontró un paisaje dominado por el narco, con la complicidad de la Iglesia, el gobierno local y los maestros corruptos.

Se quebró una armonía, dice en su español salpicado de italiano. Fue testigo de cosas muy duras: asesinatos impunes, narcotráfico, sobornos, abusos en los que la Iglesia “tenía un papel absolutamente nefasto.

El sentido de lo sagrado se murió. La gente está perdiendo su alma por la avidez y el cinismo del blanco y el mestizo contra los tarahumaras, y el precio de ese mundo paralelo de violencia es el miedo de la gente, lamenta.

Parafraseando a Octavio Paz, Norogachi, dice, era el lugar donde se podía recuperar el olvidado asombro de estar vivos, ahora ha sido ganado por los sicarios, la droga y la muerte.