Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de agosto de 2010 Num: 808

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Juan Bruce-Novoa: Only the Good Times
ALBERTO BLANCO

El síndrome de Procusto y la política científica
JUAN JOSÉ BARRIENTOS

Monet, impresionista
Presentación

Los deudores de Monet
FRANCISCO CALVO SERRALLER

Los ojos de Monet
JOHN BERGER

Ella casi bella
GUILLERMO SAMPERIO

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

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LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
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Ana García Bergua

El cuartel se decora

El día 4 de los corrientes, el capitán Escutia y quien escribe recibimos la noticia de la visita próxima al cuartel del general Piraña, miembro del Estado Mayor y Caballero de Colón. Fue por ello que el capitán, harto del desorden de la tropa, nos ordenó que lo dejáramos limpio como un espejo y reluciente como el sol, ambas cosas bastante difíciles de lograr pero que, por consideración al capitán y miedo al calabozo de las hienas, efectuamos con el mayor esmero. Luego de amonestar al cabo Alderete por colgar sus calcetines en el televisor, atacamos con escoba y estropajo las instalaciones, dejándolas deslumbrantes. Todo iba bien, hasta que el sargento Mandioca, mirando con ojo crítico el cuartel, aseguró que faltaba un detalle. No luce, le falta alegría, afirmó. Eso desanimó un poco a la tropa, agotada de cepillar durante tres días las tuberías más recónditas.

Sin embargo, la incansable cadete Camacho respondió con entusiasmo al comentario del sargento y envió un pequeño contingente a comprar guirnaldas de flores a la tienda de decoraciones de Coyoacán pues, aseguró, colgadas por aquí y por allá le darían realce al cuartel. Luego de una pequeña escaramuza, el contingente retornó con la mayor parte de las guirnaldas, que por causa desconocida tenían los colores de la bandera enemiga, si bien en tonos pastel, por lo que se decidió colgarlas en el patio de prácticas, en la fachada de las oficinas y en el establo de Medea, la yegua del capitán. El cuartel se veía, hay que decirlo, mucho mejor. Y ya nos disponíamos a descansar en la litera cuando el sargento Mandioca exclamó que de qué servía tanta alegría por fuera si el salón de recepciones y el comedor, aunque olieran a Pinol, se veían tan lúgubres. Flores, sugirió el cabo Alderete bostezando de sueño, mañana compramos flores. Pero nada más con flores el cuartel seguiría pareciendo hospital y hasta funeraria. Después de una reunión de urgencia en la que los capitanes Valdivia y Escutia, la cadete Camacho y el sargento Mandioca discutieron la situación señalando un plano del cuartel con tachuelas de colores, se decidió que a la mañana siguiente, muy temprano, iría un destacamento a comprar figuritas de Lladró a Perisur, otro a buscar unos cojines con dorados a la Comer y el sargento llevaría a la cadete Camacho al cine (eso era aparte, pero se coló en la orden del día). Tomando en cuenta que estábamos rodeados desde hacía unos meses y que el paso a Perisur era sumamente difícil, por el tránsito y los fosos de cocodrilos abiertos por el enemigo en Barranca del Muerto, decorar el cuartel sería todo un logro que presumir a los contingentes de Narvarte y Satélite, que llevaban meses aislados por las bombas enemigas. Sufrimos unas cuantas bajas en el camino, especialmente por un grupo de lanceros de Bengala que atacaron al destacamento de Perisur con unos tubos comprados en Baños y Cortinas Schulz, pero finalmente llegaron los adornos y un tapiz de inspiración campestre que el sargento Valladolid arrebató al enemigo con gran valentía en el restaurant taurino Landeros.

Una guardia procedió a acomodar los adornos, los cojines y unas siemprevivas arrancadas del camellón de Miguel Ángel de Quevedo a un grupo de zuavos. Si bien tres figuritas de Lladró – un pastor, un venadito y un hada– quedaron inutilizadas por culpa del cabo Bruguera que al darse vuelta los tiró con la culata, el salón quedó aceptablemente arreglado e incluso se decidió que al general Piraña se le ofrecerían cocteles adornados con sombrillas que el sargento Mandioca concibió y que hubo que conseguir en Tlalpan, en una misión especial, nocturna y muy peligrosa, cuyos integrantes regresaron mordisqueados por lobos. Algo similar –con ratas asesinas– ocurrió al conseguir el plato botanero modelo Lorelei de la Cristalería Italiana, y algunos oficiales y soldados, apoyados por quien esto escribe, comenzaron a pensar que el cuartel estaba dignamente remozado y no quedaba más que esperar la visita del general Piraña, de ser posible, acostados en las literas. Sin embargo, el sargento Mandioca volvió a contemplar la sala y a comentar que faltaba un detalle, quizá una alfombra de Muebles y Tapices La Candelaria, mandada a bordar con la leyenda “Bienvenido, general Piraña”. Fue por ello que se procedió a vendarle los ojos al sargento Mandioca para que dejara de contemplar el cuartel y así, entre una cosa y otra, aprovechando que estaba vestido para la ocasión, se le fusiló, literalmente, sin contemplaciones.