Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de agosto de 2010 Num: 808

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Juan Bruce-Novoa: Only the Good Times
ALBERTO BLANCO

El síndrome de Procusto y la política científica
JUAN JOSÉ BARRIENTOS

Monet, impresionista
Presentación

Los deudores de Monet
FRANCISCO CALVO SERRALLER

Los ojos de Monet
JOHN BERGER

Ella casi bella
GUILLERMO SAMPERIO

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Columnas:
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Orlando Ortiz

Un enorme animal metafísico

Si le preguntáramos a lectores contemporáneos el nombre de cinco escritores (narradores) latinoamericanos de gran peso, apostaría que el primero en ser mencionado sería Jorge Luis Borges, después Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y… es muy posible que nadie, o muy pocos, se acordarían de Ernesto Sábato.

El pretexto para tal omisión podría ser que desde 1998 no han aparecido nuevas obras de este enorme autor, del cual Thomas Mann dijera: “Novela impresionante”, refiriéndose a El túnel, la primera que publicó, después de haber renunciado a su carrera como científico. De su siguiente novela, Sobre héroes y tumbas, Witold Gombrowicz se expresó con las siguientes palabras: “No conozco ninguna obra que introduzca mejor en los secretos de la sensibilidad contemporánea de la América Latina, a sus mitos, a sus fobias, a sus alucinaciones… Pero su contenido es universal, atravesado por la prodigiosa metáfora del Informe sobre ciegos”.

En el año antes mencionado publicó Antes del fin, volumen en el que incursiona una vez más en ese mundo de reflexiones y juicios plasmados en textos que recogen sus puntos de vista sobre temas diversos, inquietud que asomó desde Uno y el universo, su primer libro. Su vocación lo ha llevado por el camino de los filósofos, mas no para filosofar sistemáticamente, sino para pensar. Además de excelente narrador, Sábato es un pensador inquietante.

Otro motivo para tener arrumbado a Sábato, por cierto bastante soterrado, debe ser su posición política, plenamente antiimperialista –palabra bastante olvidada en este mundo globalizado–, de izquierda y siempre a favor de los desposeídos. Pero, al mismo tiempo, también siempre consecuente consigo mismo y alejado de dogmas. Es lo que otrora se denominaba, con cierto dejo peyorativo, un “francotirador”, y por lo mismo, desde esa perspectiva miope, era un burgués para los izquierdistas y para los burgueses era un vil comunista. Escribí “era” porque esa caterva ya se olvidó de él, que dejó de escribir por problemas de la vista.

En su libro El escritor y sus fantasmas hay unas líneas que me parece lo pintan de pies a cabeza, aunque él no sea solamente narrador: “El escritor de ficciones profundas es en el fondo un antisocial, un rebelde, y por eso a menudo es compañero de ruta de los movimientos revolucionarios. Pero cuando las revoluciones triunfan, no es extraño que vuelva a ser un rebelde.”

Habrá quienes vean en estas líneas rasgos de una ideología reaccionaria cuando es todo lo contrario. Lo que encierran es una acendrada y confesa vocación libertaria, ajena a dogmas, partido, conformismos y “gratitudes” . El volver a ser rebelde no significa hacerse reaccionario o retardatario, sino exigirle a la revolución que no se aburguese y mucho menos que por afanes pragmáticos claudique. Es, en pocas palabras, el exigirle a la revolución que no deje de ser revolucionaria y que no pierda de vista que las revoluciones no tienen como objetivo tomar el poder para demostrar la pertinencia de algunas teorías o planteamientos filosóficos, sino beneficiar al hombre concreto.

Fue presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), encargada de investigar las atrocidades y crímenes cometidos por los militares golpistas en Argentina. El informe se publicó en 1984 con el título de Nunca más, con un prólogo sin firma que, no obstante, se le conoce como el Informe Sábato. Cinco años después Carlos Menen indultó a los militares y Sábato condenó y repudió por inicua la indulgencia del presidente argentino.

Su vida ha sido una vida de lucha contra las injusticias y por el hombre íntegro. En uno de sus textos de El escritor y sus fantasmas, afirma que “toda novela es una novela de hombres, y el hombre es un animal metafísico…” Se pronuncia a favor de lo que denomina novelas profundas, las cuales no pueden no ser metafísicas, porque debajo de todas las cuestiones inmediatas y cotidianas en las que se debaten los hombres, “están, siempre, los problemas últimos de la existencia: la angustia, el deseo de poder, la perplejidad y el temor ante la muerte, el anhelo de absoluto y de eternidad, la rebeldía ante el absurdo de la existencia.” El hombre, para serlo, debe ser un animal no político, sino metafísico. En otras palabras, debe estar en perpetua agonía.

Creo, por eso, que Ernesto Sábato es un enorme animal metafísico, al que creí necesario recordar y celebrar ahora que acaba de recibir la presea José Hernández, justo al cumplir noventa y nueve años. Hombres de su estatura merecen cumplir cien, doscientos y más años.