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Los sesenta años de Los amorosos
H

ace 60 años fue publicado uno de los poemas más importantes de la literatura mexicana. Lo editó el Departamento de Prensa y Turismo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Su autor era un joven desconocido de 24 años que había empezado a publicar en un periódico preparatoriano de nombre El estudiante. Los amorosos fue el último poema incluido en la pequeña plaquette que llevó por título Horal.

Jaime Sabines, su autor, había desechado 46 poemas de este pequeño libro escrito en 1949 y que corrigió varios días en la imprenta, según consta en una carta que el poeta dirigió a Josefa Rodríguez, Chepita, quien sería la mujer de toda la vida.

Los amorosos, cartas a Chepita da cuenta del estado de ánimo del poeta al escribir como loco los versos de Horal durante varias noches de insomnio. Apunta en su correspondencia del 9 de abril de 1949 lo siguiente: “…te he estado haciendo poesías como una máquina. Algún día te enviaré lo que me guste. Así voy a terminar en un industrial del verso. Sabines y Cía. Versificación S.A”. Y en estas otras líneas fechadas el 12 de abril del mismo año no deja duda que la inspiración del poeta es su corresponsal: Eres todas las cosas que me faltan, todas las que no tengo. Como esa música del radio: invisible, presente y fugitiva.

Estas cartas publicadas por Joaquín Mortiz dan cuenta también de la reacción que provocaron sus versos blasfemos en la ciudad de México. Blasfemos, claro, por hablar del amor.

Una de las mejores descripciones de la poesía de Jaime Sabines se la debemos a Octavio Paz: si la prosa de Juan José Arreola semeja al Príncipe Saladino que puede partir en dos un hilo de seda con su sable, los versos de Sabines recuerdan a un Ricardo Corazón de León capaz de derribar a golpe de espada un roble. Sabines, en efecto, escribe con el golpeteo del corazón y más aún, según las palabras de la investigadora Aurora Ocampo: escribe con todas las entrañas.

¿Será que por esa escritura dirigida por el rumor de la sangre la poesía de Jaime Sabines haya sido más duradera entre los lectores que los textos de Alfonso Reyes, el mejor estilista del siglo XX según Jorge Luis Borges?

Sólo tres poetas contemporáneos se han arraigado fuertemente, según Carlos Monsiváis, al repertorio popular después de ese prodigio que fue y es Amado Nervo: Pablo Neruda, con su ya clásico Puedo escribir los versos más tristes esta noche; Federico García Lorca, con esa historia también nocturna en la que el poeta nos confiesa con la canción del octosílabo Y yo que me la llevé al río/ creyendo que era mozuela/ pero tenía marido…, y Jaime Sabines, con uno de los poemas que han repetido por lo menos tres generaciones de lectores y que incluso los analfabetas han aprendido de memoria, no importa cómo: Los amorosos.

El joven que escribió los versos de los amorosos fue el mismo poeta que los leyó en Bellas Artes y en la Sala Nezahualcóyotl cuando cumplió 70 años, ante un público que abarrotó los dos recintos y que le pidió como a cualquier exitoso cantante de rock que le regalara algo más de su repertorio. Y así como el público acompaña susurrando a sus cantantes, los jóvenes que entonces acompañaron al poeta repitieron sus versos en voz baja.

¿Por qué Sabines enraizó tan pronto entre nosotros y durante tanto tiempo? ¿Por qué casi siempre canta en do de pecho como han escrito? ¿Por qué, a diferencia de otros escritores, pudo sobrevivir a su paso por la política y pocos, nadie, se atrevió a recriminárselo? ¿Tan fuerte es la poesía y su rumor de sílabas? De los escritores de su generación (Sergio Magaña, Rosario Castellanos, Sergio Galindo) es, sin duda, el escritor más vivo.

Este escribano de la vida, como acostumbraba llamarse, exploró como pocos el dolor, la muerte y el amor; abrevó en ese mar de las emociones que es en realidad el palpitar del mundo. Tal vez por eso el nombre de sus lectores es multitud, legión, muchedumbre.