Opinión
Ver día anteriorMiércoles 1º de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tecnología médica: viejos reclamos, nuevos abismos
C

uando Karl Jaspers, en la década de 1950, reunió sus ensayos en el libro La práctica médica en la era tecnológica (Editorial Gedisa, España, 1988), caviló sobre los derechos del paciente frente a su médico, en la aparatización –Jaspers usó ese término– como factor nocivo y en la dignidad del afectado. También reflexionó acerca de las razones por las cuales los enfermos acuden a la consulta y cuántas de sus demandas son satisfechas. Han pasado seis décadas desde la publicación del libro. Sus observaciones no han envejecido.

Jaspers (1883-1969) fue médico, siquiatra, profesor universitario y filósofo. En la contraportada del libro se lee: Fue médico entre los pensadores y filósofo entre los médicos. Esa dualidad, leer el dolor a partir de la enfermedad y de la filosofía, y entender a la persona a partir de los daños de la patología y de la filosofía, le permitió conjuntar sus ideas para dar voz a los enfermos. Sus advertencias siguen vigentes. Los enfermos continúan siendo los mismos: buscan ayuda, consejos, compañía; los médicos siguen reproduciendo algunas de las pifias señaladas por Jaspers y han agregado nuevos sinsabores.

Las torpezas de los galenos no sólo se deben al auge de la tecnología, sino a la imposibilidad de entender, a pesar de todo el acervo acumulado, cuáles son los significados de enfermedad y cuáles los de salud. El problema rebasa la teoría. Dos circunstancias ejemplifican el embrollo. Primera: algunas variables, como la económica, la cultural o la familiar imprimen lecturas diferentes al binomio salud-enfermedad. Segunda: las personas suelen tener conceptos distintos de salud y de enfermedad. Esas variables (diatribas) las comparten y padecen médicos y pacientes.

La tecnología médica no ha aclarado esas diatribas. Ni las resonancias magnéticas, ni las pruebas de laboratorio, ni la ingeniería genética (mi medicina, afirma Donna Dickenson) se sientan entre doctor y paciente. Esa maravillosa parafernalia, aunada a la despiadada publicidad de las compañías farmacéuticas y al culto desmesurado hacia el cuerpo como sinónimo de salud han profundizado la confusión e incrementado las distancias entre lo que el paciente busca y lo que el médico ofrece. El abismo es evidente. Nuevamente destaco dos variables. Primera: algunas personas buscan ayuda por razones que no son enfermedades. Segunda: el espectro de la patología es mucho más amplio del concebido por doctores y por la medicina.

Muchas personas buscan atención médica por problemas que consideran que son enfermedad, pero que en realidad no lo son. Resolver esas situaciones en la consulta es imposible. Ni puede ni le corresponde al médico hacerlo. El brete se agrava porque la tecnología y las compañías farmacéuticas publicitan irrealidades respecto de lo que ellas entienden por salud y enfermedad.

Los logros de la biotecnología han sido duales: han ahondado profundamente en las porciones íntimas de la célula y han incrementado la brecha entre las personas. Denunciar esa realidad es una de las metas de la ética médica. La medicina a la carta –ingeniería genética, nuevos y mejores aparatos, nuevas subespecialidades, fármacos personalizados, etcétera– promueve las virtudes de la ciencia. Vender y ofrecer más, sirva o no, es la consigna.

Los derroteros de la medicina deben redimensionarse. Escuchar los reclamos de los enfermos es el camino adecuado. La pregunta es ¿qué quieren los enfermos? La pregunta no es ¿qué quieren los capos de la medicina? Otra pregunta es ¿qué necesita la mayor parte de la población? y no, ¿cuál es el campo de la salud que plantea mayores ganancias? El abismo entre las preguntas es evidente. El abismo se ha profundizado, porque en la medicina a la carta lo que menos importa es el sentir de los enfermos. Releer a Jaspers da cuenta de cómo se ha errado.

Entresaco algunas ideas del libro La práctica médica en la era tecnológica: “La relación de médico y enfermo es absorbida por la gran industria… el enorme desarrollo de las clínicas amenazan la antigua relación del médico particular respecto del paciente particular”… Podría creerse que los buenos médicos se tornan cada vez más raros, en tanto que la ciencia crece constantemente como saber¿Cuál es la situación actual? Se escucha decir: cuanto mayor el conocimiento y la pericia científicos, cuanto más eficiente la aparatología para el diagnóstico y la terapia, más difícil resulta encontrar un buen médico, tan sólo un médico…. La medicina científica tiene una tendencia a someterse a lo exacto en lugar de utilizarlo, dejar que el médico sea dominado por el investigador. Esa runfla la podría suscribir cualquier médico contemporáneo a quien le preocupan sus enfermos.

Las citas previas siguen siendo vigentes. Se ha fracasado. La responsabilidad de los médicos exige repensar cuáles son los sí y los no de la tecnología médica.