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La estrategia de la SEP para primarias y secundarias, una vacuna para no leer, apuntan

Regresivo, medir la velocidad de lectura en escuelas: especialistas

Catedráticos afirman que se debe promover la comprensión de textos, no su memorización

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Si no hay un disfrute, una conexión con lo que dice el texto, no hay un ejercicio pleno de la lectura, enfatiza la catedrática de la BENM, Graciela GutiérrezFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Domingo 5 de septiembre de 2010, p. 33

Contabilizar el número de palabras leídas en un minuto por un alumno de primaria y secundaria como una de las principales estrategias para promover la lectura y su comprensión, es la forma más eficaz de acabar con el placer de leer, aseguraron pedagogos y especialistas en políticas educativas de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM).

Luego que el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Alonso Lujambio, dio a conocer el pasado 27 de agosto los Estándares Nacionales de Habilidad Lectora, que establecen el número de palabras que un estudiante de educación básica deberá leer por minuto, los expertos destacaron que no sólo es una medida absurda y regresiva, ya que desde los años 60 del siglo pasado se abandonó su práctica. En los hechos, es una verdadera vacuna para no leer.

Estrategia de la SEP

Los estándares, que se deberán aplicar en todo el país con el apoyo de los padres de familia, establecen que en el primer grado de primaria un alumno debe leer de 35 a 59 palabras por minuto; en segundo año de 60 a 84; en tercero de 85 a 99; en cuarto de 100 a 114; en quinto de 115 a 124; y en sexto de primaria de 125 a 134 palabras.

En secundaria, los alumnos de primer grado tendrán que leer un promedio de 135 a 144; en segundo de 145 a 154; y en tercer grado de 155 a 160 palabras por minuto.

Lucía Rivera Ferreiro, catedrática de la UPN y experta en políticas educativas, señaló que además de ser una medida absurda y costosa, está orientada en la lógica de la evaluación. Se crea un estándar, es decir, una norma en la que se les dice a los padres que leer bien depende del número de palabras que puedan hacerlo por minuto sus hijos. Propuesta que, además de errónea, no resuelve en nada los graves problemas de lectura y escritura del español en educación básica.

Es una acción, indicó, que no se justifica desde ninguna perspectiva. No hay un sustento pedagógico ni de efectividad educativa. Desde hace décadas sabemos, por especialistas en la enseñanza del español, que comprender lo que se lee no pasa por la cantidad de palabras que uno pueda leer por minuto. Leer y comprender lo que dice un texto no es un proceso que se pueda sujetar a un entrenamiento mecánico, como pretende la SEP con sus estándares.

Juan Manuel Rendón, profesor de posgrado de la BENM, especialista en pedagogía y enseñanza del español, destacó que este tipo de propuestas viene desde los años 60, pero con las reformas a la educación básica se fueron abandonando, porque el mismo concepto de lectura evolucionó. Hoy sabemos que se trata más de una construcción de significados que de un simple acto de memorización de lo que dice el texto.

Cuando una persona lee, aseguró, inicia un proceso en el que intervienen sus saberes previos, su capacidad de comprensión lectora, pero también de interactuar con el texto. Es una construcción de significados, pero al poner el énfasis en la velocidad de lectura, no sólo se cae en un retroceso, si no en una concepción antipedagógica de acuerdo con una visión moderna de la enseñanza del español.

Rápido, sinónimo de bien

Darle prioridad a la velocidad, es creer en un concepto de lectura como una simple decodificación, cuando lo que importa es que el lector, a partir de sus conocimientos previos sea capaz de construir nuevos significados. Por eso decimos que la lectura nos transforma. No se trata sólo de recuperar con la memoria lo que se dijo en un texto, si no de interpretarlo, y esto tiene poco o nada que ver con la velocidad con que lees un determinado número de palabras.

Graciela Gutiérrez, catedrática de la BENM con 30 años de experiencia en la enseñanza de la materia de español, destacó que la lectura es un proceso de transacción. No sólo importa lo que dice el texto, si no su interpretación; pero si no hay un disfrute, una conexión con lo que leemos, no hay un ejercicio pleno de la lectura.

Es absurdo, indicó, que se aplique un programa para incentivar la lectura en el que se exige a los familiares medir cuántas palabras lee un niño por minuto.

Se crea la falsa idea de que si leen rápido, se lee bien, lo que resulta lamentable. La tarea de la escuela no es mecanizar la lectura, si no formar y hacer de los niños lectores para toda la vida.