Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de septiembre de 2010 Num: 809

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Raúl Hellmer: antropología
del ritmo

EMILIANO BECERRIL

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

El júbilo de la imaginación natural
EDGAR ONOFRE entrevista con JOSÉ LUIS RIVAS

Voy a desafiar a la muerte
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

La política social en Brasil
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

María Mercedes Carranza: la muerte y la poeta
HERMANN BELLINGHAUSEN

El canto de las moscas
MARÍA MERCEDES CARRANZA

Los secretos de un satélite joviano
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
Galería
ALEJANDRO MICHELENA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

De exhibición adecuada y otras rarezas

Más de una vez, y de manera sistemática, en este espacio se ha deplorado el hecho de que la cartelera cinematográfica ofrezca poco, poquísimo o en definitiva no ofrezca cine mexicano. Para desconocimiento de críticos o analistas que muy de tanto en tanto piensan u opinan sobre cine mexicano –como si éste careciera de “nivel” o de importancia para acceder a la altura de sus elevadas plumas–, pero sobre todo para oprobio de distribuidores y exhibidores, y también de un público cuya apatía le impide protestar de algún modo contra situación así de preocupante, en el último lustro –por referirse únicamente a un lapso definido– ha habido muchas ocasiones en las que acaso uno de los estrenos en la cartelera comercial fue de una cinta mexicana, e innúmeras semanas en las que ninguna producción nacional fue estrenada y, con suerte, alguna que comenzó la semana anterior sigue exhibiéndose, o mejor dicho sobreviviendo al salvaje sistema tácito ya bien conocido, según el cual película que no mete a taquilla la cantidad de dinero que el exhibidor considera buena o suficiente, película que es cortada sin miramientos.

Por eso es notable que un día como hoy –miércoles 25 de agosto, quién sabe el domingo, cuando el improbable lector pase por aquí su mirada benevolente– estén exhibiéndose en el DF y área metropolitana ni más ni menos que ¡diez! cintas hechas en México, o lo que es lo mismo, poco más de la cuarta parte de los treinta y seis títulos que entre todos –megacadenas de exhibición, Cineteca Nacional, circuito de la UNAM y el modesto pero imprescindible Cinemanía– son capaces de ofrecer en un momento dado. Difícilmente una situación así ha tenido lugar, y todavía con más dificultad podrá volver a suceder.


Las buenas hierbas

Las películas son, a saber: El informe Toledo (2010), documental de Albino Álvarez, muy ad hoc este año en que el maestro oaxaqueño cumple sus primeros setenta de edad; No eres tú, soy yo (2010), comedia romántica dirigida por Alejandro Springall; El atentado (2010), regreso historicista de Jorge Fons a la dirección cinematográfica; Crónicas chilangas (2010), ópera prima de Carlos Enderle; Fuego (2009), primer filme totalmente a cargo del otrora sólo guionista Guillermo Arriaga; Norteado (2009), del oaxaqueño Rigoberto Perezcano, de la que se habló aquí anteriormente; el estupendo documental Los últimos héroes de la península (2009), de J.M. Cravioto; la clásica ¡Vámonos con Pancho Villa! (1935), de Fernando de Fuentes, como parte del ciclo Las imprescindibles de Carlos Monsiváis; la curiosamente arcaizante Crepúsculo rojo (2008), de Carlos González Morantes, y finalmente Las buenas hierbas (2010), el más reciente largometraje de María Novaro.

DE LO BUENO POCO

Consistente en lo temático y consecuente en lo ideológico, la nueva propuesta de Novaro (Danzón, 1991; El jardín del Edén, 1994, Sin dejar huella, 2000) reafirma el punto de vista de la realizadora y amplifica el horizonte de lo que se observa para ser narrado: como bien lo sabe cualquiera que conozca el trabajo previo de la también directora de Lola (1989), dicho punto de vista es el de la mujer mexicana contemporánea, cuya mirada –la de sus protagonistas, siempre féminas; la de la propia María, innegable sustrato emocional y cultural de aquéllas– no ejerce funciones limitativas ya sea de género, como querría una obviedad falsa y hasta tramposa, ni de clase o inclinación político-ideológica. Por el contrario, y tomando en cuenta que el imaginario sociocultural contemporáneo pareciera fatídicamente inclinado hacia su lado masculino, la visión femenina –que no necesariamente feminista– que Novaro brinda de su entorno histórico, tiene la doble función de paliativo y refresco: lo primero, desde luego, en cuanto a la necesidad apremiante de equilibrar las balanzas genéricas, al menos en la producción artística y cultural de este país de machismo mil veces negado y cien mil veces refrendado; lo segundo, en cuanto al enriquecimiento implícito en mirar al mundo y sus problemas de modo diferente al acostumbrado –y, de paso, entender o siquiera vislumbrar cómo miran, sienten y piensan más de la mitad de quienes habitan este pobre país nuestro.

Además de lo anterior, Las buenas hierbas –de cuya trama nada será contado aquí– es, al tiempo que una recuperación o recordatorio mínimo pero no por ello menos entrañable de la herbolaria mexicana, una muy eficaz mostración de cómo pueden combinarse, en la vida diaria, la fuerza de carácter y la ternura en el trato con los seres amados, máxime si por alguna razón éstos se encuentran en una situación de vulnerabilidad.