Opinión
Ver día anteriorViernes 10 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Daniel Catán: ardiente paciencia
D

esde tiempos inmemoriales sabemos que cuando soplan vientos adversos, tanto las artes plásticas como la música y la literatura son buenos refugios para el alma humana, bálsamos para las heridas del diario batallar y fuente de inspiración para renovar nuestras esperanzas en la existencia de la parte luminosa del ser, aquella que emerge aun de las cenizas mismas para expresarse en la creatividad humana. Por esta senda y haciéndonos preguntas (como recomendaba Artaud) quizás podamos acercarnos a esa llama inenarrable, única, que brota del espíritu.

En esta ocasión es la creatividad de Daniel Catán la que nos alienta en este sentido con su nueva ópera II Postino, basada en una novela y una obra de teatro de Antonio Skármeta, con libreto del propio Catán, que se estrenará el 23 de septiembre en el Teatro de la Ópera de Los Ángeles y el Teatro Diana de Guadalajara en México de manera simultánea.

Daniel Catán, espléndido creador mexicano con formación filosófica previa y un amor ilimitado por la música, es el primer compositor nacional cuyas óperas han sido representadas en muchos teatros de Estados Unidos. Además de sus óperas Encuentro en el ocaso, libreto de Carlos Montemayor; La hija de Rappaccini, libreto basado en un cuento de Nathaniel Hawthorne y una obra de teatro de Octavio Paz, de Juan Tovar; Salsipuedes, estrenada en el Teatro Hagen, en Alemania, y ahora II Postino, ha compuesto música orquestal: El árbol de la vida, El vuelo del águila, En un doblez del tiempo, Tierra final (soprano y orquesta), Mariposa de obsidiana (basada en un poema de Octavio Paz), así como música de cámara (Encantamiento) y música para cine y ballet (Ausencia de flores). Le fue otorgado el Premio Plácido Domingo (1998) por su contribución a la ópera y fue acreedor en 2000 al Guggenheim Fellowship.

La ópera que ahora nos presentará está basada en una hermosa novela de Skármeta, Ardiente paciencia (1985), más tarde llamada El cartero de Neruda que ha sido publicada en 30 idiomas. Ha sido llevada al cine en dos ocasiones. En 1984 con el título original, por el propio Skármeta como director y guionista, y posteriormente en 1994 con el título El cartero, dirigida por Michael Radford.

La historia relata una etapa de la vida del gran poeta Pablo Neruda que transcurre en el exilio debido, como todos sabemos, a motivos políticos. Su estancia en la isla donde reside provoca un desajuste en el servicio postal dada la avalancha de correspondencia que recibe Neruda ante su gran popularidad. El correo de dicha localidad se ve obligado a contratar como cartero extra a un hombre prácticamente analfabeto encargado de manejar la voluminosa correspondencia del poeta. Entre ambos personajes termina por fraguarse una sólida amistad.

Mario, el cartero, tiene acceso a la poesía de Neruda y queda prendado de ella. Surge entonces un ardiente romance con la poesía y probablemente con la figura misma de Neruda en esa mezcla entre mágica y hechizante que se da, inevitable y a veces indistinguible entre el poeta y su obra. Atravesado por el embrujo del amor y la poesía. Mario se enamora de la chica más linda del pueblo y, ni corto ni perezoso usurpa la magia poética de Neruda y plagia sus poemas. Ante el reclamo del poeta, Mario el cartero le espeta con feliz desenfado: La poesía no pertenece a quien la escribe, sino a quien la necesita. Parece tener razón Julia Kristeva cuando dice que finalmente todas las historias terminan hablando del amor. Con estos antecedentes y con lo que ya conocemos de la maestría y amorosa entrega de las obras de Daniel Catán, esperamos con ardiente impaciencia su nueva ópera. Parafraseando a Mario el cartero (aunque no pensamos plagiar a Catán) sí podríamos decir que la buena ópera también es de quien la necesita y vaya si los mexicanos necesitamos en estos momentos música para el alma.