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Los festejos, a reflexión

La Red-Iinpim, de investigadores indígenas, evalúa la trascendencia real de las gestas

Siglos pasan y los pueblos todavía luchan por un futuro incluyente

“Tal vez hallemos un lugar digno en una nueva comunidad política; el proyecto de hace 200 años ya no es viable, porque no se consideró la participación desde la comunalidad”, concluyen

 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de septiembre de 2010, p. a10

A 200 años de la Independencia y 100 de la Revolución Mexicana, los indígenas del siglo XXI no tenemos nada que celebrar. Tras esos acontecimientos históricos en los que participamos, la situación social, económica y política de los pueblos originarios y su relación con el Estado mexicano no cambió. Además, en la actualidad, se ha propiciado desde el gobierno la ausencia de las voces indígenas en los festejos oficiales.

Ésos son algunos de los planteamientos de un grupo de investigadores indígenas con estudios de posgrado en México y el extranjero, quienes comparten con La Jornada una reflexión que han generado entre ellos de forma colectiva y como miembros destacados de sus respectivos pueblos originarios: zapotecos, mixtecos, triquis y mixes.

Organizados en la asociación civil Red Interdisciplinaria de Investigadores de los Pueblos Indios de México (Red-Iinpim), entre ellos figuran Lilia Cruz Altamirano, Bettina Cruz Velásquez, Georgina Méndez, Sócrates Vásquez García y Zósimo Ortega González, quienes argumentan: La Independencia y la Revolución son sucesos criollos y de una elite inconforme con el reparto del poder; el México actual nos muestra diferencias socioeconómicas y políticas entre ricos y pobres que cada vez se observan con mayor claridad.

Para ellos, las premisas que originaron la Independencia y la Revolución no trascendieron como beneficios prácticos para los pueblos y naciones originarias.

En el caminar de esas luchas, numerosos miembros de comunidades indígenas del centro, sur y norte de México participaron y ofrendaron su vida con la esperanza de un mundo mejor, o motivados por el argumento manejado desde el discurso (de los líderes insurgentes y revolucionarios) de la soberanía y el nacionalismo.

Todo comenzó hace 500 años

Los intelectuales indígenas cuentan que en el siglo XVI comenzó la expansión del dominio de Europa sobre el planeta. “Cuando los españoles llegaron a América se encontraron con un conglomerado de pueblos originarios con sistemas sociales, jurídicos, religiosos y lingüísticos distintos a los de Occidente.

Los conquistadores se encontraron con una América dividida por las pugnas entre los pueblos, lo que favoreció sus afanes de dominio, despojo y colonización. A pesar de la dominación, los pueblos originarios lucharon por mantener sus propias formas de organización en el seno de sus comunidades durante toda la etapa colonial.

Destacan que el fin de la era monárquica y el inicio de la creación de los estados nacionales, en los siglos XVIII y XIX, marcaron una nueva modalidad del sometimiento de los pueblos originarios: políticas de desplazamiento, erosión y exterminio de sus culturas, por ejemplo mediante la marginación de las lenguas maternas y la imposición de las lenguas dominantes, en el caso de México, el español.

“El surgimiento y consolidación del sistema capitalista mundial se ha sustentado en la violencia, el despojo, el sometimiento y la explotación de una parte de la población mundial y los territorios. En México esta violencia tomó forma de colonización, explotación y despojo de las comunidades originarias, que se ha logrado más de cinco siglos.

Actualmente, las políticas neoliberales que desestructuran los sistemas comunitarios son más poderosas y encarnan en nuevas formas de despojo (como el desplazamiento de los conocimientos ancestrales o su apropiación con fines de lucro). Sin embargo, la historia registra las distintas estrategias de organización para defender sus formas de vida, recursos, demandas y aspiraciones. La historia es hoy un recurso para mirar el presente; es una historia vista a contrapelo para proponer un mundo otro, una nueva modernidad o una modernidad alternativa e incluyente de la diversidad cultural.

Tras hablar de la importancia y necesidad de un futuro Estado plurinacional, agregan: Hoy las demandas de los pueblos originarios se entrelazan con las demandas del resto de los sectores oprimidos de América y expresan formas de organización novedosas para enfrentar la dominación global y construir un mundo otro, donde quepan muchos mundos.

Estos tiempos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, explican los integrantes de la Red-Iinpim, encuentran a los pueblos indígenas en un proceso de resistencia frente al capitalismo, el cual, dicen, está despojando con violencia los territorios no conquistados, en ámbitos que antes no entraban en la esfera de la mercantilización.

Mencionan, como ejemplos, el gran acervo natural de los territorios de nuestros pueblos indígenas y el gran bagaje de saberes construidos en miles de años, inmersos en nuestra cultura comunitaria, que incorpora nuestra vestimenta, gastronomía, conocimientos de medicina, las semillas, la milpa. Todo ello está siendo desplazado, patentado y usufructuado por empresas multinacionales, convirtiéndolo en mercancías y en bienes privados.

Sin embargo, abundan, ahora las luchas de los pueblos indígenas desarrollan una reivindicación clara y contundente de la defensa y apropiación de su territorio y, desde las propias formas organizativas, plantean experiencias autogestivas a partir de la comunalidad.

Además, exploran nuevas vías, o demandas anteriores, pero de manera diferente, como la participación, reivindicación y reconocimiento del papel de las mujeres indígenas, el manejo sostenible del patrimonio natural, el ejercicio del poder, la práctica y disfrute de las fiestas y rituales. Todo ello sustentado en las prácticas sociales comunes, la vida cotidiana y la cosmovisión.

Amplia agenda

Plantean muchos otros asuntos interrelacionados entre sí, como la importancia internacional de los actuales movimientos sociales comunitarios; los aportes teóricos hechos desde los pueblos originarios para un mundo mejor; la posibilidad de un modelo comunitario de desarrollo; la autonomía; la autogestión; la emigración; el sexismo; la tradición oral; el arte indígena; el derecho al acceso, administración y operación de medios de comunicación; el racismo jurídico, social y cultural; la relación con los afromexicanos, o la necesidad de una reforma constitucional.

Concluyen con una reflexión: Tenemos la mirada puesta en la necesidad de continuar con la lucha y dignificación de nuestra historia, pero sobre todo en la necesidad de avanzar en la construcción de un futuro incluyente, que no puede ser otra cosa que un nuevo proyecto de nación, en la que los pueblos originarios de México tengamos un lugar digno. Tal vez desde una nueva comunidad política, pues en el proyecto que se construyó hace 200 años nunca se consideró la participación desde la comunalidad, por lo cual ya no resulta viable.