Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
¿La fiesta en Paz?

Una pareja maldita

H

ay parejas de enamorados cuya maldición a cargo de retrógrados y tontos pareciera interminable. Por ejemplo, la de Manolo Rodríguez y Antoñita Bronchalo, mejor conocidos por aficionados, taurinos y franquistas como Manolete y Lupe Sino, dos pájaros de cuenta que aún no saldan su deuda, moralmente impagable, con el régimen intemporal de la decencia y las buenas costumbres.

Tan grandes son los intereses a cubrir por la licenciosa conducta que observaron estos amantes, que además de las incontables biografías idiotas, sobre todo por la deshumanización que sufre la personalidad del gran torero cordobés, convertido en soldadito de Franco, en representante de la ultraderecha española, en hijito de mami y en estatua gótica de castos ideales cristianos, todavía hubo quien arriesgó, sin idea de dónde se metía, millones de euros para concluir en 2007 una película sobre Manolete.

Sólo que a cuatro años de concluida, por interesantísimas razones y no precisamente de estado, la película aún no se exhibe en España. Por fin, el 31 de marzo de este año fue estrenada en París, recibiendo pésimas críticas no de antitaurinos sino de experimentados analistas de cine. ¿Por qué no se ha estrenado en España y en el resto de los países taurinos?

Oficialmente por un adeudo de 900 mil euros con Construcciones Escénicas Moya, responsables de los decorados; en versión extra oficial porque en España no conviene revivir el problema de las causas de la muerte del Monstruo de Córdoba, históricamente a causa del pitón de Islero, de Miura, en la femoral de Manolo la tarde de Linares, pero hipotéticamente asesinado por la aplicación deliberada de un plasma noruego obsoleto que había probado su letalidad en centenares de víctimas de una explosión en Cádiz sólo 10 días antes.

Ahora, nada vale que la película se estrene mañana o nunca pues, como 99 por ciento de las que abordan el tema taurino, esta también resulta fallida, enunciativa, aproximada, villamelona, sin espíritu y sin raza, por no hablar de la superficialidad con que el buen guionista de origen holandés Menno Meyjes (El color púrpura), se puso a dirigir pasajes del ídolo de los ruedos más utilizado por el sistema político y taurino de España. Algo salvan el oficio de Penélope Cruz, como Lupe Sino, y de un sorprendido y tieso Adrien Brody como Manuel, tan torero pero tan reventado él.