Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Astillero

Escenografía efímera

El Coloso y Malverde

Otra de GL Productions

Foto
NOCHE MEXICANA EN PALACIO NACIONAL. El presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, durante la ceremonia de la noche del Grito de Independencia; a la derecha, Carlos SalinasFoto Presidencia de la República
D

e pronto, en horas, las historias pretendieron ser reinterpretadas. A la nacional, la bicentenaria, se buscó convertirla onerosamente en desfile de ocurrencias sin contexto, mero telón de fondo para el lucimiento del gran protagonista, FC, celosamente acaparador de reflectores. Y a la actual, la de la tragedia sangrienta de los días que corren, de los asesinatos de civiles y la violación de derechos humanos, de la guerra que nadie pidió pero fue instalada en busca de legitimidades pasadas y emplazamientos futuros de continuismo, se le tiñó propagandísticamente de cordialidades ciudadanas, de fusión popular deseosa de fotografiarse junto a las máquinas de combate y los ejecutores crudos de los arrebatos de las cúpulas.

Despilfarro de recursos en pos de una imposible modificación de juicios históricos. Felipe, el Bueno, regala al pueblo desfiles patrios y entretenimiento variado, tratando de dejar atrás la memoria de los cuatro años de horror económico y social. El 15, por la tarde, celebra la independencia nacional mediante montajes escenográficos asignados a una empresa extranjera que funde criterios de carnaval, Disneylandia y Desfiles de las Rosas para ofrecer en México un espectáculo colonizado (con el asomo de una escultura cuyo rostro sugerente de ciertos parecidos acabó siendo bautizada en Twitter como El NarColoso, por su semejanza con la imagen de Jesús Malverde, el presunto protector venerado por narcotraficantes, aunque otros opinantes creyeron ver en los rasgos de esa pieza a Vicente Fox, Vicente Fernández, José Stalin, Luis Donaldo Colosio y ciertos personajes de caricaturas internacionales). Luego, el 16, ese mismo monarca bondadoso muestra el músculo militar a un pueblo que paulatinamente ha ido cediendo espacios civiles a la fuerza de las armas (ironías delatoras: por primera vez marcha la Policía Federal en un desfile de militares que ahora fungen como policías; desfile para celebrar la Independencia en compañía de contingentes castrenses extranjeros entre los que están algunos de quienes han doblegado y mancillado a México, como los estadunidenses que se asoman al Palacio Nacional donde un siglo atrás impusieron su bandera).

Recomposturas aceleradas: Calderón invita a Palacio Nacional a ex presidentes y sólo pueden asistir dos: Carlos Salinas de Gortari, a quien la opinión pública había visto días atrás en fotografía de Misteriosos Desaparecedores junto a Diego Fernández de Cevallos, y Vicente Fox acompañado de su infaltable Marta. Echeverría y De la Madrid viven momentos difíciles de salud, como bien se sabe, pero Ernesto Zedillo simplemente decide mantener distancia. Presencias polémicas que avivan especulaciones futuristas, siendo como son ambos ex mandatarios, palaciegamente reaparecidos, los promotores de precandidaturas que irritan a Felipe: Salinas maneja la campaña del gobernador del estado de México que está en pie de guerra correctiva para cerrar el paso a alianzas que le sean peligrosas, y Fox impulsa las pretensiones del tibio senador Santiago Creel y del rasposo Manuel Espino.

Presencias y ausencias en el claroscuro de los dos días de celebración que mantuvieron en acción a todas las fuerzas armadas institucionales del país, las militares y las policiales, mediante abiertas operaciones de control que dieron cuenta del tamaño de los opositores que no se manifestaron, los cárteles del narcotráfico que, salvo el episodio de Cancún, donde supuestamente preparaban la detonación de granadas en el Grito local, parecieron haber acordado una tregua o medido el riesgo de enfrentar al aparato nacional de seguridad volcado en proteger la viabilidad de una fecha en la que el jefe formal del Estado no podía confesarse fallido. Fuera de ese territorio conmemorativo acotado, los hechos fueron los de siempre: en Ciudad Mier, Tamaulipas, por ejemplo, la Defensa Nacional informó del exterminio de veintidós sicarios.

El rojo derramado continuó después de los desfiles y los gritos (el de Palacio, el 15, y el de Dolores Hidalgo el 16, con un Calderón obstinado en no ceder ni un milímetro político, cual si viera en su derredor demasiadas ambiciones o peligros, concentrado en sostenerse, en mostrarse, en confirmarse). Rojo elevado a categoría suprema en el orden de aparición de los colores en la banda presidencial que antes mostraba el verde en su extremo superior y ahora ha dado paso a la preferencia cromática del sexenio, roja preferencia que en realidad es vocación y definición). Por ejemplo, fueron atacados dos periodistas del Diario de Juárez y uno de ellos murió. El vocero de condolencias oficiales, Alejandro Poiré, y el secretario de Gobernación, Bla Bla Blake, y tal vez el propio Calderón podrán actualizar sus letanías de circunstancias, pero nada frena la violencia contra el periodismo en México. Otra ironía de las fechas es que el golpe contra los periodistas fronterizos se dé al tiempo que un camarógrafo de Televisa La Laguna ha pedido asilo en Estados Unidos y asegura que fue un montaje la conferencia de prensa a que fueron llevados sin saber, pues les habían dicho que los conducían a entrevistarse con Calderón, los periodistas secuestrados en Durango y luego falsamente liberados por otra faena de inteligencia de García Luna Productions (en realidad, dice el camarógrafo Alejandro Hernández Camacho, los captores los abandonaron y ellos, los periodistas, encontraron a policías. La historia, el montaje posterior, ya fue del dominio público, con helicópteros artillados como escenografía en los hangares de la Policía Federal y con el cineasta Genaro en plan triunfador).

Y, mientras la Comisión Federal de Electricidad ha aprovechado la distracción de las fiestas patrias para anunciar la renuncia de su director de operación, Néstor Moreno Díaz, al que en Estados Unidos –no en México, obviamente– se le acusó de cobrar millonadas por asignar contratos, ¡feliz fin de semana, con el Grito desatendido totalmente por los medios Shalalá, el de Tlatelolco, con López Obrador que sigue en lucha!