Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de septiembre de 2010 Num: 812

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Pedro Infante y el revolucionario romántico
MIRIAM JIMÉNEZ

Los dioses de Berlín Alexanderplatz
LOREL HERNÁNDEZ

La visita cariñosa de la Patria
ALEJANDRO ARTEAGA

La literatura del narcotráfico
ORLANDO ORTIZ

Los papeles del narco
JORGE MOCH

El Museo del Gordo y el Flaco
RICARDO BADA

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Columnas:
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Adriana del Moral

Calvino filósofo

Tras sus investigaciones sobre cuentos populares italianos, Italo Calvino escribió la trilogía  compuesta por El vizconde demediado, El caballero inexistente y El barón rampante. Estas historias reflejan su conocimiento del folclore nacional, pero también muestran una visión aguda e irónica sobre el mismo.

El vizconde demediado, escrita en el verano de 1951, habla sobre el dualismo del ser humano que encuentra sus explicaciones extremas en Rousseau y Hobbes. Calvino escribe con humor sobre el hecho de que la “normalidad” humana radica en reunir ambas facetas. La novela muestra que el amor puede unificar las partes opuestas y contradictorias del ser humano cuando las dos mitades del vizconde se enamoran de una pastora y ni la parte buena ni la mala saben cómo reaccionar ante el amor.

Su libro responde a la pregunta sobre la naturaleza humana, pero de un modo demasiado festivo como para tomársela demasiado en serio. Por ejemplo, cuando Medardo encarga una horca para colgar a veinte condenados de golpe, su carpintero le entrega una con capacidad mucho mayor, así que decide colgar dos gatos por cada hombre y todos reconocen que el resultado estético es admirable.

En El caballero inexistente Calvino presenta al caballero Agilulfo, del que sólo se ve una armadura vacía. En el relato, los miembros del ejército de Carlomagno son una pandilla de vividores, más preocupados por el juego y el alcohol que por las cruzadas, a quienes Agilulfo recuerda continuamente todas sus faltas.

El planteamiento es que el protagonista existe por su férrea voluntad y su convicción de combatir contra los infieles. En lugar de un pesado tratado de ontología, el autor nos presenta a través de la historia los distintos grados de existencia del hombre, así como las relaciones entre existencia y conciencia.

El barón rampante es un homenaje a la literatura del siglo xviii que recoge elementos de novela bizantina con piratas, tesoros e hijas perdidas; de novela sentimental al relatar los amores entre Cósimo y Viola, e incluso de novela gótica cuando el protagonista se dedica a desbaratar complots jesuitas. 

El libro narra la historia de un niño que sube a un árbol y decide no volver a pisar la tierra firme. Muchos críticos han visto esta como la obra más política de la trilogía, y en Cosme a la figura del intelectual que se aísla del mundo pero aún así intenta cambiarlo. El autor denuncia lo absurdo de una sociedad basada en clases sociales y guerras entre países e individuos.

EL MAESTRO DE LA FORMA

Otras obras de Calvino presentan también formas novedosas que son en sí mismas caminos para resolver determinados planteamientos. Así, en Las ciudades invisibles, Marco Polo narra al emperador Kublai Kan sus viajes en forma de descripciones de ciudades con nombres de mujeres, donde, por ejemplo, los habitantes no se conocen entre sí y fantasean unos sobre otros; ciudades subterráneas, acuáticas y aéreas.

Los lugares descritos funcionan como metáforas de la creación humana: cada ciudad, con sus sistemas arquitectónicos, sociales e ideológicos, manifiesta lo que los hombres han hecho de sí mismos. El libro es una discusión sobre las urbes modernas y también subyace en él el hecho de que cada vez es más difícil vivirlas como ciudades, pero en lugar de un tratado de urbanismo, es una colección poética de estampas.

El autor ha definido esta obra como “un último poema de amor a las ciudades”, pero es también un discurso sobre la memoria y el deseo. La nostalgia de lo visto también atraviesa todo el libro, como cuando Marco Polo explica a Kan que en todas las metrópolis que le ha descrito está Venecia, y que quizá la ha ido perdiendo poco a poco al hablar de ella.

Si una noche de invierno un viajero también resulta excepcional por su forma. Esta “novela sobre el placer de leer novelas”, como él mismo la llamó, utiliza la perspectiva del lector en vez de la del narrador. Para escribirla, Calvino encarnó en sí mismo a diez autores inexistentes con otros tantos modos de ver el mundo, y representó la experiencia de leer un género dado, más que diez novelas propiamente dichas.

La novela nos presenta la experiencia estética y emotiva de la lectura, pero no como una obra de crítica o teoría literaria, sino como un catálogo que nos permite experimentar por nosotros mismos los argumentos del autor.

Como explica su compatriota Alessandro Baricco: “Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias.” Y Calvino se revela como filósofo y narrador al mostrarnos los argumentos a través de su maestría para contar.