Economía
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Sindicatos califican de exitosa la acción; detienen a más de cien; altercado en Barcelona

Concurren millones de trabajadores en movilizaciones y paro general en España

Cese de actividades en la industria, el transporte, el sector automotriz y en la educación

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No a la austeridad, grito frente a la sede de la UE en BélgicaFoto Reuters
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Concentración en Madrid para repudiar el plan de choque del gobierno y los despidosFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 30 de septiembre de 2010, p. 25

Madrid, 29 de septiembre. La primera huelga general contra el Ejecutivo del socialista José Luis Rodríguez Zapatero movilizó a más de 10 millones de trabajadores, que se manifestaron en las calles de las principales ciudades del país contra la nueva política económica de la administración y, en concreto, contra la reforma laboral.

El paro nacional fue evidente en la industria, el transporte, el sector del automóvil y la educación, si bien en el comercio y en la hostelería fue mínimo. Durante la jornada fueron detenidas más de 100 personas, la mayoría en Barcelona, donde se suscitaron duros enfrentamientos entre jóvenes anarquistas y la policía.

La mayoría de los sindicatos del Estado español, liderados por los más representativos Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT), paralizaron parcialmente el país en lo que fue la séptima huelga general en la historia.

Los obreros y trabajadores sindicados convocaron al paro en respuesta al viraje en la política económica del gobierno español. El presidente Rodríguez Zapatero pasó de prometer que la crisis no afectaría a la política social a aprobar un duro plan de ajuste en el que redujo los salarios de los burócratas, congeló las pensiones y, lo que más molestó a los sindicatos, aprobó una reforma laboral por decreto en la que abarató el costo del despido y se plegó a las exigencias del empresariado.

La huelga general se inició en el primer minuto del día, cuando sindicalistas de todo el país se movilizaron para lograr uno de sus principales objetivos: paralizar la industria, el transporte público, los aeropuertos y las estaciones de tren. Y así fue; incluso el ministro del Trabajo, Celestino Corbacho, reconoció que el paro de labores se había sentido con especial intensidad en dos de los sectores más delicados para la economía: el aparato industrial, incluida la siderurgia y la minera, y el transporte público, que había trastocado el curso habitual de las grandes ciudades.

Según los datos de los sindicatos, de los 15 millones de trabajadores convocados a la huelga general alrededor de 70 por ciento la apoyaba, es decir más de 10 millones de personas. El gobierno, que hasta ahora ha tenido buena relación con los movimientos sindicales, no quiso entrar a la guerra de cifras y se limitó a decir que el paro había sido desigual y moderado, al tiempo que elogió la actitud democrática de los trabajadores. El gobierno sí ofreció una de las cifras que mejor indican el grado de seguimiento de la huelga, que es la del consumo de energía, cuya demanda se redujo en 16.5 por ciento. Si se compara esta cifra con la huelga general de 2002 la cifra es inferior, pues en aquel paro contra el gobierno de José María Aznar el consumo de energía bajó en 26 por ciento.

Pero los sindicatos, además de paralizar el país, también querían expresar su malestar en la calles, para lo cual convocaron a manifestaciones en las principales ciudades del país y en todas ellas se expresó de forma multitudinaria una consigna: Así no. Rectificación ya. En Madrid más de 500 mil personas, según los sindicatos, llenaron el centro de la ciudad con banderas rojas y negras del movimiento obrero y con pancartas críticas con el actual gobierno y hacia las agrupaciones empresariales, a las que acusaron de aprovecharse de la crisis para despedir en muchos casos sin justificación a miles de personas.

Durante la marcha también se escuchó el clamor porque el actual mandatario dimita o, al menos, rectifique su política económica y laboral, pues a juicio de los manifestantes está en manos de las agencias calificadoras, los inversionistas internacionales y los organismos financieros internacionales. También hubo manifestaciones multitudinarias en Barcelona –más de 300 mil, según los sindicatos–, en Sevilla, en Bilbao, en Vigo, en Valencia y en otras 12 ciudades españolas.

No nos resignamos a perder el futuro, que tome nota el presidente del gobierno, pues esta huelga no está convocada para derrocar al gobierno, sino para que rectifique y mire a su izquierda, señaló el líder de CCOO, Ignacio Fernández Toxo. Mientras que Cándido Méndez, de UGT, añadió que este clamor, esta expresión de democracia, no puede dejar impasible al gobierno. El gobierno tiene que reaccionar. La reforma laboral es reversible, le está diciendo la clase trabajadora de este país.

Durante la protesta, los sindicatos respetaron los servicios mínimos pactados con el gobierno central, que permitió que en los aeropuertos hubiera una actividad de algo más de 40 por ciento de lo usual y que en los trenes no se registraron colapsos graves. Sin embargo, los sindicatos denunciaron presencia excesiva de policías, algo que nunca había ocurrido en las huelgas precedentes, lo que provocó, según ellas, que hubiera más tensión, sobre todo en las comunidades autónomas en las que no se pactaron los servicios mínimas, todas gobernadas por el derechista Partido Popular (PP). Algunos intentarán manchar la movilización asignando su nivel de seguimiento a la intimidación violenta de no se sabe bien quién, pero ha habido menos incidentes que en cualquier otra huelga y la gente ha sabido sobreponerse al piquete del miedo y la acción desproporcionada de la policía en algún punto concreto, que no empaña el desarrollo huelga, añadió el líder sindical Toxo.

Enfrentamientos en Barcelona

Hubo al menos dos incidentes graves. El primero en Getafe, localidad en las inmediaciones de Madrid, donde agentes de la policía nacional dispararon hasta siete veces al aire durante un enfrentamiento con sindicalistas. Los representantes de CCOO presentaron como prueba los siete casquillos y tildaron de desproporcionada la operación policial.

Pero los altercados más graves ocurrieron en Barcelona, donde se enfrentaron durante más de ocho horas y en pleno centro histórico varios centenares de jóvenes anarquistas con agentes policiales. El saldo de los enfrentamientos fue de más de 53 heridos, entre ellos 28 policías catalanes, y 48 detenidos, incluidos al menos cuatro jóvenes acusados de quemar una patrulla de los Mossos d’Esquadra con los agentes dentro, tras tirar un coctel molotov.