Opinión
Ver día anteriorSábado 9 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Babilonia en la UNAM
E

l pasado fin de semana, la Sala Nezahualcóyotl fue sede de la celebración de otra importante efeméride: el cincuentenario de la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Para la ocasión, la Neza se convirtió en sala de cine con música en vivo, y el resultado de esa momentánea transformación fue más que benéfico.

Para marcar ese primer medio siglo de investigación y promoción fílmica en la UNAM, se realizó la proyección de la película soviética La nueva Babilonia (Grigori Kozintsev y Leonid Trauberg, 1929) acompañada por la ejecución sincrónica en vivo de la partitura original de Dmitri Shostakovich para el filme.

La parte musical de esta sesión corrió a cargo de la Orquesta Filarmónica de la UNAM dirigida por Rodrigo Macías, director asistente del conjunto. La película de Kozintsev y Trauberg, fascinante de principio a fin, cuenta una historia hasta cierto punto maniquea sustentada en la lucha de clases que ocurre en París en 1871 en el contexto de la guerra franco-prusiana y del establecimiento de la fugaz Comuna como consecuencia de la caída de la capital francesa

Puede ser que el conflicto esté planteado de manera un tanto esquemática, y puede ser que los personajes de la película La nueva Babilonia (nombre de un gran almacén parisino, tienda departamental avant la lettre) estén delineados y dibujados con una brocha un tanto gorda, pero el resultado del trabajo visual de Kozintsev, Trauberg y sus colaboradores es deslumbrante.

Dos elementos destacan de manera particular en este interesante filme: la fotografía de corte neoexpresionista de Andrei Moskvin y, sobre todo, un eficaz trabajo de montaje que contiene secuencias asombrosas, en las que es posible detectar con claridad la influencia de la teoría y la praxis de importantes cineastas soviéticos como Vsevolod Pudovkin, Dziga Vertov y Sergei Eisenstein.

La partitura redactada por Shostakovich para La nueva Babilonia tiene su principal virtud en el hecho de que, siendo parcialmente reconocible como obra del gran compositor de San Petersburgo, es suficientemente contenida en su retórica, sus gestos y su orquestación como para convertirse en un funcional soporte sonoro-dramático para la película sin llamar demasiado la atención sobre sí misma. Si se considera que fue ésta la primera partitura (de muchas) creada por Shostakovich para la pantalla, no dejan de ser asombrosos su dominio de la continuidad y del discurso dramático, y los claros apuntes de madurez (¡a los 23 años de edad!) en el incipiente manejo de los procesos de uso y transformación del leitmotiv.

En este sentido, es particularmente interesante el uso que Shostakovich hace de la música del Can-Can y de La Marsellesa en momentos narrativos torales de la cinta, realizando incluso alguna interesante fusión de ambos temas. Otro material musical ajeno muy bien utilizado por Shostakovich a lo largo de su partitura es la melodía de la conocida canción revolucionaria francesa Ah! ça ira, ça ira, ça ira, original de Bécourt y Ladré.

Si bien es cierto que durante esta proyección de La nueva Babilonia musicalizada en vivo fue posible percibir una clara sincronía entre música e imagen, en otros se notó un desfase evidente. Ello se debe fundamentalmente a que las enciclopedias registran distintas duraciones para la película, lo que indica que probablemente circulen copias de longitud diversa debido a actos varios de censura.

Como consecuencia, es posible que a la partitura de Shostakovich (que sin duda también debió sufrir alteraciones) le sobren compases y episodios aquí, y le falten otros allá. He aquí un fascinante trabajo pendiente para musicólogos e investigadores del cine: encontrar las versiones más auténticas y completas del filme y de la música y compaginarlas de la mejor manera posible. Por lo pronto, esta proyección de La nueva Babilonia con música en vivo a cargo de la OFUNAM y Rodrigo Macías resultó una experiencia multimedia de alto nivel. Dicen, por otra parte, que el diablo está en los detalles, y en ese sentido no deja de ser hasta cierto punto desconcertante ver una película muda cuyos intertítulos contienen faltas de ortografía.