ojarasca

Presos políticos mapuche

Pewün: Volver a verse

 

José Quidel Lincoleo

 

Un sábado nos dispusimos a visitar a los peñi (hermanos) presos en la cárcel de Temuco. Allí pasan sus días y noches una decena de jóvenes provenientes de diferentes comunidades o lof. Ya llevan más de un año presos, sólo por sospecha y una ley antiterrorista de la dictadura que en “tiempos de demoracia” el gobierno les aplicó.  ¿Qué podríamos llevar a hermanos en huelga de hambre?, me preguntaba. En otras ocasiones, había visitado a otros peñis caídos por otros motivos, entonces se podía llevar comida mapuche, comida wigka. Esta vez, era diferente. Amaneció un día nublado, el frío era aún intenso en vísperas de primavera en Gulu Mapu (Chile)

Nos acercamos a la penitenciaría, había que “enrolarse”. Eso significa presentar su identificación, sacarse una foto desde la web-cam del computador de la penitenciaría, entregar tu  dirección, decir a quién vas a visitar, la relación que tienes con la persona, todo muy controlado. Según el gendarme, es parte de la nueva ley. Ese acto de “enrolarse” provoca recelos en gran parte de nuestra gente, porque ello significa “ficharse”, es decir que entras en el círculo de aquellos “terroristas” y que puedes pasar a ser considerado también uno de ellos... te pueden inculpar, me dicen los peñi y lamgen en los lof... ese enrolarse debe funcionar como una red, saber quiénes van y por quién...

La visita fue breve, mucha gente, mucho que hablar o poco... los jóvenes (que bordean los 24 años en promedio) están decididos a continuar con la huelga de hambre, para ellos es una lucha importante, la única forma de hacerse escuchar, ya se han agotado muchos mecanismos, se ha perdido la confianza en los gobiernos, muchas veces quebrantadas... es una medida extrema, pero ya han pasado muchos años sin que los gobiernos hayan realizado un gesto político serio, responsable, ético hacia el pueblo mapuche.

Ellos están pidiendo que se les escuche fundamentalmente con seriedad, que los organismos de Derechos Huma­nos tomen carta en estos asuntos. Que los abogados, las facultades de derecho de las “ilustres” universidades de Latinoamérica se pronuncien, debatan sobre estos temas. Ellos están muy claros en sus exigencias: fin a la Ley Antiterrorista, fin al doble enjuiciamiento y a la militarización del territorio mapuche, y devolución de las tierras ancestrales. Están claros en que se debe abordar este conflicto desde una perspectiva política y no de respuestas anacrónicas y de indigenismo asistencialista o integracionista como la que se quiere entablar en la mesa de discusión y las soluciones que el gobierno chileno quiere dar a los mapuche.

Me encuentro con muchos rostros, jóvenes en la huelga de hambre, sus familiares, madres, padres, hermanos, hermanas, amistades, compañeros y compañeras, son rostros mapuche, cansados de injusticia, cansados de dolor, de angustia, de represión, de pobreza, despojo, pero dignos, que cargan la vida, la esperanza, el dolor del parto y el amor infinito a los hijos en huelga de hambre. Están también los pequeños hijos e hijas de algunos huelguistas con quienes aprovechan todo momento de embracilarse y dar/recibir las caricias y cariños contenidas por tanto tiempo. 

Los presos políticos mapuche tienen horarios diferenciados del resto de la población penal; de esa forma, allí sólo estamos quienes vamos a ver a los peñi en huelga de hambre. Les hago entrega de una carta de apoyo con firmas de alumnos y profesores de diferentes planteles universitarios académicos de Brasil. Les informo de que las firmas continuarán, que enviaremos el documento al gobierno y otros espacios en donde se pueda mostrar.

En nuestra mente se cruzan muchos pensamientos, pero ellos nos aterrizan nuevamente con sus convicciones, fortalezas. Están muy fuertes, se ven íntegros a pesar de los dos meses ya de huelga de hambre. A pesar de haber perdido sobre 10 kilos, a pesar de estar algunos en silla de ruedas, de sentir dolor en sus espaldas, de estar leyendo con dificultades, a pesar de la indiferencia del presidente electo democráticamente.

Los familiares, acongojados por las decisiones de sus seres queridos, entienden que es una medida extrema, pues no han sido escuchados, no son entendidos y son perseguidos por un sistema judicial que una vez más se ensaña con aquéllos que son diferentes, con aquéllos que han intentado borrar de la memoria y la historia oficial, de la cotidianeidad chilena, que sin embargo reaparecen siempre, con nuevos bríos, nuevas fuerzas, nuevas ideas reclamando su lugar arrebatado, pisoteado y humillado en los tribunales por jueces que nunca han entendido la realidad de aquel pueblo que le es lejano. Jueces que históricamente han vapuleado los intereses mapuche. Como es en los juicios por nuestras tierras, que a pesar del derecho legítimo sobre nuestro territorio desde 1900 hemos perdido prácticamente todo. Ésa es la justicia para los mapuche. Casi nadie habla de la importancia y el rol que los jueces o el poder judicial juega en este histórico conflicto. Poder que ha aplicado las leyes arbitrariamente elaboradas por un legislativo en su mayoría ignorante de la existencia del pueblo mapuche, parlamentarios que con un gran racismo hablan de lo mapuche como parte de un folklor, de un pasado remoto, con el que no tienen ninguna relación. 

 

El escenario es predecible en alguna medida. Un Chile que fuera de la cárcel de Balmaceda, a unas cuadras de allí, se apresta a celebrar otro 18 de septiembre, otra fiesta patria, con banderas por todos lados, guirnaldas que adornan hasta los más miserables locales comerciales, música por doquier. Y un clima de alegría, de jolgorio, de relax, se respira. El chauvinismo chileno se toma el país. Otro mundo, otra realidad lejana de la que vivimos los mapuche. Ajenos del dolor, de la mentira, la falacia, la risa de aquéllos que montan mentiras y tramas para encarcelar mapuche. Celebran aquéllos que ven a estos mapuche como una amenaza a sus bienes, sus capitales, sus inversiones.

Al parecer la región de la Araucanía está vacunada contra “el problema mapuche”. Los que ayer eran amigos, hoy no están, no se aparecen para solidarizar, no se dejan ver. A veces la lucha no se entiende. Pero hay convicción, hay newen (fuerza), hay fe en lo que se hace. Desde lejos llega la solidaridad, desde rincones impensados, desde otras latitudes, de gente que no les conocemos su az (rostro, forma de ser) pero allí están. En otras regiones del propio Chile al parecer hay más conciencia, pero en la región misma se respira un aire de ignorar, un no querer ver y no poder expresarse.

Una pregunta que se ha hecho sentir con fuerza en la región: ¿Por qué bicentenario, si en tierras mapuche sólo se llegó hace 129 años? Nadie quiere abordar esa parte, nadie quiere conversar seriamente de aquello, porque se rompería la unidad nacional. Sería un atentado a la homogeneidad de un país solidario, esforzado, valiente, dicen los discursos. 

Uno de los padres de los huelguistas me decía: “Peñi, usted sabe que esta lucha no termina aquí, el camino es largo: al final esto recién comienza”.

Septiembre.

Temuco, Chile.

 

José Quidel Lincoleo es logko, líder tradicional mapuche. Estudia una maestría en la Universidad Estatal de Campinas. Brasil. Tomado de Azkintuwe.

 

Danza de los encantadores de peces, por Ray Troll