Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de octubre de 2010 Num: 814

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El Hamlet de Nekrosius
JUAN MANUEL GARCÍA

70 con John Lennon,
30 sin la Morsa

ALONSO ARREOLA

No elegía
RICARDO YÁÑEZ

El hombre que veía rodar las ruedas
PABLO ESPINOSA

John Lennon: karma instantáneo
ANTONIO VALLE

Duhamel y la santidad cotidiana
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
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Hugo Gutiérrez Vega

PALABRAS PARA MONSI EN JALAPA

Son tantas y tan ricas en contenido y forma las facetas de la vida y de la obra de Carlos Monsiváis, que me obligan a limitarme al comentario y a la celebración de su paso por esta tierra golpeada y degradada por el hombre y por la madrastra naturaleza que prepara, cada vez con mayor ensañamiento, sus retorcidas venganzas (si estuviera presente en este recinto nuestro cronista mayor, ya nos hubiéramos lanzado a decir a dos voces algunos fragmentos desolados del poema eje de nuestro siglo XX, “Muerte sin fin”, de Gorostiza).

Para ordenar las ideas que se me vienen en tumulto y evitar que la emoción me obligue a caer en un sentimentalismo que Carlos no me perdonaría, enumeraré los aspectos de su vida y de su obra que me interesa comentar y compartir con ustedes.

1. Carlos Monsiváis es, sin lugar a dudas, el más acucioso analista de nuestras realidades culturales. Algunos de los personajes virreinales, Cervantes de Salazar, Bernardo de Balbuena, Alegre, Landívar, Clavijero; los intelectuales de la reforma, Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Salvador Novo y Octavio Paz, le entregaron la estafeta de los estudios culturales sobre nuestro país y él cubrió su trecho del viaje con enorme talento e incomparable ingenio. Su curiosidad era constante y se asomó a los secretos y a las realidades más recónditas de eso que los demagogos llaman “nuestro ser nacional”. No desdeñó ninguna de las marcas y peculiariades del rostro del país. Desde la más humilde, entrañable y pícara carpa de barrio, hasta el esplendor del art déco azteca y maya de nuestro Palacio de Bellas Artes tan amado por los capitalinos, tanto en sus aristas kitsch como en su apabullante originalidad, fueron los terrenos por los que Carlos transitó y analizó con rigor académico (hablo de la academia callejera, la de Wolfe, Vidal y Mailer, no la de los engolados herr professor), sentido del humor y, sobre todo, espíritu democrático a prueba de todas las tentaciones del elitismo al que le daban derecho a pertenecer su enorme inteligencia, su erudición viva y actuante, su prosa inimitable y eso que Octavio Paz llamó “ocurrencias” en una polémica memorable, y que no es otra cosa sino genialidad, capacidad de observación y de interpretación combinadas con un espíritu solidario y una actitud de goce legítimo y profundo de los alimentos terrenales y de los frutos de la inteligencia.

2. Otro de sus grandes amores fue el cine. En su temporada londinense vimos todo lo que era necesario ver, gozamos con los Marx, Laurel y Hardy, el cine mudo, el neorrealismo italiano, Ford, Lubitsch (To Be or Not to Be fue nuestra fuente de citas y de carcajadas estruendosas), Wajda (Sergio Pitol fue nuestro guía por los vericuetos del cine soviético, polaco y húngaro. Recuerdo cómo nos deslumbró la película de Wajda sobre las guerras napoleónicas, Cenizas, y veo las arduas colinas del cuerpo desnudo de Beata Tyszkiewicz tendida en la alfombra del palacio rodeado de robles y abedules); Visconti, todo Visconti; Fellini, todo Fellini; Billy Wyler, Welles, Greta Garbo, la Dietrich, Jannings y más y más y más. Conocía el cine mexicano hasta sus más tenebrosos y estúpidos rincones. Lo gozaba y admiraba. Son notables sus ensayos sobre los mitos creados por una industria que, en sus mejores tiempos, fue la más poderosa e influyente de América Latina. María Félix, Dolores del Río, el insufrible y admirado Jorge Negrete, el clamorosamente popular en vida y en su funeral, Pedro Infante; Pedro Armendáriz, el primer Cantinflas, Joaquín Pardavé, Tin Tan, Miguel Inclán, Emma Roldán, Buñuel, el Indio Fernández, fueron algunos de los personajes míticos analizados por el infatigable cronista que, además del cine, entró a los terrenos de la política (su recuento semanal de torpezas, iracundias, platitudes, tonterías, picardías y otras barbaridades, nos hizo reír o provocó nuestra ira, llevando como bandera el inefable verso de Aguirre Fierro, “Por mi madre, bohemios”); la música popular y sus mitos, la vida nocturna con sus salones y cabarets emblemáticos, así como los desastres naturales y los provocados por la corrupción y la ineptitud de una clase política en pleno proceso de descomposición.

3. Recuerdo el ensayo de Carlos sobre la poesía de Robert Lowell en la edición de Material de lectura, sus recuentos de poesía mexicana, sus ensayos y prólogos sobre el tema, su incansable amor por la poesía de todos los países y de todas las patrias que son la lengua, como afirmaba Pessoa. Creo que Carlos era uno de los mejores lectores de poesía que conocí en mi ya larga y ahora medio destartalada existencia.

No le hagamos homenajes. No los necesita. Aquí está sentado al fondo del salón escuchando nuestros ditirambos y muerto de risa. No puedo evitar llorarlo, pues fue mi hermano querido y respetado. Respetemos su humor y su alegría de vivir, su espíritu solidario y su defensa de todas las causas justas y buenas y... me callo, Carlos, pues ya estoy escuchando tus comentarios sobre la sensiblería que amenaza con acogotarme. Al final, Carlos, para ti y para todos, tarde o temprano, “el resto es silencio”.

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