Opinión
Ver día anteriorDomingo 24 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vocación centenaria
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esulta muy notable descubrir en el Centro Histórico cuántos sitios conservan la vocación que los caracterizó en siglos pasados, en ocasiones en fechas tan distantes como el XVI. Un caso es la zona de Tepito que era uno los 19 barrios que integraban Tlaltelolco, ciudad vecina de Tenochtitlán, que se distinguía por su enorme mercado. El cronista del lugar, Alfonso Hernández, nos platica que en este lugar habitaban los mecapaleros del mercado y se vendía mercancía que no pasaba la estricta aduana de México-Tenochtitlán, convirtiéndose en un mercado de productos de menor valor y calidad, vocación que en gran medida conserva en la actualidad.

Otro barrio que continúa con su actividad centenaria es el de La Merced, que bautizó el gran convento que levantaron los mercedarios, del cual sólo sobrevivió el notable claustro morisco que se encuentra en la calle de Uruguay. Al desembocar en el rumbo la importante acequia que servía de paso a las mercancías que venían de los pueblos del sur: Xochimilco, Milpa Alta, Santa Anita, importantes productores de vegetales y flores, se tornó en una febril zona comercial que continúa vigente.

Ello sucede también con ciertos inmuebles como el que conocemos como Hotel Cortés, hermosa construcción del siglo XVIII, que nació como hostal para alojar a los frailes agustinos que iban de misioneros a Oriente. Ellos llegaban de España por Veracruz, y se iban a la ciudad de México a reponerse de la larga travesía para, una vez recuperados, trasladarse a Acapulco y embarcar hacia el continente asiático.

Esto se dio porque al descubrir los misioneros la sabrosa vida de la capital de la Nueva España, muchos optaban por quedarse llevando al fracaso las misiones. Para evitarlo, los agustinos decidieron construir dos hospicios: San Nicolás y Santo Tomás de Villanueva, en donde los enclaustraban mientras se preparaban para el largo viaje.

Este último esta situado en la avenida Hidalgo, a un costado de la Alameda. La construcción es de los materiales característicos del barroco capitalino: tezontle y cantera. Tiene un bello nicho que muestra la escultura del santo protector. La exquisita decoración de la piedra muestra la inscripción: Santo Tomás de Villanueva, ano de 1780.

El interior luce un generoso patio rodeado de pilastras con arquería en las dos plantas. Después de que les fue quitado a los agustinos por las leyes de Reforma, tuvo usos diversos y finalmente años más tarde volvió a su vocación original al convertirse en el Hotel Cortés. Recientemente fue renovado en su totalidad para convertirlo en un hotel boutique. Las habitaciones se equiparon con un original mobiliario artesanal, modernos y suntuosos baños, fina ropa de cama con mullidas colchonetas y todos los lujillos que ofrecen ese tipo de hoteles.

La antigua azotea se transformó en un moderno lounge, en donde escuchando buena música puede disfrutar un copetín, admirando las cúpulas de los viejos templos, la de edificios como Bellas Artes y el follaje de la Alameda. En el restaurante y en el patio se degusta la buena comida que prepara el chef Jesús García.

Aquí, el director Mauricio Linder y Dulce Trujillo, dinámica promotora cultural y turística están organizando Pláticas de café, secretos y otros sabores, que son reuniones al anochecer, en donde el bello patio se transforma en un grato sitio de encuentro, con mesitas y cómodos sillones en donde van a escuchar jazz con los talentosos jóvenes que integran la Orquesta Vulgar, una cronista platica historias, anécdotas y leyendas del Centro Histórico y se muestra la preparación de platillos con inspiración histórica, que se van a poder degustar acompañados de unas copas de buen vino o un rico mezcal. El próximo evento va a ser el jueves 28 de este mes. Para informes puede hablar con Dulce al 1084 0091 o 362 10 167 o a su correo [email protected].