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Culmina la última etapa de propaganda marcada por la guerra sucia de ambos bandos

135 millones de brasileños hoy deciden entre Serra y Rousseff

Los candidatos cierran campañas de la segunda vuelta presidencial en el estratégico de Minas Gerais

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Los candidatos presidenciales brasileños José Serra, socialdemócrata, y Dilma Rousseff, durante los mitines que este sábado celebraron para cerrar sus campañasFoto Ap y Reuters
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Periódico La Jornada
Domingo 31 de octubre de 2010, p. 19

Sao Paulo, 30 de octubre. En Brasil se vota por nombre y número. Dilma Rousseff, la candidata de Lula, es Dilma 13. Su oponente socialdemócrata, José Serra, es Serra 45. Pero desde hace días, en diversos actos de campaña ha aparecido propaganda apócrifa, con la foto de la candidata oficialista acompañada de Dilma 45 (el elector oprime, en la urna digital, el número de su candidato).

Es una estrategia desesperada de los tucanos para confundir a los electores, dice Henrique Salgado, un joven que pasa la tarde de este sábado con una bandera de Dilma al hombro, repartiendo propaganda a los tianguistas de Vila Madalena, que levantan temprano por la lluvia que seguirá este domingo.

Es, en todo caso, el digno final de una campaña marcada por las descalificaciones, los ataques personales, las promesas imposibles de cumplir, los pastelazos de ambos bandos con acusaciones de corrupción y la entrada en escena de los prejuicios religiosos.

Una campaña que fue de la guerra sucia en Internet sobre el pasado guerrillero de Dilma –se llegó al punto de fabricar una falsa ficha policial–, a la actuación de connotados obispos que acusaron al Partido de los Trabajadores (PT) de pretender (¡sacrilegio!) cobrar impuestos a las iglesias o de plano cerrarlas en cuanto triunfase Dilma.

Una campaña que fue de los panfletos calumniosos a la bala de plata púrpura, como llamaron los petistas a la arenga del papa Benedicto XVI.

Rumores mutuos

El PT y sus aliados jugaron en ese juego, con las herramientas del marketing en la pantalla y con los recursos de Internet, igual que sus adversarios. Basta asomarse a las páginas de Serra y Dilma para ver que acabaron igual: ambos empeñados en desmentir los rumores o afirmaciones lanzados por el otro.

Campaña de excesos, vaya. Como llamar candidato de la extrema derecha a Serra. O como inventar una agresión para recibir los votos que se destinan a la víctima, como hizo Serra cuando le arrojaron una hoja de papel arrugado a la cabeza. El intento se le revirtió y no lo volvió a mencionar, pero ya los artistas favorables a Dilma habían popularizado el Samba de la bolinha de papel (www.youtube.com/watch?v=0v2GcMe98YE).

Con todo, el PT se sobrepone al golpe de su propia soberbia (no preveía la posibilidad de una segunda vuelta), y logra llevar parte de la contienda al terreno que le es favorable: la comparación entre sus ocho años de gobierno con los ocho del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

El PT se fue a las cifras duras, como las siguientes: en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, 2 millones de personas saltaron la línea de la pobreza. En el de Lula, fueron 23 millones. Cardoso creó 5 millones de empleos en sus ocho años de presidente. Lula cerrará con 15 millones. Y así por el estilo.

Cierres en Belo Horizonte

Último día de campañas. A tono con el perfil de sus candidaturas, Rousseff recorre un barrio popular y Serra elige comenzar su caravana en una zona ricachona. Ambos en Belo Horizonte, capital del estado Minas Gerais.

La selección de Minas Gerais está cargada de significados. Se trata de la segunda bolsa electoral del país (con 14.5 millones de votos, frente a los 30 del estado de Sao Paulo). Ni Serra ni Dilma ganaron en Minas la primera vuelta, pues la triunfadora fue Marina Silva, la ex petista que despuntó como aspirante del Partido Verde.

Serra se hace acompañar del hombre fuerte del estado, el ex gobernador y actual senador Aécio Neves (hijo de Tancredo) y del ex presidente y también senador Itamar Franco. Es la reafirmación del cierre de filas de su partido en torno a su candidatura, pues Neves fue uno de los tucanos –como se conoce a los miembros del PSDB– que más criticó la estrategia de su campaña. Además, la prensa brasileña lo ha involucrado en la investigación ilegal de las cuentas bancarias de personajes cercanos a Serra. Por eso el candidato cierra su caminata con un largo abrazo a Neves, quien le paga con un beso.

Rousseff, por su lado, creció en Belo Horizonte, donde también inició su participación política, como activista estudiantil, durante la dictadura militar. Participé en todas las marchas que ocurrieron después de la muerte de Edson Luís, dice, en referencia a un joven estudiante cuyo asesinato, a manos de un policía militar en 1968, marcó el inicio de fuertes protestas en todo el país.

En la primera vuelta, cuando quedó a tres puntos de ganar, Dilma cerró campaña en Sao Bernardo do Campo, tierra adoptiva de Lula. Ahora lo hace, quizá en gesto de tímida independencia, en su propia tierra, y sin el presidente.

En Belo Horizonte, Rousseff habla ya como ganadora: ofrece un gobierno de unidad y trato igual para alcaldes y gobernadores de la oposición.

La bala de plata y el puente

El discurso de Rousseff es alimentado por los resultados de las encuestas que se conocen a lo largo del día. Datafolha le da 10 puntos de ventaja (55 a 45 por ciento) y la encuestadora Ibope cifra la ventaja en 11 puntos. El sábado, Sensus había dado a Rousseff una ventaja de 14.4 puntos.

Además del sucesor de Lula, se elige en segunda vuelta a los gobernadores de ocho estados y del Distrito Federal, donde el candidato del PT, según los sondeos, tendrá una cómoda victoria.

Las preocupaciones últimas de los partidos tienen que ver con religión y vacaciones. Los petistas temen que la bala de plata púrpura sea usada en los sermones de este domingo. Por eso le decimos a la gente que primero vaya a votar y luego a misa, dice Salgado. La preocupación de los tucanos es que este fin de semana hay puente, lo que podría alimentar el abstencionismo, que fue de 18 por ciento en la primera vuelta, algo inusual en un país donde votar es obligatorio. Eso preocupa a ellos, porque sus votantes tienen dinero para salir de vacaciones cortas, dice el muchacho de la bandera. La campaña de Serra ha llamado a sus electores a salir de viaje tras votar, al parecer sin mucho éxito.

Cerca del tianguis, Natalia Moura come feijoada en un restaurante. Se confiesa votante de Serra y también vacacionista de puente: De todos modos, mi voto no va a hacer la diferencia, dice, y pide otro vaso de cerveza. Una menos de los 135 millones de brasileños llamados hoy a las urnas.