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Ver día anteriorDomingo 31 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Esperando a los angelitos
E

n muchos lugares del país ya están listos para recibir la visita de los angelitos, los niñitos muertos, quienes llegan hoy al mediodía y son recibidos con pan, tamales de dulce, golosinas y atole endulzado con piloncillo y canela. Pétalos de flores blancas adornan la ofrenda y señalan el camino para que encuentren las casas.

A medianoche van a tañir las campanas de los templos para indicar que los difuntos grandes vienen llegando y se cambian los albos pétalos por los amarillos de cempasúchil. Asimismo se sustituyen los alimentos de la ofrenda, para brindar los que disfrutaba en vida el finado, que generalmente incluyen mole de guajolote –platillo de fiesta en todo México–, frijoles, tortillas, arroz, pan y sus bebidas predilectas, que suelen incluir cerveza, mezcal o algún aguardiente del lugar y en su caso, cigarros. Todo esto va acompañando por velas, imágenes religiosas, en ocasiones una foto del difunto y flores de cempasúchil.

El 2 de noviembre, a las 12 del día, van a volver a sonar las campanas que anuncian que los muertos se van satisfechos. Al caer la tarde los familiares se dirigirán al panteón, donde se adornan las tumbas con flores y veladoras, para que su luz oriente el paso del alma de los difuntos por el valle de las tinieblas, queman copal y rezan. Por último, el día 3, los parientes y compadres intercambiaran ofrendas.

Esta rica tradición que tiene distintas manifestaciones según la región, no nada más se conserva totalmente viva, sino que se ha ido extendiendo en las ciudades. Actualmente se colocan ofrendas en museos, escuelas y diversas instituciones públicas y privadas, costumbre que cada año se amplía. Con raíces en la época prehispánica, a través de los siglos ha ido integrando elementos y costumbres extraños y de cada localidad, convirtiéndolas en propias y enriqueciendo las distintas manifestaciones que se dan regionalmente. El Día de Muertos guarda tantos valores culturales, que ha sido declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO.

Este año, nuevamente tendremos la oportunidad de visitar una variedad de ofrendas, algunas realmente notables, como la monumental que instala cada año la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el antiguo templo del convento de San Jerónimo, que sobresale por su creatividad y belleza.

Siempre se dedica a Sor Juana y en esta ocasión se inspira en el tratado que la décima musa escribió sobre la música y la armonía. Esqueletos de monjas coronadas, tamaño natural, coloridas esferas, flores de cempasúchil, el aroma del copal, panes, mole y diversas viandas impregnan de aromas el lugar, lo que conjuntamente con la belleza visual y la evocación musical inundan placenteramente todos los sentidos.

El Zócalo, convertido en un gigantesco cementerio al que se ingresa por una hermoso arco de flores, va albergar una variedad de ofrendas: un altar piramidal en dos niveles, que en el bajo recrea en cartonería a los héroes de la Independencia y la Revolución y a personajes populares como Chava Flores y Gabriel Vargas. En el segundo nivel se van a poder apreciar entierros de algunas zonas indígenas de nuestro país y un altar mesoamericano. En los alrededores de la plancha va a poder solazarse con altares y ofrendas de distintos estados y de países invitados como Perú, Egipto, Bolivia y Cuba.

También vale la pena visitar la ofrenda del Antiguo Palacio de Medicina, soberbia construcción ubicada en la Plaza de Santo Domingo, así como la que montó Bellas Artes con el apoyo de la Escuela de Artesanías.

La visita a tantas ofrendas despierta el apetito; afortunadamente está el Café de Tacuba, en el número 28 de esa calle, fiel custodio de las tradiciones culinarias mexicanas. Aquí podremos degustar platillos de la temporada: un buen mole, tamales, pan de muerto, tejocotes en almíbar, calabaza en tacha o un suave camote endulzado.